CENICIENTA


"Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna". (Juan 3:16)

Un día, leyendo noticias por Internet, me encontré este titular en un diario inglés: "Desde Cenicienta, no se le pone tanta atención a un pie". La noticia a continuación informaba sobre la lesión de un jugador de fútbol de aquel país.

La ingeniosa frase me hizo recordar por un momento el cuento de la Cenicienta, que la mayoría de nosotros recordamos: una pobre, disminuida y humillada muchacha, que a raíz de una serie de hechos particulares terminó deslumbrando al príncipe, al punto de lograr que este fuera por todo su reino a buscarla pie por pie –literalmente-, para terminar viviendo felices por siempre.

Quizá te preguntes qué tiene que ver eso contigo. ¿Te das cuenta de que la historia de la Cenicienta puede tener mucha semejanza con nuestra historia personal con Dios? Estando perdidos y sin esperanza, se hizo hombre para venir a buscarnos, no porque le hayamos deslumbrado sino porque Él pensaba en nosotros, nos amaba y deseaba que pasáramos la eternidad a su lado. No traía un zapato como requisito para escogernos, sino que por el contrario, quitó cualquier requisito que nos impidiera acercarnos y ser parte de su reino.

¿Has pensado últimamente en eso? Quizá también te hayas sentido como la Cenicienta en algún momento de tu vida, o lo estás sintiendo en este instante; pero la buena noticia es que el Creador del universo pensó en ti y ha venido a buscarte. El texto de Juan 3:16 aún sigue vigente para todos nosotros.

Oración
Señor, te agradezco que hayas pensado en mi desde antes de que el mundo fuera creado. Ayúdame a recordar tu compañía y amor cuando me sienta desanimado y sin fuerza para seguir caminando hacia la meta. En el nombre de Jesús. Amén.

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