IDENTIDAD EN DIOS

Muchas veces, la gente no le da valor a la identidad que Dios les ha dado. Esto lo que provoca es que otros comiencen a beneficiarse de la inestabilidad de sus pensamientos, porque las crisis y las dificultades les han hecho cuestionar quiénes son.  Se preguntan si estarán en el lugar correcto, qué será de sus vidas, por qué les pasa lo que les pasa.
Hace un tiempo atrás, se dio un caso de un hombre que falleció y su viuda lo puso en un congelador por dos años, para continuar cobrando su cheque del seguro social. Por supuesto que no estuvo bien lo que hizo; pero, si analizamos, ella vio un valor –en este caso, monetario– en la identidad del que era su esposo, y buscó sacarle provecho. Al igual que esta señora, hay quienes reconocen el valor de tu identidad y tratan de sacar beneficio de quien tú eres. Con tu identidad, podrían comprar una nueva casa, un carro, mudarse a un nuevo lugar y  tener una nueva vida falsa. Pero, aun así, la iglesia y la gente no entienden lo importante y el valor que tiene la identidad que Dios les ha dado.
Quizás te encuentras en aprietos, piensas que no puedes hacer nada con lo que tienes, miras tus circunstancias y dices: ¿Quién soy yo para hacer algo?, ya se acabaron mis opciones. En el momento en que piensas que tu vida ya no vale nada, dale tu número de seguro social a un ladrón y él sacará provecho a tu identidad; aquí en la tierra, va a sacar lo que tú no estás dispuesto a sacar. 
Para evitar que otros roben tu identidad e intenten sacar provecho de la persona en la que Dios te ha convertido, debes pararte firme y saber quién eres. Vive consiente de quién eres en Dios porque, sin darte cuenta, los efectos de no saber quién eres pueden ser devastadores.
En la Biblia, puedes encontrar momentos donde algunas personas intentaron, y muchos lograron, robar la identidad de otro. Génesis 25:27-34 nos cuenta cómo uno de los hijos de Isaac menospreció el valor de su identidad. Esaú y Jacob eran gemelos, pero Esaú era el primogénito de Isaac, por haber salido primero del vientre de su madre, Rebeca. Este, en un momento de cansancio y hambre, menospreció el valor de su identidad, el privilegio de ser primogénito, y vendió a Jacob su primogenitura por un guisado de lentejas; le dijo a Jacob: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? (v.32) Luego, en Génesis 27, vemos el provecho que le saca Jacob a la primogenitura que su hermano Esaú menospreció. Isaac no sabía de este trato y, como no podía ver, en el momento que fue a bendecir a su primogénito Jacob, fácilmente le engañó disfrazándose de Esaú.
Mira, el olor de mi hijo, Como el olor del campo que Jehová ha bendecido;  Dios, pues, te dé del rocío del cielo, Y de las grosuras de la tierra, Y abundancia de trigo y de mosto. Sírvante pueblos, Y naciones se inclinen a ti; Sé señor de tus hermanos, Y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, Y benditos los que te bendijeren. Génesis 27:27-29
Entonces, cuando Esaú fue a donde Isaac a reclamar su bendición de primogénito, este le dice: ¿No has guardado bendición para mí? Isaac respondió y dijo a Esaú: He aquí yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus hermanos; de trigo y de vino le he provisto; ¿qué, pues, te haré a ti ahora, hijo mío?  Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró. Génesis 27:26-38
¿Alguna vez has sentido que dieron a otra persona lo que te correspondía? En ese momento, Esaú lloró amargamente porque lo que le correspondía a él se lo llevó otro y ahora parecía que no había ninguna otra oportunidad.
Tu identidad es intangible, por lo que, muchas veces, se te puede dificultar ver su valor, lo que te puede llevar a menospreciar tu identidad, hasta el momento que se refleja en el mundo natural. Esaú no supo el valor de lo que tenía, hasta que llegó el momento de la manifestación de la bendición de su primogenitura antes de su padre morir. Pero, para cuando se dio cuenta del valor de lo que tenía, ya había sido muy tarde porque en algún momento pensó que no le serviría de nada y la vendió a alguien que sí vio su valor.
La vida que hoy tú menosprecias, otro la desea. A lo mejor lo que tienes no es lo que quieres, pero otros quieren lo que tú tienes porque ven su valor. Es triste que no aceptes la bendición de Dios para tu vida, y más triste es ver cómo otros reciben la bendición que te correspondía.  Mientras más rápido aceptes esa identidad y aprendas la idea de Dios para ti, entonces podrás recuperarte y vivir toda la bendición que Dios tiene para tu vida.
Si hoy has perdido tu identidad por alguna circunstancia como divorcio, quiebra, problemas con tus hijos, o algo te ha hecho cuestionar quién tú eres, o porque en algún momento no apreciaste lo que tenías, ya basta de llorar porque, lo que Dios tiene preparado y planificado para ti, no se ha perdido porque alguien haya tomado tu lugar por un momento; es más, es todo lo contrario. En el mundo natural, otro toma tu identidad sólo para sacarte dinero, pero en el mundo espiritual, ya alguien tomó tu identidad para rescatarte, restaurarte y salvarte, ese es Jesucristo.  Cuando no valías un centavo, Él se identificó contigo, para que luego te identifiques con él.  Reconoce que tu verdadera identidad viene del Dios Todopoderoso, y que, aunque ahora no vez, el valor de lo que tienes muy pronto se te será revelado. 

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