LA IMPORTANCIA DE UNA VISION


La vida debe vivirse con una visión clara en nuestra mente y espíritu, establecida de acuerdo con la palabra de Dios, la comunión con el Dios de la Palabra y la continua reflexión personal. De otra manera permaneceríamos en una constante incertidumbre acerca del plan de Dios para nosotras como siervas y copartícipes de Su proyecto para que el Reino sea extendido. Pensando en las implicaciones de una visión bien establecida encontré que la Biblia en el cuarto capítulo del libro de Proverbios expresa lo siguiente:
- v. 25 «Miren tus ojos hacia delante y fíjese tu mirada en lo que está frente a ti». El texto nos hace pensar en una visión que nos ayudará a determinar los pasos necesarios para la consecución de nuestras metas futuras.
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v. 26 «Fíjate en el sendero de tus pies y todos tus caminos serán establecidos»
- v. 27 «No te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda. Aparta tu pie del mal»
En estos versículos se nos advierte que existen factores que pueden desviarnos de nuestra visión, para que así podamos evitarlo a toda costa. Se pone de relieve que tal vigilancia requiere disciplina y dominio propio para que caminemos en la dirección que Dios nos establece y consigamos apartarnos de lo que nos distrae o nos lleva por sendas distintas.
Una visión es una meta amplia que incluye toda la existencia pero que está delimitada en la mente de forma clara y es coherente con la voluntad expresa de Dios. En el establecimiento de una visión es importante tomar en cuenta que la vida se compone de múltiples dimensiones: espiritual, física, emocional, relacional, financiera, laboral, y otras más. Una revisión honesta de cada una de ellas a fin de que nuestra visión sea verdaderamente integral, es
fundamental.
La definición de una visión Volviendo a la expresión «Miren tus ojos hacia delante» podemos notar que nos insta a enfocarnos en lo que viene. No se puede mirar simultáneamente en dos direcciones; pretender lograrlo no hace más que confundirnos y restarnos energía. O, nos enfocamos en lo que quedó atrás o miramos hacia el porvenir. Muchas personas están ancladas en lo que les pasó o lo que les hicieron. Buscan afanosamente los culpables de su situación actual. Sin embargo, el énfasis debe estar en lo que se puede lograr todavía a pesar del pasado. Por supuesto, esto no implica una negación irresponsable del dolor que las heridas nos causan. Es necesario perdonar a quien haya que perdonar, reprocesar las situaciones traumáticas y buscar que el Señor restaure lo que deba ser restaurado en nuestro corazón para poder avanzar en libertad. «Miren tus ojos» Esta frase nos habla de la responsabilidad de ver con nuestros «propios» ojos ese camino. No a través de los que otros nos muestran.

¿En dónde están puestos mis ojos? ¿Cuál es mi visión en particular?
Si quisiéramos hacer un intento de definición, podríamos decir que una visión es una meta amplia que incluye toda la existencia pero que está delimitada en la mente de forma clara y es coherente con la voluntad expresa de Dios; un objetivo de vida bien establecido. Una dirección hacia la que sentimos que el Señor nos impulsa con un propósito especial y para la cual nos ha capacitado. Características de la visión
1) La visión da dirección, orden y sentido a la vida Proverbios 29.18, nos recuerda que «Donde no hay visión el pueblo se desenfrena». La visión provee una base de ordenamiento y estabilidad.
2) La visión debe estar profundamente grabada en la mente y el corazón Nunca debe ser olvidada; debe ser clara, concisa y detallada. Habacuc 2.2 dice: «Entonces el Señor me respondió y dijo: Escribe la visión y gráb
ala en tablas.”
3) La visión es algo personal Debe ser custodiado en lo interno y compartido sólo con personas de confianza y en el tiempo oportuno. Esto para evitar que el enemigo quiera adelantarse en nuestros planes para sabotearlos, especialmente cuando se trata de proyectos para el Señor. Es mejor trabajar duro en primera instancia y compartirlo cuando hayamos logrado consolidar las bases de nuestro plan. Recordemos Mateo 17.9: «Mientras descendían del monte Jesús les ordenó, diciendo: No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.»
4) Es un medio a través del cual Dios nos comunica su voluntad
Se revela en forma cotidiana en nuestras oraciones, mediante una estrecha relación con él, en nuestro caminar diario a su amparo. Génesis 15.1 dice que «Después de estas cosas la palabra del Señor vino a Abram en visión diciendo: No temas, Abram, yo soy un escudo para ti; tu recompensa será muy grande.»
5) La visión viene a nuestros pensamientos y a nuestra imaginación Escuché decir alguna vez que «el pensamiento es materia». Cuando Dios quiso mostrarle a Abram lo que tenía para él lo llevó fuera y le dijo: «Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas. Y le dijo: Así será tu descendencia.» Era una muestra «gráfica» y comprensible para él de los planes que el Señor le estaba comunicando.
6) La visión debe ser creída, abrazada, retenida en lo profundo de nuestros ser Nos dice el relato de Génesis que «Abram creyó en el Señor, y él se lo reconoció por justicia.» Debemos tener una profunda convicción interna de la fidelidad de nuestro Dios y su compromiso constante en cumplir sus promesas. Lo que vivimos con el Señor es una continua aventura de fe que requiere de dependencia completa y confianza en él.
7) Dios busca a sus hijos para darles visión
En el caso del llamamiento de Samuel, nos dice el relato que «vino el Señor y se detuvo, y llamó como en las otras ocasiones» en total, llamó cuatro veces. Dios estaba buscando a alguien en el cual pudiera depositar una visión importante para su momento histórico. Había escogido a Samuel y él mismo lo buscó para que fuera su siervo en medio de la gran crisis espiritual de su pueblo. Por supuesto, debemos aquietar el corazón, tal como él lo hizo, para poder escuchar sin estorbo la voz de Dios que nos llama insistentemente y responder con un sincero «aquí estoy, Señor.»
Otras consideraciones Mientras caminamos en el logro de las metas puede ser necesario hacer ajustes a nuestro plan. Es el contacto profundo con Dios el que nos permitirá saber cuáles son esos cambios, así como el momento oportuno para realizarlos. Es aprender a conocer los «semáforos» de Dios o las señales de Dios, para hacer los «altos» y los «cedas» en el momento adecuado y por supuesto, entender cuando continuar la senda. Nuestro Dios es un pedagogo que no siempre sale a auxiliarnos inmediatamente (porque nos quedaríamos como niños espirituales), sino que va proveyendo los recursos que considera necesarios para nosotros en cada circunstancia específica.
Es importante recordar que Dios no revela su voluntad para toda nuestra vida de un golpe, sino que nos la va aclarando a medida que camina a nuestro lado día a día. Lo que vivimos con el Señor es una continua aventura de fe que requiere de dependencia completa y confianza en él en cada situación que nos toque enfrentar. Por otra parte, no deberíamos olvidar que el enemigo quiere desalentarnos. Es por esta acechanza continua que debemos estar siempre alertas para descubrir las estrategias que pretenden apartarnos del camino que el Señor desea que sigamos.
¡Que nuestra mente y corazón estén siempre enfocados a seguir ese
plan maravilloso que el buen Dios tiene para nosotros y a través de nuestras vidas!

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