TRATAMIENTO TEMPORAL O SANIDAD TOTAL

Las técnicas y terapias tienen su lugar en el proceso de sanidad del hombre interior, pero si solamente se enfatizan los tratamientos sin el poder de Cristo Jesús para sanar, transformar y liberar al hombre, será solo eso, un tratamiento que puede dar resultados o no. La sanidad en lo más profundo del hombre es un proceso milagroso que solo Dios, por medio de su Espíritu Santo, puede manifestar. El hombre puede ayudar a que una persona se normalice y sugerir muchas cosas que son útiles y beneficiosas, pero solo Dios puede sanar. Cuando Dios sana, el hombre no tiene que seguir lidiando con eso durante el resto de su vida, sino que se convierte en una persona libre: libre del pasado, de la culpa y de la condenación, y libre de sus temores. Las cicatrices pueden persistir, pero Dios sana las heridas. Y, al igual que Jesús, que lleva sus cicatrices como testimonio del poder libertador de Dios, también todos nosotros tenemos cicatrices que se convierten en nuestro testimonio de sanidad para ayudar a otros en situaciones similares. El poder transformador de Cristo es completo, liberando al hombre de las ataduras emocionales, del pasado, del abuso, de las ofensas e injusticias. Se centra en las raíces de los problemas sin ahondar en todos los pequeños detalles, sin hipnosis ni imaginarios viajes allá lejos. 
 Un encuentro con el poder liberador de Cristo es impactante y espectacular, y sana el alma del hombre, dejando tras de sí un dulce aroma y avanzando hacia un comienzo totalmente nuevo. Si usted tiene una carga de ropa para lavar, solo tiene que ponerla en la lavadora, agregar el detergente, ajustar el dial, y dejar que se lave hasta que termine. Usted no extiende la ropa, investiga cada pequeña puntada, mancha, y botón, y luego tratar de decidir si se reducirán o desaparecerán. 
No, usted tiene la seguridad de que la lavadora va a limpiar la ropa sin romperla ni decolorarla. Podemos confiar en Dios que nos creó a su imagen, porque Él nos puede liberar sin rompernos ni hacernos sufrir otra vez el dolor de todo el pasado con el fin de facilitar nuestra recuperación. Una vez que una persona recibe ministración y vuelve a sentirse libre, en su interior se despierta un deseo de obedecer a Dios y servirle. Comienza a experimentar una sensación de bienestar, más energía y una mejor disposición. El miedo se va de esa persona, y el deseo de ser positiva toma su lugar. De repente, es capaz de hacer efectivamente las cosas que antes no podía y no tenía deseos de hacer. Un nuevo nivel de entendimiento y el deseo de la Palabra de Dios comienzan a desplegarse mientras la persona sigue caminando en su libertad. 
 Para disfrutar realmente de la vida en plenitud, libre de un pecado esclavizante o de un patrón establecido de pensamiento negativo y atemorizante, debemos comprender el papel que juegan nuestro espíritu, alma y cuerpo en la restauración y sanidad de nuestro ser. También debemos entender que tenemos un enemigo que constantemente busca destruir nuestra fe. Si el enemigo puede robar su fe, también conquistará su alma.

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