DE QUÉ HOMBRE ESTÁ ENAMORADO TU HOMBRE?

Todos los hombres, están enamorados de otro/s hombre/s. Es a quién se dirigen en busca de consejo, ante quien sienten que deben rendir cuentas, aunque no deban hacerlo.
Hay algún hombre que los tiene fascinados, al que admiran y ante el que sienten que deben validarse constantemente. El grupo de pares y de amigos son subrogados de este “gran hombre”, muchas veces el padre.  En nuestra sociedad occidental, los hombres a los que los hombres admiran son quienes detentan atributos de fuerza, poder, riqueza y capacidad de dominio. Esto es estructural a todas las culturas.
Seguramente al leer este título, todos pensarán que voy a abordar la temática gay. Lamento decepcionarlos.
Los hombres violentos, por ejemplo, están enamorados de padres crueles.  Puede que los odien, puede que los culpen de muchas cosas en su vida, pero están fascinados con su poder, con su hidalguía y su capacidad de someter a otros, los odian, pero anhelan ser como ellos.  Ser ellos. Un hombre maltratador, ha sido generalmente un niño maltratado. Es cierto también que parte de la madurez es poder cuestionar estos mandatos para “hacer la suya” [tomar el propio camino], desenamorarse de este padre.
Ahora bien ¿qué tiene todo esto que ver con la espiritualidad? Pues mucho… y ya sé que van adivinando para qué lado voy a ir…
Jesús y su revolución de género
Jesús no cumplió con lo que se demandaba de él como hombre. Nunca cumplió con los estereotipos masculinos de su época. Estos estereotipos tenían que ver con la segregación de mujeres y niños, la vida pública y expuesta, la distancia emocional y el formalismo.
Los discípulos intentan ahuyentar a las mujeres con los niños, porque ellos eran adultos respetables, querían la burocracia y el prestigio del clero. Jesús se opone diametralmente a ese tipo de jerarquías.
Jesús defendió a las mujeres en el episodio de Juan 8, cuando le traen a una mujer “adúltera”, Jesús podría haber salido del brete muy fácilmente citando un aspecto de la ley (pues supuestamente también debían traer al hombre para ser apedreado), pero como diría Roberto Badenas en su libro “Encuentros”, Jesús está más preocupado por la mujer que sufre que por su reputación.
En el contexto de aquella época, Jesús podría haber salido fácilmente citando la ley explícita que requería apedrear a ambos adúlteros, incluyendo al hombre en cuestión. Eso lo hubiese sacado del problema fácilmente, habría expuesto la ignorancia de los adversarios, y lo habría prestigiado como conocedor de la Torá.
Pero Jesús prefiere mirar la necesidad de la mujer y avergonzar a los varones poderosos, pero sin un espíritu de predación y dominio. Jesús prefiere el camino del arte, al de la ciencia.  Hace una intervención artística, disruptiva.  Prefiere el calor humano al frío de la letra ley.
Por otro lado, Jesús veía a las mujeres como pares (Lucas 10:38-41, Juan 4:7).
En el episodio con la Samaritana de Juan 4: Tuvo una discusión teológica con una mujer. Eso para la época era algo totalmente revolucionario, ya que los religiosos de la época decían que quien enseñaba la Torá a su hija, hacía igual que si “arrojara perlas a los cerdos”.
Además, en el episodio que se relata en Lucas de las hermanas de Lázaro (Lucas 10: 38 – 41), muestra que Jesús se quedaba a solas con mujeres solteras, siendo él soltero. Les enseñaba la Torá, y no se ofendía si lo cuestionaban, las trataba como pares.
En la sociedad en la que se movía Jesús, ninguna mujer podía dirigir la palabra a un hombre, a menos que su marido o el hombre de la familia estuviese presente y lo autorizara. La machista en este relato, es Marta, quien se dirige a Jesús para que “ponga orden” a su hermana, en lugar de recriminarle a ella directamente. Como vemos, ya en ese entonces existían mujeres machistas.
Las mujeres manejan sus finanzas, por lo que probablemente ocupen un puesto de liderazgo importante y participen en la planificación de sus viajes. Son las primeras en recibirlo en el corazón y en el vientre y las primeras en irlo a buscar a la tumba.
Dicho todo esto… Hablemos sobre el amor de Jesús hacia los varones.
Ama a Jesús, hombre. No seas cobarde.
Jesús era un varón que se podía mostrar vulnerable, enojado, espontáneo, sincero, cálido o ácido según las circunstancias. De lo que nadie puede acusar a Jesús es de haber sido distante emocionalmente, frío ni burocrático. Típicas características que definen a la masculinidad occidental en nuestros días.
Y es que, para ser tierno en sociedades patriarcales, hace falta ser valiente. El psicoanalista Fernando Ulloa diría: “La ternura es un profundo concepto político”. La misión de Jesús si bien no era política, venía a revolucionar las nociones de poder, y por lo tanto las nociones del patriarcado occidental. Su discurso resulta hasta hoy, revolucionario.
Pocos hombres están dispuestos a admitir su vulnerabilidad y necesidad de cariño ante otros hombres. Las cofradías masculinas, basan su poder en el dominio, escarnio y peyorización de la mujer y con ella del mundo emocional y del cuidado de la vida. De lo que no se dan cuenta es que, haciendo esto también se maltratan a sí mismos. Se niegan como personas, niegan su costado más vulnerable y humano. Siempre tienen que ser fuertes, potentes recios y triunfadores.
Las violaciones y los feminicidios, son muestras de masculinidad ante otros hombres, muestras de poder. No vienen de un intenso deseo sexual, provienen del deseo de mostrar dominio. Y en nuestras comunidades religiosas, si bien no asistimos a tantos feminicidios y violaciones (quisiera decir que no existen, pero es mentira), constantemente las mujeres somos maltratadas.
Para poder sostener la lógica violenta de la conversión de a miles, el calcular cuántos diezmos se recaudan o cuantos miembros se tienen, se necesita excluir a las mujeres, triunfar sobre ellas. Las lógicas cuantitativas no se llevan bien con las mujeres. A las mujeres no nos gustan los números.  Podemos manejarlos, no somos estúpidas (yo misma estuve en las olimpíadas matemáticas más de una vez), pero nuestra manera de vincularnos con el otro no tiene que ver con números.
Nos regimos en lógicas cualitativas, más que cuantitativas. Desde pequeñas no se nos niega el acceso al mundo de las emociones y la intimidad como a los varones (deja de llorar, pareces una nena). Muéstrenme una iglesia donde se valoren más los números que a las personas, y les mostraré una iglesia machista.
Las mujeres aportamos una necesaria visión vincular a la fe (aunque seamos sinceros, también podemos hacernos cargos de los números como en la época de Jesús). Por lo tanto, puede decirse que la lógica de Jesús para la fe, es una lógica femenina.
Lo importante es que Jesús va a romper con esa lógica del líder macho-alfa que no necesita de nadie. Jesús se muestra, profundamente necesitado de comprensión, apoyo, empatía y cariño. En el Getsemaní lo vemos claramente.  Jesús era un líder, pero no se ponía en un pedestal.
Es por esto que nuestras comunidades no necesitan tanto hombres “capacitados en género”, como hombres que amen profundamente a Jesús. Que puedan abrirse visceral, sincera y crudamente con él. Que lo amen profundamente. Sé que esto no es políticamente correcto.
Nos gusta pensar que nuestras falencias ocurren por falta de “capacitación”, “de formación”, “de civilización”. Lo que en realidad necesitamos son hombres más parecidos a Jesús, que tengan sus ideales en su vida y que lo amen, se fascinen y se quiebren por él. Que adopten sus ideales de humildad, de servicio, de corazón quebrado por el dolor ajeno.
Jesús no fascina con muestras de poderío. Los invito a que escuchen cualquier sermón de un fanático violento, y cuenten cuantas veces nombra a Jesús. Casi no pueden, no les sale. A lo sumo, lo hacen con imágenes violentas de la cruz. Pero poco hablan de su vida, porque su vida transpira amor, ternura y compasión.  Hay algo en el carácter de Jesús que, de manera cuasi mágica, hace que la violencia lo repela.
Eso sí, dicen la palabra “Cristo” bastante seguido. Cristo es el título de Jesús. “Vendrán falsos cristos”, significa vendrán falsos mesías. “Cristo” ha sido resignificado por el poder persecutorio religioso para denominar al dominio. “Moros y cristianos”, “Este cristiano”, para hablar de cualquier persona. “Cristo” marca el triunfalismo sobre otros, sea en una sinagoga en llamas o en una hoguera inquisitoria de América.
No nos alcanza con gente que vea a Jesús como un dictador de moral, como la mayoría de los religiosos lo ve. Tampoco nos alcanza con que haya gente que lo vea como un gran líder de la revolución, como muchos de la izquierda intelectual. Necesitamos hombres que se fascinen con su lógica no-violenta. Que lo amen, que busquen consejos en él como su Padre.
Muchos intelectuales miran preocupados las situaciones de género en el mundo. En América Latina, todos los días muere una mujer sólo por ser mujer, muchas veces violada, muchas veces muerta por su pareja o expareja. Quienes nos decimos seguidores y seguidoras de Jesús tenemos una gran deuda con el mundo: les debemos una afectividad diferente.
Debiéramos haber sido los portaestandartes del afecto, la tolerancia, el abrazo, la generosidad, la fiesta y la entrega por el otro. En su lugar hemos sido los cuervos aguafiestas y los primeros en la fila para mostrar crueldad y burocracia incompasiva. Y eso, tiene mucho que ver con el sometimiento de las mujeres.

Busquemos la afectividad de Jesús. Quizás haya alguna esperanza para nosotros.

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