FEMINISMO Y REFORMA PROTESTANTE

El 31 de octubre de 1517 el monje agustino alemán Martin Lutero clavaba sus 95 tesis contra las indulgencias en a puerta de la catedral de Wittenberg. Siendo considerado este hecho como el inicio de la Reforma Protestante que definió la historia de Europa de los próximos siglos. La Reforma tuvo su efecto en todas las esferas de las sociedades de los países que aceptaron la Reforma. Pero tuvo su efecto también en aspectos como el del rol de la mujer en la sociedad.

La primera consecuencia tiene un carácter teológico, los reformadores reconocieron que la mujer era destinataria y beneficiaria, al igual que el hombre, del mensaje de salvación de Dios para todo ser humano.

Pronto vendrían su reflejo en el arte, en el que aparecen mujeres leyendo, algo insólito para esa época. Pero no sería hasta la Revolución francesa, cuyo antecedente histórico necesario fue la Reforma, que no aparecerían los primeros atisbos de la reivindicación del papel social de la mujer con los ilustrados a finales del s. XVIII centrándose el debate en la igualdad y la inteligencia, dos principios de la Reforma Protestante. Una época que apenas tuvo repercusión, pues las obras de Mary Wollstonecraft y Olimpe de Gouges tuvieron un escaso eco. Para rematar esta época con el código civil napoleónico, en el que se legislaba de manera discriminatoria hacia la mujer y negando derechos sociales hacia ella.

Ya en el siglo XIX ante la gran crisis de los EEUU en la ética y moral, con graves repercusiones en lo económico, es cuando la mujer asume un importante papel en la sociedad, resolviendo graves problemas de esa decadente sociedad inmersa en el alcoholismo, la prostitución y la delincuencia.

Se crean las primeras asociaciones feministas, el primer congreso antiesclavista femenino y se preparaba el camino para que a mediados del siglo XIX las reivindicaciones tomasen un cariz sufragista y de laboral principalmente. Es ahí cuando surge el punto de inflexión que representa la declaración de Séneca Falls en el contexto de la iglesia protestante, cuyas protagonistas Elizabeth Cady Stantom y Lucretia Mott plasman en su declaración de sentimientos los postulados que marcarían el inicio del feminismo moderno.z

Actualmente la deriva feminista, claramente disociada del feminismo histórico, ha sido patrimonializada por los partidos políticos, con una fuerte carga ideológica y una presencia en los medios que ha producido un "feminismo institucional, insólito hasta ahora en la historia de la mujer, pues nunca en la historia tuvieron las mujeres de su lado a gobiernos ni instituciones.

Por otra parte no se puede reducir el inicio del feminismo a sucesos trágicos como el incendio de la fábrica de camisas de Nueva York de 1911, ni a la manifestación de 1857. Ni mucho menos a las construcciones de Simone de Beauvoir y Betty Friedan de los años 60, cuyo cambio de valores no añade -sino que sesga- el importante legado del feminismo histórico labrado durante siglos.

Bastaría ser riguroso en el tratamiento historiográfico del feminismo para reconocer por ejemplo el valor de las Beguinas, aquellas mujeres medievales que se organizaron en el gobierno de las ciudades en torno a la oración, la educación, la sanidad. Y cuya labor ante la ausencia del rol masculino, más interesado en las cruzadas, fue clave para sostener las estructuras sociales de las ciudades más importantes de la Europa medieval.

Esta ola actual de feminismo “ultra” activista, con fuerte presencia en los medios y de gran visibilidad, ha de velar para que la carga ideológica no lo derive aún más en una distorsión de lo que nunca fue en la historia. De ahí que días como hoy, recordamos la Reforma Protestante, pero mejor aún, celebramos sus consecuencias, como la del reconocimiento de papel de la mujer en nuestra sociedad y de su aportación en la historia.

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