SANA TUS ALAS ROTAS

Hay diferencias en el diseño del hombre y de la mujer y estas señalan la perfección de Dios creando dos personas con características específicas, a fin de que cada parte sea complemento de la otra.

Por muchos años había creído que los varones, por el simple hecho de ser varones, tenían una extensa lista de prerrogativas tales como ser autoridad sobre la mujer, gozar de más inteligencia, más capacidad para hacer negocios, merecedores de los mejores puestos y salarios en las oficinas y mucho más.

Sin embargo, a medida que he ido madurando, sobre todo, al ir aprendiendo en la escuela de la vida de Dios, me he dado cuenta de que realmente hay hombres muy inteligentes, con muchas capacidades según su área de trabajo, excelentes líderes y que muchos merecen los salarios que devengan. Pero… también he descubierto una verdad paralela: las mujeres también poseen una inteligencia admirable, indiscutibles capacidades y son excelentes líderes, porque han sido creadas a la imagen de Dios.

El relato de la creación del Génesis (Gn 1) no deja lugar a dudas sobre la igualdad fundamental entre el varón y la mujer: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra; y sojuzgada, y señoread….» Al varón y la mujer les fue dada, por la imagen de Dios, igual dignidad, jerarquía y visión.

Hay diferencias en el diseño del hombre y de la mujer, mas estas no establecen jerarquía o superioridad de uno sobre el otro, sino señalan la perfección de Dios creando dos personas con características específicas, a fin de que cada parte sea complemento de la otra. Sin embargo en este artículo no se pretende discutir este tema, ya analizado por teólogos y biblistas, sino analizar el sufrimiento de la mujer resultante de un mundo pecaminoso y proponer la participación de ella en cambios que agraden a Dios.

Lo increíble es que en nuestra cultura latinoamericana la mayoría de las mujeres sufren simplemente por su género. He descubierto en el seno mismo de la iglesia, en hogares de cristianos, incluso en familias de pastores, que algunas mujeres son tratadas como ciudadanos de segunda clase, lo que conlleva un profundo sufrimiento. Muchas son rechazadas desde el vientre materno sólo por su género. En cierta oportunidad una mujer me relató que su esposo la había abandonado porque ella le había dado cuatro hijas; él siempre había querido tener un varón y como no lo consiguió, se marchó… a pesar de que son los hombres que determinan el género del bebé.

Cuando he compartido en diferentes lugares con grupos de mujeres, he descubierto con dolor que aproximadamente 80% de ellas han sufrido desdén desde temprana edad, e incluso abusos físicos, verbales, violaciones, y diferentes tipos de maltrato (muchas veces por sus propios padres o por familiares). Han llevado pesadas cargas que no han dejado florecer su verdadera identidad y honor dado por Dios. Han luchado para hacer su contribución singular en la sociedad pero han sufrido el desgaste de una lucha que nunca parece terminar. En toda Latinoamérica se puede observar esta triste realidad en el rostro de la mayoría de las mujeres. Rostros que denuncian su profundo dolor.

Las niñas que han sufrido se convierten en muchachas que son conquistadas por un «galán». En ese tiempo la mujer se siente atraída, pues el conquistador le despierta la conciencia de que ella es especial, porque desde que la conoció le ha ofrecido protección y atención, y ha producido en ella la oportunidad de soñar con una vida diferente, llena de esperanza, de ilusiones… Y como una niña inocente, con el firme deseo de realizar su sueño de casarse y formar su propio hogar (para escapar de una vida difícil y miserable) cree en el conquistador… Entran al matrimonio con traumas no resueltos, los cuales posiblemente, por no recibir la ayuda necesaria, nunca resolverán. Muy pronto el tiempo de conquista llega a su fin, y lastimosamente, el «cuento de hadas» se acaba y se repite la cruda realidad. El maltrato aceptado y los roles ya establecidos como «normales» por una sociedad machista, comienzan a darse de manera natural sin que nadie se inmute por ello.

Muchas creen que al contraer matrimonio van a liberarse de todo el sufrimiento y con el afán de liberarse de este estilo de vida, aceptan con sencillez la nueva vida que se les ofrece. Empero, no siempre obtienen una felicidad integral, pues, lamentablemente, muchas han sido formadas para hacer que otros sean felices y ellas simplemente sean el medio de esa felicidad. Todavía me estremece el comentario que en una ocasión me hizo una señora: «Yo soy el trapito que limpia el vidrio para que otros vean.»

El menosprecio a la mujer se manifiesta hasta en el humorismo, el cual revela el predominante concepto patético de nuestra sociedad, según el cual la mujer fue creada para ser utilizada por el hombre. Esto se aleja diametralmente del diseño original de Dios, donde se promulga el compañerismo y no el señorío del uno sobre la otra. No existe ninguna evidencia bíblica de que la creación de la mujer haya sido defectuosa ni de que el propósito de nuestra creación haya sido para que fuésemos usadas por el varón y aun descartadas por él. El pecado ha pervertido el plan de Dios.

El maltrato se presenta en cualquiera de sus facetas: físico, emocional, sexual, amenazas, intimidación, el arma del silencio, despotismo, presión financiera, violencia contra la propiedad, aislamiento, humillación, abandono, etcétera. Y como si esto no fuera suficiente, la mayoría son víctimas de infidelidad conyugal. La mujer se llega a acondicionar de tal forma al sistema machista que llega al extremo de creer que la infidelidad es normal y en medio de un caso de infidelidad se dicen unas a las otras: «Yo creo que es un desliz, perdónalo por esta vez, ¿quién no lo ha hecho?». Decían las abuelas de una generación anterior a la mía, con el fin de tolerar el adulterio de los varones: «Los hombres son de la calle y las mujeres de su casa», «De la puerta hacia fuera, los hombres son libres de hacer lo que se les plazca».

Muchas hemos sido enseñadas en ese contexto. Y para añadir dolor sobre dolor, hay algunas que erradamente son moldeadas a que se consideren culpables de la infidelidad de sus parejas. Las causas supuestas de dicha culpabilidad son incontables: Aumento de peso, falta de una atención «como se merece», falta de habilidad culinaria, y menor formación académica, (lo cual establece un abismo entre ambos), etcétera. Sin embargo he visto a chicas muy lindas, profesionales y formadas en el seno de buenas familias, engañadas por sus esposos. Pareciera que eso es lo normal y las mujeres han aceptado este hecho social de generación en generación, y lo han tolerado por considerarlo inevitable o que su deber es sufrir.

Hay otro elemento en esa realidad de menosprecio que vive la mujer: debemos dar todo por poco o muchas veces por nada. Aunque una mujer se haya esforzado para alcanzar una carrera universitaria, se le requiere o casi se le obliga a que se niegue a sí misma el uso y desarrollo de sus capacidades cuando se casa, y en ese nuevo estatus, dirigida por la idiosincrasia de la sociedad, debe dedicarse exclusivamente al rol de ama de casa. Mujeres de una generación no muy lejana a la mía, comentan que sus padres les decían… «¡No! ¿Para qué vas a ir a la universidad? Estudia algo corto, como secretariado o algo que simplemente te sirva para defenderte; el que una mujer estudie una carrera larga es una pérdida de tiempo y de dinero.» Esta visión del desarrollo de una mujer me parece muy miope sin dejar de señalar que injusta, ya que a ambos, varón y mujer, Dios les dio dones, talentos y deseos de realizarse en diferentes áreas de la vida.

Es sorprendente la cantidad de limitaciones impuestas que las mujeres sufren. Para muchos hombres las mujeres no tienen aspiraciones, ni inteligencia para ejercer distintas profesiones (ingeniería, arquitectura, medicina o cualquier otra en la que deseen desarrollarse). Estoy convencida de que las mujeres son altamente competentes para desenvolverse laboralmente en el área que deseen y la historia lo ha comprobado.

Me pregunto cuántos esposos han consultado a sus esposas cuáles son sus sueños de realización personal, y si ya los conoce, ¿cuánto han cooperado para que la verdadera identidad de su esposa salga a luz, sea quien ella es y se desarrolle para lo que fue formada por Dios? En general, la realidad de nuestra Latinoamérica muestra que el esposo ignora los anhelos del corazón de su esposa, espera desarrollarse y triunfar él y ya sea consciente o inconscientemente, espera que su esposa entierre sus más profundos sueños y lo ayude a alcanzar sus metas. En muchos casos no es ni para desarrollarse él a expensas de ella, sino porque él no aprueba dirigido por sus prejuicios el progreso de ella.

Gracias a Dios muchas mujeres han disfrutado del fruto de su esfuerzo de acompañar y apoyar a sus esposos en el progreso exitoso de las capacidades de ellos. Pero existe una mayoría de mujeres abandonadas por sus esposos después de que ellos alcanzan sus metas. Estas mujeres no gozan del fruto de su esfuerzo a pesar de que lo entregaron todo: se quedó en casa, se negó a sí misma cosas que le habría gustado tener o hacer para desarrollarse como persona, trató de ahorrar hasta el último centavo para que su esposo estudiara o lograra sus sueños, pero el día menos pensado, ese varón, por el cual se sacrificó para tener un futuro mejor y una vida más cómoda para los hijos, se marcha.

Ante esta realidad de la mayoría de las mujeres quiero compartir algunas verdades que nos ayudarán a romper los viejos esquemas y a participar en la obra de Dios de redimir y restaurar vidas.

De la mujer nace vida para dar vida: Ser mujer es un privilegio que Dios concedió a cada una de nosotras. Debemos estar agradecidas por tanta misericordia y gracia, aceptando que él, tiene un propósito especial para nosotras, el dar vida y crear calidad de vida. Con la ayuda de él podemos contribuir a la vida verdadera de otras personas y disfrutar de vida en abundancia.

La mujer es coheredera de la gracia de la vida: En 1ª de Pedro 3.7 se ordena a los maridos que den honor a la mujer como a coheredera de la gracia de la vida. En otras palabras, Dios sitúa a la mujer claramente en un lugar de honor, donde él siempre ha querido que esté. Sin embargo, las primeras personas que necesitan cambiar para operar cambios significativos en nuestra cultura, somos nosotras mismas. El cambio debe partir de nuestra propia aceptación, en la que reconozcamos que somos creación especial de Dios y coherederas de la gracia de la vida; a fin de aprender a valorarnos, a cultivar nuestras fortalezas y a reducir nuestras debilidades.

La mujer es digna de recibir honor por parte del varón: En el mismo versículo Pedro demanda honor para la mujer. Es una orden de Dios. Y añade una advertencia: las oraciones de aquel esposo que no dé honor a la mujer serán estorbadas. La cláusula final de este versículo sugiere un vínculo estrecho entre la intimidad de un varón con Dios y la dignidad ese varón dé a la mujer. Oremos porque los varones adultos moldeen sus creencias y conductas de acuerdo a esta verdad, y puedan formar nuevas generaciones de varones con creencias y conductas que dignifiquen a la mujer, pues de esta forma tendrán una vida que crece legítimamente en la intimidad con Dios.

Dios ha dotado a la mujer para que produzca gozo y alegría, tanto emocional como espiritual: Ella es como el termostato del hogar. Imagine un momento conmigo: usted se levanta cantando, toda su familia se torna feliz y así se irán a sus diferentes actividades. Pero… si usted amanece enojada, el ambiente se torna hostil. Nuestra presencia en el hogar tiene trascendencia física, emocional, intelectual, social y espiritual en cada uno de sus miembros, es una gran responsabilidad y capacidad que como mujeres tenemos, necesitamos aprovecharla con sabiduría.

La mujer es el corazón de su hogar: Unimos a la familia, consolamos, escuchamos al hijo (a) o esposo cuando están cargados, acudimos en auxilio sin importar la dificultad. Dios nos ha hecho expertas en relaciones humanas, y sensibles a las necesidades y realidades de otros. ¿Acaso no es cierto que Dios ha puesto características de su corazón en nosotras para sentir, amar y cuidar como él lo hace? Siempre me he preguntado qué pasaría si se sacaran las mujeres de todos los hogares. Yo me atrevo a especular que nos enfrentaríamos a una situación caótica en la mayoría de ellos.

Dios creó al varón y a la mujer para que se complementaran, y si Dios quiso que el varón fuera la cabeza del hogar y la mujer el corazón, fue para que la fusión entre varón y mujer resultara perfecta. Tanto el uno como el otro son vitales. Sin duda el varón también siente y se conmueve y la mujer también reflexiona y decide con excelencia, pero cada uno tiene sus características y capacidades distintivas para hacer su parte en forma especial.

La mujer debe desarrollar al máximo sus potencialidades (dones y talentos que Dios le ha dado) para que resulte en una excelente esposa, madre, profesional y ama de casa. Es justamente cuando la mujer se desarrolla integralmente que su contribución, tanto a su familia como a la sociedad, llega a máximizarse. La mujer descrita en Proverbios 31.10–31 es tal mujer. Observe como se sale de los moldes tradicionales de su época y de la nuestra. Compra, vende, negocia, administra su casa, se viste hermosa es excelente esposa —corona para su marido—, excelente madre —sus hijos la llaman bienaventurada— y mucho más. Hoy, en la mayoría de nuestras iglesias, esta mujer tan completa no sería bien recibida, porque despertaría el celo de competencia y actitudes de censura. Hoy, la mujer virtuosa deseada por muchos y que muchas predicaciones fomentan es la mujer pasiva, que se deja utilizar, y no la mujer emprendedora de Proverbios 31, cuya libertad de usar su gran capacidad le ha sido robada.

Cuando algunos predicadores exponen el tema se atreven a decir que «con dificultad se encuentran mujeres virtuosas en esta época». Y tal vez sea cierto, pero… ¿no será así porque los maridos realmente no están dispuestos a que su esposa sea como la mujer de Proverbios 31 y las han estorbado? La mayoría de las mujeres sanas tienen ese espíritu emprendedor, han tenido aspiraciones y deseos de hacer grandes cosas; pero han sido limitadas por sus propios padres, esposos, la iglesia y la sociedad. Han pretendido volar, pero no pueden, ¡porque sus alas les han sido cortadas! Mujeres necesitamos creer, descubrir y cultivar este propósito de Dios claramente descrito en este pasaje para nuestras vidas. Y necesitamos la valentía para no dejar que nos sigan cortando las alas a fin de poder extenderlas y aprender a volar.

¡Y pensar que la mujer misma, en muchos casos, participa en la perpetuación de los esquemas machistas! Sí, porque, cuando es madre, es la persona que educa a sus hijos e hijas y lamentablemente, sigue enseñando dentro de la tradición. Por lo tanto, no sólo se sigue sosteniendo una sociedad machista, sino que también se sigue dejando a la sociedad una herencia de mujeres sin la preparación para discernir las características de la identidad dada por Dios y los planes que él tiene para ellas. Los hijos se forman con hechos y palabras y las madres mismas se han encargado de comunicarles día a día que las mujeres son inferiores a los varones. 

Reproduzca en su mente esta pequeña escena: «Hija, sírvele a tu hermano de cenar.», Y a lo mejor el hermanito está simplemente viendo la televisión. Esto es sólo un pequeño ejemplo, y probablemente usted se estará riendo al recordar cuántas escenas de estas se han repetido a diario en su casa. Aclaro bien, no estoy diciendo que no sirvamos con amor a otros. ¡Por supuesto que debemos hacerlo! En Cristo tenemos esa gran capacidad para amar y servir. Pero si se enseñara desde el principio del servicio mutuo, se haría una contribución valiosa a fin de romper el mito de que la mujer es inferior y al servicio del varón. Y con muchos cambios como este podemos redescubrir e implementar los valores cristianos que han sido vedados por el mundo y que nos ayudarán a tener una vida para la gloria de Dios y el bien de nuestras familias.

Los animo a estar conscientes de que la mujer fue concebida en el mismo corazón de Dios a fin de lograr grandes cosas, las cuales ni siquiera podemos imaginar; pues el Señor, en su infinita gracia, se complació al hacernos partícipes activas en su reino. Pero, como ya he dicho, debemos creer en esa gracia divina para con nosotras, aprender a amarnos y a valorarnos como personas especiales y capaces de hacer el bien en Cristo. De esa manera seremos realmente libres para realizar con éxito las grandes responsabilidades que nuestro Señor nos ha delegado como mujeres. Debemos y podemos educar con amor a nuestro mundo. Con la ayuda de Dios, podemos cortar la cadena de opresión y violencia de la cual la mujer ha sido víctima y hacer una diferencia sustancial. Depende de nosotras y de la gracia del Señor el ser exitosas en esta empresa.

Mujer, mi propósito es despertar tu conciencia de que está en tus manos mejorar tu vida. Dios te ama y en él puedes ser libre internamente para lograr, junto a tu familia, los sueños que ha guardado tan íntimamente. Si desarrollas todo tu potencial habrá satisfacción en su familia.. Aquellos a quienes amas se gozarán por ti y tu por ellos.

¡Adelante, mujer, descubre y vive según la identidad que Dios te ha dado! , ¡sana tus alas y levanta el vuelo!

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