por Armando H. Toledo
1. Mi respuesta a bote pronto es: ¡claro que sí pueden ser pastoras!, no solo debe haber pastoras, sino que debe haber muchas, porque la mies también es mucha, y el pastorado hace toda la diferencia en las discípulas cristianas en desarrollo (y también en los niños y niñas). El problema es, como veremos enseguida, ¿qué vamos a entender por "pastora" en esta discusión...
2. La controversia histórica "Pastoras: ¿sí o no?" se basa en un lamentable malentendido creado por el diablo (¿por quién más?), que hace que, cuando el individuo promedio piensa en "pastores" (o en este caso, pastoras) a su mente viene la versión moderna de aquellos sacerdotes medievales católicos que estaban al frente de sus capillas para oficiar misa de manera exclusiva. A estos "pastores" protestantes, evangélicos, etc., que están al frente de sus respectivos templos y que ofician, como buenos profesionales de la religión, las modernas "misas" (o cultos denominacionales dominicales) yo los llamo "los modernos sacerdotes", pues solo son la versión reformada (la adaptación del catolicismo a los tiempos modernos) de aquellos sacerdotes del catolicismo clásico medieval.
3. En ese sentido, las plazas "sacerdotales" del catolicismo reformado (el pastorado denominacional) han sido codiciadas por esas pocas mujeres cristianas posmodernas, fuertemente influenciadas por el movimiento mundano feminista, que les ha dicho que ellas también pueden tener autoridad espiritual sobre la congregación para efectuar ese trabajo sacerdotal que antes estaba bajo el ejercicio exclusivo de los discípulos varones, debidamente ordenados.
4. Pero la visión "armandística" dice que ni la figura de los pastores/sacerdotes, ni mucho menos la figura de las pastoras/sacerdotisas, están basadas en el evangelio de Jesucristo ni en las enseñanzas e indicaciones de nuestro apóstol Pablo; pues en la iglesia verdadera gobernada por el Espíritu, no hay nadie, aparte de Jesucristo, que esté autorizado a portar el título de "el pastor de la iglesia" (sea la iglesia universal o una iglesia local). Quienes así lo hace son discípulos culturales que solo evidencian que han tenido una pésima educación basada en ese catolicismo medieval que todos aquí en América Latina llevamos en los genes, y que es increíblemente difícil (pero no imposible) extirpar.
5. Ha sido la carne y el orgullo del espíritu los que han hecho que unos hermanos quieran tener el poder espiritual sobre otros; y es la falta de libertad espiritual la que hace que unos hermanos acepten el sometimiento al dominio de aquellos. Pero cuando el Espíritu dice: "Yo Soy el Señor, Yo Soy el Pastor de sus almas", nadie debe decir nada más, aparte de "así sea..." Ese era el espíritu de la Iglesia primitiva, aquella que era pastoreada por aquel Espíritu, antes de que renunciara a ese pastorado a fin de religionizarse según el formato judío para crear la primera religión cristianista: el catolicismo sacerdotal.
6. Claro que debe haber pastoras, y muchas: mujeres llenas del Espíritu de su Pastor que se hagan cargo de pastorear/discipular de cerca a las mujeres y a los niños. Y es obvio que debe haber pastores varones, y también muchos; pues de lo contrario, ¿quién va a pastorear/discipular de cerca a los varones? Un varón nunca debe pastorear a una mujer que no sea su mujer o su hija; y una hermana nunca debe pastorear a un varón que no sea su hijo.
7. No seamos tontos: pastorear no es predicar orgullosamente y exclusivamente en el atril de enfrente, ubicado en el "lugar santísimo" de nuestros templos, diseñados según el formato judío. Es más, ni siquiera debería haber templos, pues Dios decidió ya no vivir más en otros templos que no seamos nosotros mismos y nuestros hogares. Esos que pasan al frente de nuestros templos cristianistas a disque "pastorearnos" con sus predicaciones (muy rara vez buenas e interesantes), en realidad no nos están pastoreando, solo nos están enseñando: porque son maestros, aunque rara vez buenos e interesantes, pero no nos están pastoreando.
8. Quien de verdad tiene el don de pastoreo (hombre o mujer), aunque no tenga la licenciatura en teología ni esté ordenado u ordenada religiosamente, es alguien que te busca, te visita, ora contigo y por ti, ríe y llora contigo, te da, te quita, te reprende, te consuela, pero también de vez en cuando te da tus palizas; se compromete y está al pendiente de ti; come contigo, ayuna contigo; no te predica, solo lee y estudia la Biblia contigo para aprender juntos o juntas. Y es que él o ella saben (porque el Espíritu así se lo ha dicho), que el verdadero discipulado pastoral es lo que va a hacer que sobrevivas a esta desgracia de mundo, que se ha colado hasta los mismos atriles de la religión cristianista.
"Por una inteligencia
cristiana alternativa..."
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