EN UN DÍA

Eliseo pasaba, de tiempo en tiempo, frente a la casa de una mujer de Sunem. Insistentemente, la sunamita le invitaba a pasar y el profeta comía en su casa. Esta mujer y su esposo hicieron habitación para que el profeta se quedara, porque ella reconoció que aquel era un hombre de Dios.
El profeta había pasado frente a mucha gente, pero solo la sunamita percibió que aquel era un hombre de Dios, y le hizo un cuarto para que habitara en su casa. El profeta pasaba, de tiempo en tiempo, pero esta mujer se dio cuenta que ella no podía depender de algo que pasara de tiempo en tiempo. Ella quería algo que permaneciera, que no fuera una visita temporera.
Dios pasa por nuestra vida muchas veces, de tiempo en tiempo, y a veces no nos damos cuenta y no lo invitamos a entrar. Provoca que las cosas de Dios ya no vengan y se vayan de tu vida. Date cuenta que hay algo que Dios está haciendo, algo que él quiere hacer, y haz un cuarto, un lugar donde eso que Dios quiere hacer permanezca para siempre.
Cuando estamos todo el tiempo buscando tan solo el nuevo mover de Dios, nos olvidamos de aquellas cosas que Dios quiere hacer que permanezcan en nuestra vida.
Dios pasa oportunidades delante de ti, pasa líderes, amistades, personas que él quiere que permanezcan en tu vida. Y tú tienes que discernir quiénes son porque, a través de ellos, Dios puede desatar el milagro que tú has estado esperando.
Esta mujer no tan solo tenía percepción espiritual de que Dios estaba pasando a una persona especial delante de ella, sino que se encargó de que esa persona permaneciera en aquel lugar; creó un lugar cómodo de habitación. Ella entendió que del único que podía esperar aquello que tanto había deseado, era de Dios.
Tiene que haber un momento en tu vida en que decidas que no vas a depender de las relaciones que tengas, de la gente que está en autoridad, pero que no tienen poder para darte lo que tú necesitas. Aquella mujer conocía al general, a gente de autoridad; pero no todo el que tiene autoridad, tiene el poder para darte lo que tú necesitas.
Tus conexiones no te dan seguridad. No se trata de menospreciar a las autoridades; de ninguna manera; pero tu vida no cambia porque conozcas a personas en autoridad. Lo que cambia tu vida es la palabra que Dios trae a tu vida. Y aquella mujer hizo habitación para un profeta, para aquel que llevaba palabra enviada por Dios.
Dios le dio a aquella mujer el hijo que Eliseo le profetizó. Años después, ese hijo muere, y ella lo llevó donde el profeta, y este lo resucitó. Ella no fue donde el general para que le resucitara el hijo, porque el hijo no vino del general, sino del Dios Todopoderoso.
Deja de depender de tus contactos, y deja de esperar que alguien te abra una puerta. Abre tú la puerta, percibe lo que Dios está haciendo delante de ti, porque hay cosas en tu vida para las que solo tú puedes abrir una puerta para que Dios haga algo en ti que nadie más va a poder hacer.
Si no estás en necesidad, este mensaje es para ti. Porque quizás no te estás muriendo de hambre como la viuda de Sarepta, y tienes muchas cosas de las que pudieras depender, como la sunamita, pero no hay nadie a tu alrededor que pueda hacer lo que solo Dios puede hacer contigo. Es mejor que abras una puerta ahora, para que un día Dios pueda entrar a través de esa puerta y quedarse en tu casa.
La Biblia dice que un día vino el profeta. Esa mujer no sabía cuándo el profeta iba a pasar, pero ella se había encargado ya de abrir la puerta. Tu vida puede cambiar en un día. Abre hoy una puerta y, un día, Dios te va a llamar a esa puerta y te va a dar el milagro que tú has estado esperando.

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