Usted y yo nunca seremos capaces de decirles no a nuestros sentimientos si no tenemos dentro un fuerte conocimiento de la Palabra de Dios. Jesús tenía los mismos sentimientos que tenemos, pero nunca pecó por ceder a ellos.
Cuando estoy dolorida por alguien y me siento enojada o disgustada, me conforta mucho levantar mi rostro, mis manos y mi voz al Señor y decir: "Jesús, me alegra tanto que tú comprendas lo que siento en este momento y que no me condenes por sentirme así. No quiero ventilar mis emociones. Ayúdame, Señor, a superarlas. Ayúdame a perdonar a quienes me han juzgado mal y a no desairarlos, evitarlos o buscar devolverles el daño que me han hecho".
¿Por qué no inclina su cabeza usted también y le agradece al Señor por entenderlo? Ore conmigo: "Gracias, Señor, por entenderme y no condenarme. Gracias por no dejarme. Te pido ayuda, que yo pueda ser más comprensivo como tú lo eres".
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