FELICIDAD Y GOZO

“Felicidad” es una palabra curiosa, especialmente en los círculos cristianos. Tiene mala reputación, ya que a menudo se le asocia con las circunstancias en vez de con la fe. Reconocidos escritores cristianos, como C. S. Lewis, hicieron grandes esfuerzos para diferenciar el gozo de la felicidad. El gozo, decía Lewis, es como experimentar un instante de cielo, como una vislumbre en la que las nubes retroceden y se abren durante medio segundo y nuestro corazón se expande para sentir a Dios. Es momentáneo y es grandioso. La felicidad, por otro lado, es pequeña y está asociada con las circunstancias aquí en la tierra.
Otros escritores han subrayado la diferencia entre felicidad y satisfacción. El apóstol Pablo, por ejemplo, no escribió mucho sobre la felicidad, pero sí sobre la satisfacción: “No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:11-13).
Quizás estoy siendo muy sensible en cuanto a las palabras, pero creo que son importantes. Permítame sugerirle esto: el gozo es una emoción que mira hacia arriba; la satisfacción es una emoción que mira hacia adentro; y la felicidad es una emoción que mira hacia afuera. El gozo dice: “¡Cuán grande es nuestro Dios!”. La satisfacción dice: “Es bueno para mi alma”. Y la felicidad dice: “¡Que esposo tan maravilloso tengo!”
La felicidad es importante. Todas queremos disfrutar de nuestro matrimonio. Pero la habilidad de disfrutar el matrimonio depende primera y principalmente de nuestra perspectiva. ¿Y qué determina eso? Nuestra actitud hacia Dios (mirar hacia arriba) y la actitud de nuestro corazón (mirar hacia adentro). Cuando sentimos gozo y satisfacción, la felicidad en el matrimonio se vuelve algo mucho más alcanzable.
Pienso que esto es lo que David prometió en el Salmo 37:4, cuando escribió: “Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón”. Una interpretación rápida de este pasaje pareciera suponer que si nos deleitamos en Dios, tendremos todo lo que queremos. Pero no creo que eso era lo que David quería decir. Creo que lo que quería decir era que cuando nos deleitamos en Dios, Él nos da nuestros deseos. Cambia nuestro corazón para que deseemos las cosas correctas. Nuestra habilidad para ser felices en nuestros matrimonios, entonces depende primeramente de nuestra habilidad de deleitarnos en Dios mismo. Se parece a lo que dice la placa que mi peluquera tiene colgada en su tienda: “Felicidad es tener lo que usted quiere y querer lo que usted tiene”. Cuando buscamos primero a Dios, nos damos cuenta de que realmente queremos lo que Él nos ha dado.

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