DIOS NO TE VA A DEJAR


Una de las promesas más grandes en la biblia es la promesa que Dios le da a Jacob.  Su madre le enseñó sobre esta promesa: Que el segundo sería mayor que el primero.  Jacob no supo cómo obtener esta promesa correctamente ante de los ojos de Dios.  Logra que su hermano mayor, Esaú, le venda la primogenitura por un plato de lentejas y engaña a su padre para ser bendecido.  Luego, se encuentra en la situación de que es odiado por su hermano y, por esto, tiene que salir huyendo de casa de sus padres, convirtiéndose en un hombre errante.
En el camino, Jacob tiene un encuentro con Dios.  Dios le hizo una promesa de que lo iba a bendecir, a prosperar, a guardar, a cuidar y le iba a traer de regreso a su casa.  Le dijo: Te voy a traer en paz, te voy a mostrar a los tuyos para que vean que, a pesar de todo lo que has corrido, voy a cumplir mi promesa contigo; regresarás a los tuyos en paz.  Dios se mostró fiel a su promesa; lo cuidó por más de 20 años.  Jacob se casó, adquirió riquezas, prosperó y, eventualmente, llegó el momento de regresar a la casa de sus padres.
Lo primero que debes entender es que, a veces, la reconciliación toma tiempo.  No debes detener el resto de las promesas de Dios porque no hayas visto la reconciliación que estás esperando.  A veces, posponemos en nuestra vida todas las otras bendiciones que Dios nos quiere dar, porque queremos cerrar ciertos capítulos primero.  No puedes poner en espera lo que Dios va hacer contigo.  Cuando llegue el momento, harás lo que tengas que hacer, pero no pongas tu vida en espera por una circunstancia de dolor que no has podido resolver hoy.
La grandeza de un hombre que le cree a Dios es que, a pesar del dolor, Dios sigue cumpliendo su promesa sobre su vida.  En medio del dolor, Dios te puede prosperar, bendecir.  En medio del dolor, Dios te puede dar una familia, llevarte a nuevos lugares. 
A Jacob, por 20 años, le dolía el estar lejos de su familia, le dolía lo que le estaba sucediendo.  Pero aún en medio de su dolor, Dios cumplía su promesa.  Debemos entender que al Dios que le servimos va con nosotros en todo el camino.  Por supuesto, hay situaciones que hay que resolver en el momento necesario.  Lo que tienes que tener es un corazón dispuesto para cuando Dios te indique cuándo hacerlo. 
Lo más seguro, cuando llegaste a los caminos del Señor, llegaste como Jacob: huyendo, con problemas, herido; pero no olvides que los cielos fueron abiertos para ti y Dios te ha dicho: Te voy a llevar por un nuevo camino, te voy a bendecir, te voy a prosperar, y no te dejaré hasta hacer lo que dije que iba hacer contigo.  Con esa promesa es que debes aprender a caminar.
No pierdas el tiempo, no les eches la culpa a las personas con quien tienes los problemas.  Tendemos a echarle la culpa a estos, cuando estamos detenidos.  ¿De qué te vale prosperar y regresar, si no hay paz en tu vida?
Las promesas de Dios son más grandes que tu pasado, que tu angustia y que tus problemas.  Las promesas de Dios son las que te definen, y no el dolor de los problemas. Lo que te define es que los cielos fueron abiertos sobre tu vida.  Él te dio una palabra, y te ha dicho: No te voy a dejar, no te voy abandonar, hasta cumplir lo que te he dicho. 
Dios no te va a dejar.  El te ha hecho su proyecto de vida.

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