LOS BIENAVENTURADOS

Antonio Cruz que “no existe otro pasaje de la Escritura que haya sido tan escudriñado como este y haya marcado tanto las diversas corrientes teológicas dentro del cristianismo a lo largo de la historia”. El autor se refiere a las bienaventuranzas, que ocupan gran parte del capítulo cinco en el Evangelio escrito por Mateo. Cruz cambia el sustantivo “bienaventuranza” por el adjetivo “bienaventurados”. Lo hace así en el título de portada, porque el triple mensaje de las bienaventuranzas lo dirige al individuo, a la persona. Por todas partes se ven corazones dolientes, almas en tinieblas, vidas marchitas, mujeres y hombres que arrastran su cansancio físico y su muerte espiritual por los caminos del mundo.

 Las bienaventuranzas contienen un mensaje de redención y de esperanza. Mateo introduce el sermón de las bienaventuras diciendo que Jesús, al ver las multitudes en la cercanía, abrió su boca para enseñarles. No que antes la tuviera cerrada. Hasta entonces había abierto la boca de los profetas, ahora abría la suya propia. Esto es, hablaba por sí mismo. Lo que iba a proponer eran asuntos grandes y divinos. 

Misterios que hasta entonces había callado. En este sermón llama bienaventurados a los que lo son, no en la posesión del día a día, sino en la esperanza; a los que ascienden como por grados a la felicidad. Es esto lo que lleva al autor a subtitular su libro “descubra los secretos de una vida cristiana feliz”. Él lo es. 

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