EL GENOMA HUMANO RESPALDA A ADAN

21 febrero 2011 — La semana pasada revista Science publicaba una serie especial de artículos sobre el 10º aniversario del proyecto del Genoma Humano. La mayoría de los artículos se extendían acerca de cuán diferentes fueron los descubrimientos respecto a las predicciones. La publicación del genoma no identificó nuestra evolución; tampoco produjo curas milagrosas. Lo más que hizo fue desbaratar ideas preconcebidas, y demostrar cuán compleja es la biblioteca de especificaciones subyacente a nuestras caras sonrientes. Damos dos citas características.

En la ilustración: una biblioteca compuesta por la impresión del genoma humano en más de cien volúmenes, cada uno de ellos de mil páginas con un tipo tan pequeño que apenas resulta legible sin ampliación óptica, con un total de 3,4 mil millones de unidades de código ADN distribuidas en los 23 pares de cromosomas humanos. Este código especifica no sólo las estructuras de las proteínas estructurales y funcionales, sino también cadenas de ARN para regulación y control de multitud de procesos durante el desarrollo y en fabricación, servicio y reparación de los sistemas de máquinas moleculares; este sistema, por otra parte, está regulado por una cadena en cascada de otros códigos como el código de histonas y más, que forman un complejo sistema que está sólo empezando a desentrañarse. Esta biblioteca pertenece a la Wellcome Collection, Londres. Fotografía: Russ London

John Mattick, de la Universidad de Queensland, comentaba acerca de cómo «Están moviéndose los fundamentos genómicos» en su breve ensayo para Science.1 «A mi parecer», comenzaba, «el resultado más importante del proyecto del genoma humano ha sido el de exponer la falacia de que la mayor parte de la información genética se expresa en forma de proteínas». Se refirió al Dogma Central de la genética —el principio de que el ADN es el controlador maestro de la herencia, por la traducción de su información a proteínas que crean nuestros cuerpos y cerebros. Para empezar, la cantidad de genes es sumamente inferior a lo esperado (sólo un 1,5% del ADN humano contiene genes), y la inmensa mayoría del genoma está compuesto por ADN no codificante (que antes se suponía que era basura genética), y que genera ARN dirigido a regular la expresión de los genes, especialmente durante la fase del desarrollo. El código de histonas y otras revelaciones han generado «repeticiones» del terremoto inicial que sacudió el Dogma Central. Y concluía diciendo:
Estas observaciones sugieren que necesitamos reevaluar la ortodoxia genética subyacente, que está profundamente arraigada y que ha recibido un aplazamiento de la sentencia de forma superficial gracias a suposiciones aceptadas acríticamente acerca de la naturaleza y de la capacidad del control combinatorio. Como escribía la premio Nobel Barbara McClintock en 1950: «¿Vamos a dejar que una filosofía del gen [codificador de proteínas] controle [nuestro] razonamiento? Entonces, ¿cuál es la filosofía del gen? ¿Es acaso una filosofía válida?» ... Hay una alternativa: La complejidad humana ha sido construida sobre una vasta expansión de secuencias reguladoras genómicas, la mayor parte de las cuales son comunicadas por ARNs que usan una infraestructura proteínica genérica y que controlan los mecanismos epigenéticos que subyacen a la embriogénesis y a la función cerebral. Yo contemplo el genoma humano no simplemente como proporcionador de detalles, sino, más importante, como el comienzo de una iluminación conceptual en la biología.
En otro ensayo en el número de 18 de febrero de Science, Maynard Olson [U de Washington, Seattle] pregunta: «¿Cómo es un genoma humano “Normal”?». Olson no deseaba implicarse en viejos debates entre naturaleza frente a educación aparte de reconocer que siguen existiendo a pesar de la publicación del genoma humano. En lugar de ello, plantea la pregunta de qué factores son participantes subordinados en la variación humana. Uno de ellos, dice, en una declaración que hubiera hecho arquear las cejas a Darwin, es «la selección equilibrante, el proceso evolutivo que favorece la diversificación génica en lugar de la fijación de una variante “óptima” solitaria»; en lugar de ello, continúa, esto «parece desempeñar una función menor fuera del sistema inmune». Otros perdedores son las variaciones que a menudo observamos con más frecuencia en los humanos: «La adaptación local, que explica la variación en rasgospigmentación, la especialización dietética, la susceptibilidad a patógenos específicos, es también un jugador de segunda fila». El factor primario es otro elemento que hace arquear las cejas a los darwinistas: como la
¿Qué está en la primera fila? Más y más, la respuesta parece ser mutaciones «deletéreas» bajo criterios bioquímicos o evolutivos estándar. Estas mutaciones, como se ha apreciado desde hace mucho tiempo, constituyen abrumadoramente la forma más abundante de variación no neutra en todos los genomas. Está emergiendo un modelo de la individualidad genética humana en el que existe realmente un genoma humano de «tipo silvestre» —uno el que la mayoría de genes existen en una forma evolutivamente optimizada. Simplemente, no existen humanos del «tipo silvestre»: Todos y cada uno de nosotros dejamos de alcanzar esta especie de ideal platónico en nuestras propias formas distintivas.


1. John Mattick, «The Genomic Foundation is Shifting», Science, 18 de febrero de 2011: Vol. 331 no. 6019 p. 874, DOI: 10.1126/science.1203703.
2. Maynard V. Olson, «What Does a ‘Normal’ Human Genome Look Like?», Science, 18 de febrero de 2011: Vol. 331 no. 6019 p. 872, DOI: 10.1126/science.1203236.
¿Hemos captado bien lo que dicen? Estas son unas admisiones de gran calado para una revista de ciencia secular. Mattick expone las muchas maneras en que los genetistas evolutivos erraron el blanco. Esperaban encontrar el secreto de nuestra humanidad en el ADN —el controlador maestro, afinado por la evolución, y que haría de nosotros lo que somos. En lugar de ello, se quedaron pasmados al descubrir la complejidad de un inmenso sistema de secuencias reguladores más allá de los genes (epigenéticos, por encima de los genes), incluyendo códigos sobre códigos. Esto parece convertir el ADN en sólo un aspecto colateral de un complejo multidimensional que exigirá una «iluminación conceptual en la biología». Esto implica que la biología previa a la conclusión del proyecto del Genoma Humano carecía de esta luz. Al citar los prescientes planteamientos de McClintock, declara que la filosofía de la biología que ha detentado el poder en los siglos 19 y 20 carece de validez.
Las revelaciones de Olson son incluso más escandalosas, y en cierto modo deliciosas, para los que creen que es la Biblia, y no Darwin, quien nos da la verdadera narrativa de la procedencia del hombre. Esencialmente, Olson dice que los darwinistas deberían hacer sus bártulos y largarse, porque los factores con los que contaban poder explicar la complejidad humana son participantes de menor entidad. Luego dice que la mayoría de las mutaciones son dañinas, malas, deletéreas, regresivas, y que constituyen una carga negativa sobre cada persona a nivel individual. Como golpe de gracia, dice que parece haber un «ideal platónico» de la constitución humana (donde tipo silvestre se refiere al tipo natural) que todos «dejamos de alcanzar». Esto es lo diametralmente opuesto a la tesis darwinista de un ascenso desde el lodo; es una descendencia con modificación en descenso desde un estado inicial ideal. Los creacionistas bíblicos gritamos «Amén»: ¡Todos hemos caído en y desde Adán!
El Apóstol Pablo explicaba en la declaración clásica acerca de Adán que el primer hombre fue el «tipo silvestre» que devino el modelo tras el cual las cosas fueron terriblemente mal cuando él pecó: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura [es decir, el tipo silvestre, el ideal platónico en verdadera carne humana] del que había de venir» (Romanos 5:12-14). ¿No es esto exactamente lo que vemos a nuestro alrededor?
Pero hay remedio: La Escritura no nos deja en la desesperanza: Pablo prosigue con las grandes noticias acerca del Segundo Adán, Jesucristo —quien, al resolver el problema del pecado por Su muerte y resurrección, deviene el progenitor de todos los que llegarían por la fe en Él a la justicia y a heredar la vida eterna:
Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia. (Romanos 5:15-20).
Desde luego, Mattick y Olson no buscaban ningún acuerdo con la Biblia al hacer sus manifestaciones sobre el Genoma Humano, pero todo lo que dicen es consecuente con la enseñanza de las Escrituras, y no es consecuente con lo que los darwinistas enseñan. Sus expectativas han quedado contradichas; su filosofía ha resultado inválida. ¡La Biblia ha estado siempre en lo cierto! Si hemos caído respecto del ideal original creado en Adán, es Jesucristo (no Darwin ni Platón) quien proporciona el camino de regreso al ideal del Hacedor. Es un don, mediante la fe, mediante la gracia de Dios en Jesucristo. Pablo, que había sido primero perseguidor de los cristianos, y que fue transformado por su encuentro con el Cristo resucitado en el camino de Damasco, nos habla a todos hoy con estas palabras: «Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (2 Corintios 5:14-21).

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