TEMOR A SUBIR DE PESO



“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Corintios 6:20

El 26 de julio de 1994, la gimnasta estadounidense Christy Henrich murió debido a un fallo multiorgánico. Christy era la número dos de las gimnastas del país y había representado a Estados Unidos en los campeo­natos del mundo de 1989, celebrados en Alemania. Ese mismo año, un juez internacional le dijo que estaba gorda (comparada con la nueva tendencia de gimnastas impú­beres, quienes eran pequeñas y con un peso por debajo de lo normal) y que debía perder peso. Tomó la crítica muy en serio. Su deseo de perder unos cuantos kilos le llevó a adquirir hábitos de comida insanos y, al final, le condujo a la anorexia nerviosa.

El desorden alimenticio hizo tales estragos en su salud que ya no pudo volver a competir y fue expulsada del gimnasio en 1991. Cuando su peso bajó, alrededor de veintiún kilos, su familia intervino y la obligó a seguir un tratamiento hospitalario. A pesar de los numerosos tratamientos y periodos de recuperación, Christy murió ocho días antes de cumplir los veintidós años. Su corazón, hígado y pulmones dejaron simplemente de funcionar.

Agustina, directora financiera de veintinueve años, procede de una familia de obesos. Ha batallado con su peso desde que iba a la escuela secundaria. Sin embargo, a través del ejercicio y de una dieta constante, ha conse­guido mantenerse en un nivel de peso sano. Su novio, Daniel, acaba de pedirle matrimonio, pero Agustina siente temor de casarse con él. Todos los hermanos de Daniel y la mayoría de sus sobrinos son obesos. Desde el punto de vista de Agustina, la familia de él tiene una relación insana con la comida. Esta mujer teme que sus hijo

s estén condenados a la obesidad.

Al contrario que sus hermanos, Daniel mantiene un peso sano y hace ejercicio regularmente. Sin embargo, a menudo come bocadillos entre horas y le gusta mucho comer fuera. Le encanta compartir cosas ricas con Agustina, y ella ha subido algunos kilos desde que empezó a salir con él hace más de un año. Agustina cree que cualquier cosa que no tenga proteína
(carne o pescado), ensalada o fruta perjudica su dieta y la pone en riesgo de aumentar de peso. Su temor a subir de peso la mantiene en un estado de ansiedad que, a menudo, impide que ella y Daniel se diviertan.

Análisis del temor

El
temor a subir de peso tiene sus raíces en los temores básicos a sentirse incapaz, perder el control y el temor a la soledad. El temor extremo a engordar se manifiesta en d
os desórdenes alimenticios: la anorexia nerviosa, en la que la gente se deja morir de hambre, y la bulimia, en la que la gente come en exceso, secretamente, y después se obligan a vomitar, utilizar laxantes, ayunar o hacer ejercicio en forma desmedida. Según las noticias, Christy Henrich sufría ambos desórdenes.

La gente que padece estos problemas tiene una visión distorsionada de sí misma y cree que tiene demasiado peso o parece demasiado gorda, sea cual sea su peso o apariencia real. Los desórdenes alimenticios son comunes entre los que practican deporte o tienen profesiones que exaltan la delgadez (por ejemplo, bailarines, patinadores profesionales, gimnastas, modelos y actores). Por supues­to, los estudiantes universitarios que compiten por tener citas y la gente que procede de familias que admiran mucho la apariencia son también individuos en riesgo

Aunque no hay una única causa de la anorexia o la bulimia, las investigaciones sugieren que los que la sufren generalmente se ven afectados por uno o más factores como la disposición genética, el desequilibrio químico, los sucesos traumáticos (por ejemplo maltrato sexual, físico o emocional), disfunción familiar y sensibilidad hacia los mensajes que los medios de publicidad muestran sobre el cuerpo ideal. Otras causas pueden ser el temor a sentirse rechazado por la pareja o el intento de enfrentarse a los problemas cuando uno siente que no controla las cosas.

El Instituto Nacional para la Salud Mental estima que el 0,6% de la población de Estados Unidos sufrirá anorexia, el 1% padecerá de bulimia y el 2,8% tendrán trastornos alimenticios compulsivos. La incidencia de los desórdenes alimenticios en el hombre es inferior al 10% de los casos declarados, pero va en aumento.

Hay esperanza. El fenomenal éxito de la campaña de la compañía de cosmética Dove, “Por la belleza real”, demuestra que muchas mujeres están haciendo retroceder el énfasis de la industria de la belleza sobre la perfección física. Esta campaña, lanzada en 2004, muestra anuncios publicitarios de la compañía para loción reafirmante que tenían como protagonistas mujeres de diferentes tipos, con tallas entre la grande y la extragrande. Las mujeres parecían haber dejado atrás sus inseguridades, sentirse cómodas en su propia piel y haber abandonado la per­secución de cánones inalcanzables de belleza.

A pesar de esto, los investigadores de la Brigham Young University utilizaron la tecnología de la resonancia magnética para observar qué sucedía en el cerebro cuando la gente veía imágenes de mujeres desconocidas con sobrepeso. Hallaron que la imagen activaba un área en el cerebro de las mujeres que procesa la identidad y la imagen que tienen de sí mismas. Los hombres no mostraron ningún signo similar en iguales situaciones. “Estas mujeres no tienen ningún historial que refleje desórdenes alimenticios; además, proyectan la actitud de despreocupación por su imagen”, afirmó Mark Allen, un científico en neurología de esta universidad. “No obstante, bajo la superficie existe una ansiedad ante la idea de engordar y la importancia de la imagen corporal”.

Plan de acción

El temor a subir de peso es un desorden mental difícil de eliminar. Intenta las siguientes sugerencias para ponerte en camino hacia la curación:

• Recuerda que tu cuerpo no es tuyo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido compra­dos por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Co. 6:19-20). Sitúate mentalmente fuera de ti mismo y comprende que eres un adminis­trador o director del cuerpo que Dios te ha con­fiado para hacer su voluntad aquí en la Tierra.

• Haz un diario de comidas que determine cuánto comes o no. Céntrate en comer alimentos que bendigan el cuerpo, como las proteínas, los carbohidratos complejos (fruta, verdura y cereales integrales), las grasas no saturadas, etc. Evita las comidas que maldigan el cuerpo, como los carbohidratos refinados (galletas, pasteles dulces o salados), las grasas saturadas y los productos con demasiado sodio.

• Escucha las advertencias y dudas que te planteen tus seres queridos, amigos, o compañeros de tra­bajo sobre tu peso poco saludable. Compara tu peso con el de las tablas de altura y peso existen­tes, y comprueba si la variación es significativa.

• Busca ayuda profesional. No intentes vencer este temor tú solo. La mayoría de la gente, que sufre un temor extremado a engordar, no es capaz de ver la devastación física y psicológica a la que están sometiendo a sus cuerpos. Por tanto, debes solici­tar o aceptar la ayuda de los demás para formar un “equipo de supervivencia profesional” cualificado, que puede incluir un médico, un nutricionista y un psiquiatra. Nota para la familia: Intervengan rápidamente si ven signos de desorden en la alimentación; no esperen a que su ser querido se dé cuenta del problema por sí mismo.

• Evita o minimiza la relación con personas que critican o que odian la gordura; y que, además, juzgan a los que tienen sobrepeso, pues enmas­caran sus propias inseguridades y refuerzan la imagen distorsionada que tienes de ti mismo.

• Ten paciencia y no pierdas el rumbo. Es posi­ble que tengas altibajos, pero con compromiso y determinación, estarás en camino hacia la libertad. Afirma diariamente. “Hoy controlaré el cuerpo de Dios para su gloria”.

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