¿POR QUÉ NECESITO A JESÚS?

Una persona no es consciente de la necesidad de la insulina, hasta que sabe que es diabético y lo que la insulina hace con los niveles de azúcar en su sangre y de lo que lo libra en el largo plazo.

Lo mismo ocurre en la vida de todo ser humano. Jamás será consciente de la necesidad de Jesús en su vida, hasta que comprende su enfermedad, su cura, el precio de la misma y que aún falta la segunda parte de la actuación del guión de Jesús que aún no se ha cumplido y que será en los tiempos finales.

Así como el diabético reconoce su enfermedad cuando después de varias mediciones de los niveles de glucosa en su sangre, estos están por encima de lo normal. Yo reconozco mi enfermedad. Existen enfermedades hereditarias. Un padre o una madre pasa la misma a su hijo.

Desde nuestros padres originales, cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios y escogieron su propio camino como si fuera más alto que el camino del Creador, nos pasaron a la humanidad una enfermedad, el pecado y la tendencia innegable de la naturaleza del ser humano hacia el mal. Lo que se conoce como la naturaleza pecaminosa.

A un bebé no se le enseña a ser egoísta, este ya lo trae en su naturaleza pecaminosa. Por eso, la primera palabra que aprende a pronunciar es papi o mami y la segunda o de las primeras: mío…

Matar a alguien es pecado, también lo es la envidia. Solemos llamar pecado a lo que impresiona y errores a los pecados más profundos y ocultos del corazón. Todos somos pecadores. Adán y Eva cuando desobedecieron a Dios y comieron el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, sus ojos fueron abiertos y experimentaron lo que todos seguimos experimentando en lo más profundo de nuestro corazón cada vez que pecamos: vergüenza, miedo y consecuencias.

Hace poco hablaba con alguien no cristiano. Me contaba que enamoraba a todo tipo de mujeres, pero que ya no pasaba de ahí. Su explicación: cada vez que tengo relaciones sexuales con una mujer que no es mi esposa, la paso bien durante el acto sexual, pero luego me siento más vacío que antes.

Por algo es que la Biblia llama a los deseos que van contra la voluntad de Dios, los deseos engañosos. Porque prometen placer y traen dolor. Prometen alegría y traen depresión. Prometen victoria y traen división. Yo necesito a Jesús porque soy un pecador. Todos lo somos.

¿Es usted un pecador?, ¿Manifiesta en usted las obras de la naturaleza pecaminosa que heredó de sus padres y al final desde Adán y Eva? Lea esta porción de la escritura que está en Gálatas capítulo 5 y versículos 19 al 21 y examínese: “Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; 20 idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos 21 y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.”

No tiene que haber practicado todas las obras de la naturaleza, con una que se haya manifestado en su vida usted está descalificado delante de Dios. Al igual que yo, es un pecador. Pecado es no llegar al nivel que Dios exige. Es fallar el blanco que Dios ha establecido como estándar para sus hijos, santidad total.

Pablo, un judío y ciudadano romano de los tiempos de Jesús, persiguió a la iglesia. Hasta que Jesús mismo ya resucitado se le presentó y lo comisionó. Pasó tres días ciego. Alguien oró por él y recobró la vista. Y entonces cumplió su misión de proclamar el nombre de Jesús – que significa salvación – a los no gentiles – todo no judío –. El que antes perseguía a la iglesia de Cristo, ahora proclamaba el mensaje de salvación, que antes perseguía.

El apóstol Pablo escribió 13 de los 27 libros del Nuevo Testamento – la segunda parte de la Biblia, el nuevo pacto, que comienza con la narración del nacimiento de Jesús, su vida, muerte y cómo todos sus discípulos y las generaciones siguientes predicaron a Jesús como el Salvador y constituyeron la iglesia de Dios, donde Jesús es la cabeza y ellos el cuerpo –. Esto sin tomar en cuenta el libro de Hebreos, que algunos creen, que también fue escrito por él.

Así que este hombre, judío y ciudadano romano, Pablo, creía que estaba en la verdad y negaba a Jesús como el Cristo o Mesías – ambos títulos significan ungido, Cristo en griego y Mesías en hebreo. El ungido para salvar a Israel de sus pecados). No sólo no creía, perseguía a sus discípulos. También pensaba que guardar la ley de Dios – sus mandamientos, ordenanzas y preceptos – era el camino a la salvación. Y es que por las buenas obras nadie es salvo – El que es pecador, por mil y una obras que haga, seguirá siendo un pecador que hace buenas obras –. Luego de ser confrontado por Jesús, comprende la verdad. Por el primer Adán fuimos constituidos pecadores, el segundo Adán es nuestra esperanza de justificación.

Vea lo que este hombre escribió sobre Jesús –el segundo Adán – en el libro de Romanos capítulo 5 y versículos del 12 al 21: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron. Antes de promulgarse la ley, ya existía el pecado en el mundo. Es cierto que el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley; sin embargo, desde Adán hasta Moisés la muerte reinó, incluso sobre los que no pecaron quebrantando un mandato, como lo hizo Adán, quien es figura de aquel que había de venir. Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios. Pues, si por la transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos! Tampoco se puede comparar la dádiva de Dios con las consecuencias del pecado de Adán. El juicio que lleva a la condenación fue resultado de un solo pecado, pero la dádiva que lleva a la justificación tiene que ver con una multitud de transgresiones. Pues, si por la transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo. Por tanto, así como una sola transgresión causó la condenación de todos, también un solo acto de justicia produjo la justificación que da vida a todos. Porque, así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos. En lo que atañe a la ley, esta intervino para que aumentara la transgresión. Pero, allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, a fin de que, así como reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia que nos trae justificación y vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.”

Yo necesito a Jesús porque soy un pecador. Y el Dios santo que estableció sus mandamientos para todos los seres humanos lo hizo porque no hay pecado en él y eso demanda de sus criaturas. Esos mandamientos no existen para evitarnos vivir sino para evitarnos sufrir en lo individual y en lo colectivo. Y a la vez para que al darle honra y gloria al obedecerles cosechemos la paz de Dios sobre nuestras vidas. Pero los hemos quebrantado y el Dios justo que no tolera castigará a todo pecador con muerte y muerte eterna. Pero Dios no se complace en la muerte del malvado, sino más bien quiere que este se arrepienta de su conducta y viva.

Es más, los mandamientos de Dios son los derechos y la protección de los derechos esenciales de toda la humanidad. No matarás, es el derecho a la vida. No robarás, el derecho a la propiedad privada. No cometerás adulterio, el derecho a la santidad del matrimonio. No codiciarás, el derecho a la prosperidad desigual. No dirás falso testimonio, el derecho a la reputación. Honra a padre y a madre, el derecho al orden y respeto en la sociedad por los mayores. No tengas otros dioses además de mí, el mandamiento que más quebrantamos cuando hacemos de nuestra carrera profesional o de cualquier cosa nuestro dios. Le damos nuestras fuerzas y la gloria que merece Dios a otras cosas, eso es idolatría.

Yo necesito a Jesús, porque mi enfermedad es el pecado. El Dios justo me juzgará y como pecador seré condenado a muerte y a muerte eterna, no porque él sea malo, sino porque es justo. Pero existe la cura y es tan cara que Dios decidió hacerla gratis. Y no tiene qué ver con mis obras, sino con las obras de Cristo. Esta está en Jesús y será el tema de la siguiente publicación.

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