LA CREACION Y LA PROSPERIDAD


 ¿Debe el cristiano anhelar y obtener la prosperidad prometida por Dios en el Antiguo Testamento?


No es una pregunta ociosa, tampoco capciosa. Estos son tiempos difíciles en los que cobra verosimilitud aquel dicho vulgar: ‘de todo hay en la viña del Señor’. Es un lugar común encontrar, tanto en el mundo como en grupos de cristianos, gente dispuesta a aceptar cualquier enseñanza sin indagar qué hay detrás de ella.
Para diferenciarnos preguntamos, no con el afán de confundir sino de acercarnos a la verdad.

Quizás el más ruin de los engaños es el que siembran los falsos judíos desde el inicio mismo de la iglesia, dos milenios atrás. Con gran astucia logran que muchos de los creyentes nuevos se presten ingenuamente a mezclar su naciente fe en Jesucristo con el pasado, presente y futuro de Israel.

En esa multitud de falsos maestros destacan pastores de mega iglesias y millonarios telepredicadores muy hábiles en lucrar con esa versión adulterada del Evangelio. Emocionan a sus miles de admiradores con las promesas del Antiguo Pacto dirigidas a Israel. Sacan de contexto la prosperidad de Israel y engrosan sus cuentas bancarias sin ningún pudor .

Se aprovechan de los que olvidan –o porque no leen- que el Antiguo Testamento no comienza con Israel sino mucho antes, con el relato de la Creación. En el primer libro de la Biblia judeo-cristiana leemos:

 “ Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 
 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.  
 Y los bendijo Dios, y les dijo:  
 Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. 
 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. 
 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer.  
 Y fue así. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.”    

LA PROSPERIDAD, PARTE DEL PLAN DE LA CREACIÓN
Este relato tan simple como rotundo es aceptado por las tres creencias monoteístas que sostienen que Dios es el Creador del Universo. No obstante, desde el inicio es necesario aclarar que, mientras judíos y cristianos aceptan el relato in toto, los mahometanos solo aceptan las referencias que de él hace el Corán; las que haríamos bien en conocer pues contienen importantes diferencias con la Biblia.

Hecha la aclaración, dejando de lado preconceptos y prejuicios, analicemos el texto citado. Preguntémonos:

¿Hay en la Creación una relación directa con la prosperidad como meta del ser humano? Veamos:

1. NATURALEZA SOBRENATURAL DE UN CREADOR SINGULAR Y PLURAL.
Dios crea al hombre recién después de establecer los elementos básicos y la riquísima diversidad biológica que le servirían de escenario sostenible y único, en el que nada faltaría para que su genial obra viviese, fructificase y perdurase; en suma: prosperase.

La pareja humana recibió la orden de sojuzgar y señorear, acciones que definen el dominio y la soberanía del Creador. No teniendo necesidad de consultar con nadie para proyectar y ejecutar su plan, Dios delegó en el hombre y la mujer la tarea de administrar el orden de la creación; la haría en permanente diálogo con el Creador.

El Señor confió al hombre la prosperidad que consiste en saber administrar la perfecta armonía de lo sostenible. Ella incluye gozar de la tarea, disfrutar con responsabilidad del fruto que genera en cada ciclo y estación del año; y, fundamentalmente, el goce incomparable de obrar en estrecha comunión con el Creador y sustentador de la vida. Él vio que todo lo que había creado era bueno en gran manera; por esa causa sus colaboradores podrían actuar confiando en la bendición con que el Creador los puso en funciones; esa era la mejor garantía para su éxito.

2. RASGOS DEL MODELO.
El artista normalmente trabaja sobre la base de un modelo. Dios no necesitó de uno; nada de lo que Él había creado le servía de modelo para hacer al hombre. Lo maravilloso es que partió de Sí mismo:

 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”  (4) .Hizo tal como lo había propuesto cuando dijo:  “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” .

Como podemos apreciar existe una absoluta coherencia entre Su plan y la ejecución del mismo.
¿Qué importancia tiene esta afirmación con nuestro tema? Vale la pena investigarlo.

La palabra hebrea para  imagen es  "tzelem"  que deriva de otra más breve:  "tzel"  que significa  "sombra" ,  que es lo que aparece junto a cualquier objeto que recibe la luz solar. Hay otra relación digna de mención: el nombre  “Bezaleel”(Betzale’el)  que literalmente significa  "a la sombra de Dios" 

Bezaleel fue la persona encargada por Dios para construir el Tabernáculo y todos sus utensilios. Con el Tabernáculo y lo que equipaba su interior los antiguos israelitas podían acercarse a Dios en el culto. En resumen, podemos ver en el relato del Génesis que el ser humano es la sombra de Dios; y que, en muchos aspectos refleja Su perfección y belleza cuando le rinde culto al Dios que hizo los cielos y la tierra. Pero, a su vez, Dios es la sombra bajo la cual el hombre se siente protegido, reconfortado y movido a la adoración  (7) .Ahora bien, los verbos son conjugados respetando la singularidad o pluralidad del pronombre. Sin embargo, el relato del Génesis sorprende pues nos presenta a Dios (singular) diciendo: ‘Hagamos’  (plural). No solo eso, sino que el  ‘hombre’  (singular) es creado por Dios como ‘varón y hembra’  (la conjunción ‘y’ forma el plural de dos).

Esta aparente inconsistencia gramatical nos da pie para seguir indagando. El Creador, que se presenta como Uno y que, simultáneamente, nos habla en plural está mostrando una característica Suya que será transmitida al hombre en virtud de su multiforme creatividad. El dador y sustentador de la vida nos está dando a conocer Su propósito de imprimir en Su criatura aquellos rasgos de Su persona que reflejan no solo Su indiscutible autoría sino también Su proverbial generosidad.

El capítulo 5 del Génesis repite el acto de la Creación e inaugura una genealogía que no menciona a los primeros dos hijos de Adán y Eva. Con Abel muerto a manos de su hermano y Caín cargando su culpa y errante por el mundo, Dios levanta una nueva descendencia en Set. Es interesante leer que, acerca del nacimiento del tercer hijo de Adán y Eva, la Escritura dice:

 “Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set” (negritas del autor)  

Nótese: Adán fue creado a imagen y semejanza divina; Set a imagen y semejanza de su padre Adán; porque este ya no podía transmitir la imagen y semejanza de Dios en su plenitud, sino la imagen y semejanza resultantes de un hombre caído y degradado a causa del pecado.

La prosperidad dejó de ser un don gratuito; ahora se había convertido en una meta a ser alcanzada solo a través del duro trabajo y el sufrimiento causados por el engañador y por la maldición de la tierra. Administrar la Creación dejó de ser una tarea placentera y llegaría a convertirse en una pesada obligación. El padre de mentira con su engaño trajo tardíamente a la realidad al hombre; vivir sería para él una diaria y dura batalla a librar entre el bien y el mal.

LA TENTACIÓN OFRECE FALSA PROSPERIDAD 
La pareja humana vivía sin culpa mientras tenía comunión con Dios. Bastó que el engañador tentase a la mujer para que los dos fueran infieles a Dios y conocieran en carne propia el estrago de la culpabilidad. ¿Qué hizo el enemigo de Dios para engañar al hombre? Puso en duda la palabra del Creador, relativizó la importancia de sus instrucciones a largo plazo y sugirió que saber desde el principio el bien y el mal los haría ser como Dios.

En suma: les abrió un atajo para llegar más rápido a la meta. En esto consiste, precisamente, la falsa prosperidad: en alcanzar en el corto plazo lo que mucho se desea tener. Ese es el espíritu de engaño que cautiva a las mentes de los débiles. Astutamente, el diablo ocultó el hecho de que el hombre y la mujer habían sido creados a imagen y semejanza de Dios.

No es veraz aquella persona que solo dice una parte de la verdad y silencia otra. Tampoco es cierto que una mentira sea necesaria en ciertas ocasiones (las mentiras ‘piadosas’); algunos viven diciendo ‘mentirillas’ todo el tiempo y terminan construyendo un falso relato de la realidad del que quedan prisioneros de por vida.

A causa de la desobediencia del hombre, la creación entera fue sujetada a la vanidad del pecado. El hombre se multiplicó, pero no creció; prosperó cuantitativamente, pero empeoró cualitativamente. El egoísmo se desarrolló al punto de que todos se preocupasen por su nombre, familia, o clan, así fuese ejerciendo violencia sobre los demás. La relación con el Dios creador cesó y se inventaron dioses con el fin de satisfacer caprichos. Sin embargo, Dios tuvo paciencia con la descendencia de Adán y Eva hasta los días de Noé (significado en hebreo: ‘descanso’), hijo de Lamec.

Noé es el paradigma del que vive en obediencia a Dios no importando el coste. Construyó el arca de madera de gofer durante 120 años, tal como había sido instruido. Paralelamente, tuvo que soportar lo que hoy llamamos bullying de sus contemporáneos cada uno de los 43.200 días que le insumió esa tarea. En todo ese tiempo no acortó camino; fue sostenido en su tarea por el Espíritu de la promesa. Eran días en que ya no había temor de Dios; fue una etapa que la humanidad desaprovechó por preferir el atajo que conduce a la efímera prosperidad, antes que el camino que lleva a la prosperidad intangible pero eterna.

LA PROSPERIDAD DE ISRAEL ES CONDICIONAL 
La Escritura afirma que a partir del nacimiento de Enós (nieto de Adán y Eva)  “los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová” Muy pocos se detienen a escudriñar cuándo ocurrió esto. La invocación del nombre de Dios está ligada a la salvación en las Escrituras mucho tiempo antes de que naciese Jacob. Solo muchos siglos después el pueblo de Israel invocaría el nombre de Jehová.

Pasan por alto los que leen sin entender lo que leen, que la maldad de los humanos llegó a multiplicarse de tal manera que Dios decidió poner fin a la vida sobre la tierra mucho antes que existiera Israel. Sin tomar en cuenta el caso excepcional de Enoc que fue transportado a la presencia de Dios, solo una persona quedaba a quien Dios considerase justa: Noé.

Con Abel, Enoc y Noé, la Biblia nos enseña que Dios tiene escogidos. Esto no quiere decir que haga acepción de personas ya que, a causa del pecado, destituyó a todos de Su gloria, sin excepción, con lo que revela Su justicia.

Pero, el hecho de que nuestro Dios no tenga favoritos con méritos propios no va en detrimento de Su soberanía; porque Él es soberano hace uso de misericordia con los que Él quiere. La descendencia de Noé en la genealogía de Lucas es un buen ejemplo de ello. Allí presenta a José como judío descendiente de una cadena de escogidos que comienza en Dios para continuar en Adán, Set, y luego entre muchos otros en Noé, Sem, Abraham, Isaac (todos ellos vivieron antes de Israel) y recién entonces incluye a Jacob (Israel), Judá y, en su muy larga lista a David.

Los que confiamos en el Dios del Génesis no tenemos ningún problema en aceptar que somos sus escogidos, aún no teniendo méritos para serlo. Reconocemos que Él es Justo y toma decisiones como Soberano; no hay ninguna contradicción en ello. Balaam lo definió así:

 “Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”   

En nuestra próxima nota estableceremos algunas verdades bíblicas que demuestran que la prosperidad prometida en el AT está condicionada a la estricta obediencia a los mandamientos de Dios por parte de Sus escogidos.

A partir del momento en que comprendemos que el Antiguo Pacto de Dios con el hombre apunta a Jesucristo, y que en el Hijo unigénito de Dios se cumplen la Ley y los profetas, recién entonces, comenzamos a comprender la calidad de vida prometida por Jesucristo en su evangelio a los que creen en Él.

Como veremos más adelante, la prosperidad prometida a Israel en el AT aún no les ha llegado a los judíos. Porque gracias a que ellos se rebelaron contra Dios la salvación eterna con la verdadera prosperidad nos llegó a los gentiles.

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