MI FAMILIA ES UN CAOS!!!


Se han estudiado distintos tipos de familia disfuncionales; no es que están enfermas, sino que no son como la familia clásica; pero en realidad son más común de lo que nosotros nos imaginamos. Por ejemplo:

Familias de tres generaciones
Son esas familias donde conviven una abuela, una mamá y una hija o un hijo; son tres generaciones juntas. Hay conflictos porque no se sabe bien dónde está la autoridad; ¿quién toma las decisiones?, ¿quién mantiene la casa?, ¿quién es la jefa de la familia? Un hijo se pone de parte de la abuela o de la mamá, otro queda un poco descolgado, afuera. Por eso se la considera una familia disfuncional.

Familias con soporte
Son esas familias numerosas, muy grandes, donde generalmente los hijos mayores cuidan a los más chicos, y esos hijos mayores entran en crisis porque no se consideran dentro del núcleo de hermanos, ellos no pueden verse como un hermano más, porque muchas veces tienen que cumplir con la función de papá o mamá. A la vez la autoridad está dividida, porque los hermanitos no les hacen caso, y los padres a veces tampoco le dan toda la autoridad a esos hijos, así que son hijos que se quedan siempre en el medio.

Familias acordeón
Es cuando uno de los padres permanece fuera de la casa por mucho tiempo, por viajes, por trabajo, por negocios; y toda la responsabilidad recae en uno de los padres. El problema es que muchas veces los hijos hacen alianzas con el papá o con la mamá que se queda en la casa, y rechazan o no pueden incorporar al otro cuando regresa de su viaje.

Familias con padrastros o madrastras
Es una familia extendida, donde hay ex de acá, ex de allá, hijos de un lado, hijos de otro lado. Es muy difícil a veces integrar a cada uno de esos integrantes o ex-integrantes de la familia, y hay que tener en cuenta que todos son parte de la familia, que todos existen y cada uno tienen un grado de autoridad diferente. Tal vez para los propios hijos puede ser muy importante su mamá, pero para los nuevos hermanos esa mamá no es importante, sino su propia mamá, que no vive con ellos. Los hijos de uno y los de otro…
 
Familias con un fantasma
Es cuando hubo una desaparición, un abandono, o una muerte extraña en esa familia; la crisis está en quién ocupa el lugar de esa persona, los roles y la actividad que hacía esa persona que ya no está; se tiene que armar una nueva estructura familiar y eso resulta muy difícil.

Familias descontroladas
Cuando uno de los miembros no puede controlarse: el niño que tiene rabietas y es un tirano, porque con sus rabietas domina a toda la familia, no hay manera de detenerlo, se hace lo que el niño quiere; es tan tirano, tan caprichoso, que termina dominando a toda la familia. Los profesionales dicen que ese niño se subió a los hombros’ de uno de los papás; ahí hay problemas de pareja, se van robando la autoridad; entonces el niño aprovecha y desde arriba (“mamá me deja, o papá me deja”) simbólicamente se sube arriba de los hombros de uno de los papás, y desde ahí ejerce autoridad. Tal vez los cónyuges viven descalificándose mutuamente, entonces ninguno puede ponerle un límite, y ese hijito es el que termina dominando a toda la familia.

Familias en proceso de disolución
Son las que están a punto de separarse y a veces los hijos se transforman en botín de guerra: ella defiende a la mamá, el otro hijo defiende al papá, “tu dile a tumamá tal cosa” o “tu dile a tu papá tal cosa”, y usan a los hijos como botín de guerra. Hay que lograr que los padres se pongan de acuerdo en lo que se refiere a los hijos; aunque no nos pongamos de acuerdo como pareja, tenemos que ponernos de acuerdo sobre las decisiones que vamos a tomar sobre nuestros hijos.

Familias con integrantes psicóticos
Yo me asombré de la cantidad de mujeres que tienen hijos psicóticos, hijos esquizofrénicos, hijos que están tomando medicación, que están internados en institutos psiquiátricos. En estas familias lo más difícil es poder comunicarse, no hay entendimiento, no se entienden; porque cuando uno tiene un familiar enfermo psiquiátrico lo más difícil es justamente poder comunicarse.

Familias con hijos delincuentes
El hijo que sale a robar, el hijo que delinque. De cualquier manera está mostrándole a la sociedad que sus padres fallaron en la educación, que fallaron en ponerle límites, que fallaron en enseñarle valores y principios; se lo muestra a todo el mundo, le muestra a la sociedad. Y muestran la vergüenza de sus padres, que no supieron ponerles límites; hacen pública esa vergüenza.

Familias con hijos con impedimento físico
Tienen mucha carga económica por tener que atender a un integrante de la familia, comprar los medicamentos especiales, alguien que necesita tratamiento médico intenso. Son familias que muchas veces se cierran, no hay interacción interna en la familia, hay mucha culpa, bronca y rabia por esa situación que se tiene que vivir. Lo que hay que lograr en esta familia es que todos reconozcan que llevan una carga, pero que todos tienen méritos; cada miembro de esa familia tiene méritos; eso es lo más importante en este tipo de familias.

Familias con hijos adictos
Hoy hay muchísimas familias con hijos adictos. Ese hijo o esa hija adicta está mostrando que tiene una mamá sofocante, una mamá que lo está asfixiando y no sabe cómo salir de esa madre súper-protectora que no le deja vivir su propia vida; quiere salir y lo hace a través de la adicción. O tal vez un hijo que se siente expulsado del mundo familiar, y dice: “nadie me necesita en esta casa; yo no sirvo, no me tienen en cuenta, yo no soy importante ni para ellos ni para mí”, y por eso deciden por las adicciones.

¿Cómo actúan algunos padres? Hoy estamos viendo padres pasivos. Son padres que no se mueven, tienen bloqueada su autoridad; están como atados. No saben ponerle un límite a sus hijos; no se hacen cargo de nada. He escuchado a madres que el padre no le pasa el dinero que le tiene que pasar; llega, se pone a ver televisión, se acuesta y no habla con los hijos, nunca hay una palabra de amor, nunca hay una palabra de límite, nada. Son padres desaparecidos, padres pasivos. Hombres que son ‘niños eternos’, no se responsabilizan por nada, no se preocupan por nada.

Son esos hombres a los que no les preocupa si hay dinero para pagar los libros, los útiles, la ropa de los chicos, la luz, el gas; son hombres pasivos. Y ahí aparece la madre superpoderosa; cuando hay un padre pasivo aparece la ‘madre todo-poderosa’. “Yo tengo que hacer todo lo que él no hace”, entonces esa madre vive haciendo rol de mamá y el rol de papá; hacen de todo pero viven quejándose. Imagínense ese chico que vive en una casa que tiene un padre que no tiene autoridad, que no sabe para dónde va, que ni registra al hijo, y una madre que hace de todo para tratar de cumplir con todo, pero vive quejándose y con una frustración impresionante. La madre todopoderosa es una madre guerrera, que es fuerte; pero el problema es cuando vive quejándose: “yo tengo que hacer todo, tu padre no hace nada…” y empieza a meterle rabia, ira, bronca al hijo de lo que es el padre.

Otro modelo de madre son las ‘niñas distraídas’; son esas mujeres que no se hacen cargo de nada, que deciden impulsivamente; hablan que van a hacer esto, mañana que van a hacer lo otro, pero nunca se deciden a hacerlo. Son esas mujeres que se enteran últimas de todas las cosas en la familia; se enteró todo el mundo menos ellas (que no tenían más plata, que al marido lo echaron del trabajo, que el marido se fue con otra mujer). Esas mujeres tampoco tienen autoridad familiar, y los hijos necesitan padres con autoridad. No hablamos de autoritarismo. Autoridad no es que los abuelos tienen que cumplir la función de los padres.

Y hay otros padres o madres que son victimas de las circunstancias, especialmente los hombres que creen que los problemas siempre son culpa de otros, no se hacen cargo de nada. La mujer dice: “mi marido es un tirano” y él dice: “a mí los hijos me sacan la plata, lo único que hacen es pedirme dinero todo el día, lo único que quieren es un padre que les de dinero y yo me deslomo toda la vida y ¿qué más les puedo dar?, ¡me mato trabajando!”. Para esos padres siempre son los otros los felices, y ellos son unos desgraciados; las otras familias son bárbaras y a ellos les tocaron los peores hijos, la peor esposa, el peor marido. Son victimas de las circunstancias. Un espíritu de victima.

Hay algunas cosas que, si las estamos haciendo, tenemos que dejar de hacerlas; y si todavía no hemos formado nuestra familia, debemos evitarlas siempre:

1) En casa no debe haber favoritismo
Las mujeres tenemos un favoritismo con el hijo varón. Pero el hijo varón es hijo por siempre; no ni esposo ni amante, ni el que te tiene que mantener la casa, ni es el hombre de la casa. El hijo varón es hijo, no es el salvador. Mujeres que ven un hombre y parece ya que le ponen todas las características: “el que me va a mantener, el que me va a salvar, el que necesita ser más atendido, a éste le tengo que tener todo preparado, le tengo que planchar la ropa…” Y hacen con el hijo varón lo que tal vez no hacen con el marido. Y cuando se muere el marido, dicen: “él ahora es el hombre”.
Yo conozco mujeres que me han dicho: “mi hijo es como mi amante; si no está él yo no sé para donde disparar; todo hay que preguntarle a mi hijo, él es el que toma las decisiones en casa”. ¡No! Tu hijo es hijo. Favoritismo, ¡fuera!

2) Nunca debe haber en una familia temas que no se hablan
Los temas secretos: “en esta casa de ese tema no se habla” Y los chicos lo que buscan es lo prohibido; si tu dices: “acá de sexo no se habla” van a ir a conversar de sexo en otro lado, porque ellos se tienen que enterar y tienen que aprender que no hay temas que no se hablan. “Acá de la enfermedad de tu madre no se dice nada, no se lo cuentes a tu hermano porque es chiquito y le va a hacer mal”. Todos tienen que saber todas las cosas que ocurren –de acuerdo a la edad que tengan, y de acuerdo a las preguntas que hagan–; pero no puede haber secretos. En nuestras familias por años hubo secretos: siempre había una tía loca; que había tenido un hijo tipo monstruo… de esas historias hay muchas; esos secretos que nunca se descubren y nunca se saben. No debe haber temas que no se hablen. Todo se tiene que hablar de acuerdo a la edad, pero hay que hablar todo; y si no sabés cómo decirlo, buscás la ayuda de un profesional, pero las cosas se tienen que hablar.

3) No debe haber emociones prohibidas
Hay casos donde no se permite la expresión de las emociones: “no llores, sos hombre”, “no seas tonta, ¿cómo vas a abrazarme así delante de la gente?”. Hay familias donde las emociones están prohibidas; nadie se abraza, nadie se besa, nadie se dice cosas lindas. “A ver si ésta se agranda si le digo eso”, nunca un halago, salvo que venga un cumpleaños, sino nada. No se regala nada, nadie se agasaja, no hay fiestas por nada, salvo las fiestas obligadas, pero no se festeja nunca nada especial. “En esta casa no quiero que te rías de esa manera, no te quiero escuchar llorando más, esa palabra acá no se dice”; emociones prohibidas. No debe haber emociones prohibidas. “No te tienes que enojar por eso” …¿y si se quiere enojar cuál es el problema? Especialmente a las mujeres, que les dicen: “no te enojes que pareces un hombrecito”, “¡cómo te sientas así, pareces hombre!” y la nena se sentó como se le ocurrió… ¿cuál es el problema?

4) No debe haber estigmatización o apodos
“Esta es la tonta, este es el inútil, ésta es la loca”. O tal vez: “la narigona, la gorda”; eso está mal. Tu le diste un nombre a tu hijo; llamalo por su nombre.
¿Cómo ponemos la casa en orden?
Por empezar, todas las familias tienen algo disfuncional; no hay familias perfectas. Si te dicen que son perfectos, esa es la más disfuncional; es la que más conflictos tiene; porque no existen familias perfectas.
Tengo que ser autoridad de mis hijos
Nuestros hijos están esperando y anhelando que seamos autoridad, no quieren padres blandos. A los hijos no hay que pegarles, ni en broma. NO a la violencia. La gente que usa la violencia no sabe poner límites con palabras, se le va de las manos porque no saben poner límites con amor y autoridad; no saben lo que es la autoridad y pasan al autoritarismo. Nuestros hijos tienen que saber que la violencia es mala, no la tenemos que usar nunca. ¿Cómo un hijo va a recibir golpes de quienes lo tienen que amar? “Ah, pero un buen golpe…” ¡No! Nada. Eso es porque somos escasos de recursos, pero Dios nos ha dado creatividad e inteligencia para usar la autoridad que Él nos dio sobre nuestros hijos en forma positiva. Tienes que sacar la violencia de tu casa; eso no es usar autoridad; eso es violencia.
¿Qué es usar autoridad…?

Ser la entrenadora de tus hijos
Un padre debe ser el entrenador de sus hijos. “Yo estoy entrenando a mis hijos para la vida”. ¿Cómo los puedo entrenar? Bendiciéndolos cada día.

 Tengo que bendecir a mis hijos. Tiene que ser un hábito en tu vida el bendecir cada día a tus hijos con una buena palabra, con una palabra del cielo; todos los días tus hijos tienen que tener sobre su cabeza una bendición. Bendecir viene de la palabra griega ‘eulogio’ que literalmente significa ‘elogiar’. Eso es una bendición: elogiar. Yo tengo que saber elogiar a mis hijos, aunque hayan hecho una torpeza. No puedo todo el día exigir, exigir y no bendecirlos.

Trabajar en equipo en nuestra familia
Todos tenemos nuestras actividades, todos tenemos nuestros sueños, todos tenemos un horario distinto, uno sale a la mañana, otro sale a la tarde, otro sale a la noche; pero tenemos que buscar algo para que nuestra familia también sea un equipo; algo que a todos nos guste hacer, que hagamos todos juntos; un proyecto. Aunque sea ponerse de acuerdo para orar por la compra de algo: “vamos a comprar el auto, vamos a verlo todos juntos” o “vamos a pisar esa casa que le estamos pidiendo a Dios”, o “vamos a programar nuestra vacaciones”, “vamos a programar ir juntos a tal lugar”, algo que hagamos como equipo. Mi familia es un equipo.

Dejar de hacer lo que al otro le molesta
Si cada uno en la familia entendiera que hay cosas que al otro le molestan, y que –al menos por respeto– puedo dejar de hacerlo cuando esa persona está presente. Si yo sé que a mis hijos les molesta que entre a la habitación y les revuelva las cosas, no lo hago por respeto a mis hijos. Si a tu marido no le gusta tal cosa, no lo hagas; si a ti no te gusta tal cosa, decile a tu marido: “por favor, esto no lo hagas por lo menos delante mio” y en esa conversación decile qué es lo que no te gusta. No lo hagas; trata de evitarlo de la manera que puedas. Evita esas cosas que exasperan a los demás. A veces oramos y oramos por nuestros hijos, para que cambien, y Dios nos dice “examinate tu primero…” Dios te dice: “el problema no es tu hijo, examínate primero tu”.

Conectarlos con el propósito de Dios

Todos los seres humanos somos cuerpo alma y espíritu; y nosotros tenemos que enseñarles a nuestros hijos que ellos tienen espíritu, y que ese espíritu necesita ser saciado, y con lo único que se va a llenar ese espíritu es con Jesucristo. La mente, el alma, las emociones, las llenamos, estudiamos, nos capacitamos; los chicos van a bailar, llenan sus emociones, están contentos, bailan, saltan, eso está cubierto. Lo físico lo cuidamos alimentándonos, algunos hacen deportes, etc. Eso también está cubierto. Pero ¿qué pasa con el área espiritual? Tenemos que enseñarles a nuestros hijos que hay un área que necesita ser satisfecha; ellos creen que la van a llenar con lo físico, con lo emocional, pero eso tienen otro origen, y el origen es Dios.

La parábola del sembrador dice “pero las otras semillas cayeron en buen terreno”. Nuestros hijos son buen terreno. Lo tienes que creer tu para que lo crean ellos: tus hijos son buena tierra. Las semillas cuando cayeron, brotaron, crecieron y produjeron. Lo que tengo que hacer es sembrar, cubro con tierra, riego y después… espero. Nosotras las mamás sembramos una semilla y empezamos a revolver todos los días, ¿puede crecer así una planta? Sembramos una palabra de fe, y al otro día le decimos: “no tuviste fe, acordate lo que tu madre oró por por vos…” y le vamos removiendo la tierra, y la planta no crece. Dejemos de remover la tierra; tus hijos te dicen: “mamá, ¡qué molesta que eres!” porque de verdad les resulta molesto.

Primero la planta va a echar raíces, por eso no ves nada. Tu hijo está echando raíces; deja de mover la tierra porque se esa fortaleciendo en sus raíces. “Pero mi hijo está como antes…” porque está echando raíces; no podés ver nada pero dentro de poco vas a ver los primeros brotes. No tienes que ir tu a los brotes, los brotes tienen que venir.

¿Y qué es regarlos todos los días? Regarlos con bendición. Yo ya sembré, pero todos los días voy a bendecir a mis hijos, decirles palabras de Dios. No toques la semilla desde arriba; regá con palabras de bendición: “mi hijo está bendecido, yo sé que hoy sus amigos no son los correctos, pero yo ya solté una palabra, una semilla, y yo dije, y declaré y sembré la palabra, esa semilla ya la sembré”. No le digo: “¡otra vez sales con esos!”, no toco más; basta. Pero todos los días bendece a tus hijos.

“Señor los bendigo con salud, los bendigo con bendición extraordinaria, los bendigo con felicidad, los bendigo con alegría; todo lo que ellos hagan va a prosperar, yo sé que Dios tiene cosas grandiosas, yo sé que mis hijos están ungidos, mis hijos son para vos Señor, nada los detiene, porque van a correr hacia tus brazos y se van a abrazar a vos, y te van a amar”.

Hay una parte que crece y no se ve, y algo que crece y que sí se ve. Tus hijos hoy están en proceso, desde el día que vos declaraste, esa semilla empezó el proceso. Vos pensás que no pasa nada… sí está pasando, pero es raíz; y dentro de poquito vas a ver el brote.

Auque te de ganas de decirle de todo, esperá. Señalale algo bueno, algo que tal vez ellos no vean. Tiene que ser creíble, no le inventes cosas, ten discernimiento de lo que cada uno de tus hijos es. “Qué inteligente eres”, “tu eres sensible pero a la vez eso te hace fuerte”. Hablale con sabiduría a tus hijos; no como tontos… son tus hijos.

Moisés, Aarón y María, esa sí que era una famila disfuncional: Moisés tartamudo, no podía hablar una palabra completa; Aarón no sabía ni para qué existía, hablaba lo que Moisés trataba de decir, le traducía pero no sabía para donde ir; y María tocando todo el día el pandero, saltando. Pero con esa familia disfuncional el Señor hizo que todo su pueblo que estaba en Egipto en esclavitud, saliera y se dirigiera a la bendición. Si Dios lo hizo con esta familia, ¡¿cómo no lo va a hacer con la tuya!? Él te va a usar y va a usar a toda tu familia para llegar a la tierra de la bendición.

A los hijos les interesa la bendición de los padres; tal vez no le interesa una superfiesta sino que estemos ahí y podamos bendecirlos, y darles amor. Creé en tus hijos.

Necesitas a alguien que crea en ti, que te diga: “lo vas a lograr, vas a poder”. Eso es una tarea de entrenamiento, y nosotras tenemos que entrenar a nuestros hijos para lo bueno, para la victoria, para la bendición, para que sean arriesgados en la vida, para que logren sus sueños. “Creo en ti, sé que tienes potencial, sé que tienes capacidad”.


Dios te ha puesto en lugar de autoridad sobre tus hijos.

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