LA IZQUIERDA DE DIOS

Hay numerosas escrituras que mencionan “la diestra”, incluyendo la “diestra de Dios” (Hechos 2:33-34; 5:31; 7:55-56; Romanos 8:34; Efesios 1:20). En la Escritura, la frase “la diestra de Dios” alude a autoridad, domino y poder. Por ejemplo, cuando Jacob estaba bendiciendo a sus nietos Manasés y Efraín, cruzó sus manos y puso su mano derecha sobre el hijo menor en lugar de poner la sobre el mayor (Génesis 48:13-18). 
Normalmente, la mano derecha se ponía sobre el hijo mayor, que era el heredero de la bendición y la primogenitura de la familia. La mano derecha del patriarca era considerada la mano de especial aprobación y bendición, especialmente en momentos de oración y de transferencia de bendición espiritual a la siguiente generación. 
Sin embargo, Job mencionó “el norte” (o la mano izquierda de Dios), un término que se encuentra solamente en Job. He aquí yo iré al oriente, y no lo hallaré; Y al occidente, y no lo percibiré; Si muestra su poder al norte, yo no lo veré (Job 23:8-9). Desde una perspectiva rabínica, el norte o la mano izquierda de Dios alude al lado de la oscuridad, la prueba y la dificultad: lo contrario al favor y la bendición que se encuentra en la diestra. El concepto se origina en la Creación cuando Dios creó los dos opuestos de luz y tinieblas. 
Desde un concepto rabínico, la luz fue formada con la diestra de Dios, y la oscuridad fue separada con su mano izquierda (Génesis 1:18). En la diestra de Dios la persona encuentra el favor de Dios, sus bendiciones y su aumento. Sin embargo, en la mano izquierda hay oscuridad, prueba y angustia. En Job 23, este santo que sufría confesó que estaba buscando a Dios dirigiéndose al oriente y al occidente, pero no podía encontrarlo. Job entonces admitió que estaba viviendo al norte, o la mano izquierda de Dios: donde Él obra. Job reconoció que a pesar de la terrible aflicción y angustia para su carne, su alma y sus emociones, Dios tenía una mano izquierda o un lado izquierdo donde Él seguía obrando. Dios está con nosotros, incluso en la más grave de las crisis, oscura prueba y sufrimiento. Los hechos son que vivimos en un planeta que experimenta el dolor de hambrunas, terremotos, tormentas, inundaciones y desastres naturales que pueden afectar a la provisión de alimentos, el agua potable, nuestras casas y nuestros negocios. 
Un desastre natural no necesariamente indica alguna forma de juicio sobre una zona, ya que fenómenos meteorológicos han estado produciéndose durante siglos y con frecuencia se mueven en ciclos. Cristo lo dijo de este modo: “[Dios] hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Yo he dicho: “En la vida, suceden cosas malas a personas buenas, y pueden suceder cosas buenas a personas malas”. Lo que la doctrina de la maldición generacional parece pasar por alto es que Dios siempre obra en la vida de cualquier creyente que tenga un pacto con Él y esté verdaderamente sirviendo al Señor con todo su corazón. Los pasos del justo son ordenados por el Señor (Proverbios 37:23). Si el que los creyentes experimenten dificultades fuera cierta señal de una maldición, ¡entonces el apóstol Pablo habría sido el hombre más maldito en el Nuevo Testamento! Lo siguiente es lo que él afrontó durante su viaje misionero: Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma, y yo no enfermo? (2 Corintios 11:23-29). Imagino a creyentes en el primer siglo diciéndole a Pablo: “Estás bajo una maldición por tus pecados del pasado, porque consentiste en la muerte de Esteban (Hechos 7:58-60; 8:1), perseguiste a creyentes, encarcelaste a algunas personas e hiciste que muchos blasfemaran (Hechos 22:4; 26:11)”. 
Antes de su conversión, Pablo hizo todo lo anterior. Sin embargo, las dificultades de Pablo no estaban basadas en sus actos del pasado, ya que él dijo que olvidó lo que quedaba atrás y se extendía hacia las cosas que estaban por delante (Filipenses 3:14). Pablo trató con un “mensajero de Satanás”, al cual denominó “un aguijón en la carne” que le acosaba continuamente (2 Corintios 12:7). Los sufrimientos de Pablo frecuentemente eran iniciados por líderes religiosos judíos ofendidos por su conversión a Cristo y que buscaban frenar su mensaje utilizando persecución, arresto y presión para detenerle. Era imposible que Pablo estuviera sufriendo por alguna maldición de desobediencia a la ley cuando escribió: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley” (Gálatas 3:13).

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