LA META ES SER TRANSFORMADOS

El mundo natural tiende a amar solamente a aquellos que van a ser recíprocos con ellos.  Esto causa una de las mayores frustraciones porque no todo el mundo tiene la capacidad de reciprocar su amor de la misma manera que son amados.
Jesús dijo: ¿Qué has hecho de más, si el que amas, te ama?
Para amar a este nivel, es importante entender que la fe en Cristo Jesús no es para mejorar, sino para ser transformados.  Al venir a Cristo, la meta no es mejorar tu vida, sino transformar tu vida.  Si tu aspiración es mejorar tu vida, siempre estarás atrás de lo que Dios quiere hacer contigo.  La meta de todo creyente es aceptar la invitación a ser transformados.  Sólo los transformados satisfacen sus necesidades naturales y espirituales con el espíritu de Dios.  Sólo los transformados satisfacen su necesidad de amar, únicamente con el amor de Dios.  Solo los transformados pueden vivir sabiendo que, en algún momento, su cuerpo va a tener hambre y que todo lo que hagas no será reciprocado, pero, con todo, seguir amando.
Imagínese si Cristo hubiese muerto en la Cruz del Calvario solamente por aquellos que le amaron.  No lo hubiese hecho, porque Pedro le negó, Judas lo traicionó y los discípulos se escondieron.  Fue a la cruz, no para ser reciprocado, sino para demostrarle al Padre que había sido transformado y salió de la naturaleza humana para vivir la verdadera vida de un hombre resucitado que vive por encima de sus necesidades.  Lo hizo para demostrar que una vida transformada puede culminar su propósito, aunque el mundo no sea recíproco y sus necesidades no sean satisfechas.  La satisfacción más grande la recibe en su espíritu.
El día que aceptes el reto de ser transformado, verás cosas que nunca has visto.  En el mundo espiritual, eres transformado en el mismo instante que aceptaste al Señor como tu Salvador y eres trasladado de las tinieblas a la luz admirable.  Pero tu mente y tú interior se van a tardar en recibir esa transformación.
Lucas 5 nos relata la pesca milagrosa.  Jesús le dice a Pedro: Serás pescador de hombres.  Si Pedro hubiera sido un cristiano regular, al recibir el milagro, hubiera dado gracias por la gran pesca y hubiese llevado el diezmo al templo, y ya.  Si Pedro hubiese prestado la barca, esperando algo a cambio, al recibir el milagro, se hubiese quedado allí.  Pero este milagro lo que provocó en Pedro fue entender que no era suficiente que sus necesidades fueran satisfechas.  Aceptó el reto de ser algo más, por seguir a Cristo.  Y podemos ver cómo Pedro caminó sobre las aguas, se convirtió en un pescador al que se le multiplicaron los peces en las manos, encontró una moneda dentro de un pez y recibió revelaciones que otros no tuvieron, todo por aceptar el reto de hacer algo diferente.
Pedro aceptó el reto y no se conformó, sino arriesgó todo otra vez porque quería más de Dios para su vida.  No siguió a Jesús para ver qué él iba a hacer con él, sino para ver qué iba a ser a través de él.

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