LA IGLESIA EN CAOS


No podemos quedarnos callados frente a la avalancha de realidades y corrientes extrañas que afectan a la iglesia del siglo XXI. Cada vez nos alejamos más del modelo bíblico, para forjar una iglesia diluida y arropada por las influencias abstractas y sincréticas de la Nueva Era y la psicología moderna. En realidad hemos perdido muchas instrucciones apostólicas, para dar paso a otras que no proceden de Dios, sino del capricho y la soberbia humana, nutrida por las influencias Satánicas prevalecientes en los últimos tiempos.

Si el apóstol Pablo nos tuviera que escribir hoy día una epístola a nuestras congregaciones no podría decir lo que le dijo a los Corintios: “Os alabo porque en todo os acordáis de mí y retenéis las enseñanzas transmitidas tal como yo os las entregué.” (1 Corintios 11:2) pues hemos perdido esta transmisión fiel de la Palabra, para diluirla en visiones, énfasis y especulaciones teológicas que nos han apartado del sentido original del cristianismo. Ser fiel a lo aprendido es mantener viva la fe pura y sana de Jesucristo: “Lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.” (Filipenses 4:9).

No podemos negar que el efecto “cumulativo”[1] de la palabra ha ido desvirtuando la esencia del mensaje. ¿A qué llamamos el efecto cumulativo? A los cambios lentos que han ido sufriendo las costumbres y enfoque de la doctrina junto a las traducciones bíblicas, la cual a lo largo de la historia ha desvirtuado principios, como consecuencia de su adaptación a nuestros cambios sociales y lingüísticos, sumando a todo esto las influencias interpretativas que en cada época se le han ido dando al texto original. Cuanto más lejos (en tiempo) estamos de unas costumbres e idioma, más fácil pueden ocurrir desvirtuaciones y malos entendidos. Estos cambios son tan lentos, que se hacen imperceptibles de una generación a otra, pero a través de las centurias se convierten en grandes y catastróficas desvirtuaciones. Un ejemplo lo tenemos en nuestro propio idioma, el castellano. Esta lengua ha sufrido cambios lentos, pero tremendos, los cuales no podemos apreciar de padres a hijos, pero si leemos las obras de Cervantes, escritas en el siglo XVI (1547-1616) nos encontraríamos con un castellano que en nada se parece al nuestro, por lo que parecería otro idioma. Así ocurre con la realidad vivencial y doctrinal de la iglesia de hoy. Es necesario detenernos en nuestra carrera de adaptar la verdad a los tiempos, y poder definir ¿hasta dónde las influencias externas pueden ser aceptadas en la Iglesia de hoy?, Y acudir a una exégesis que se introduzca en la mente de los escritores bíblicos en su época, para evitar la distorsión, manipulación y apostasía, la cual nos está inundando. Este libro contiene una serie de reflexiones que vale la pena considerar y analizar a la luz de las Sagradas Escrituras. 

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