"Cuando te embaraces, se multiplicarán tus incomodidades físicas,
y parirás a tus hijos con mucho dolor.
Tú y tus hijas se convertirán en el OBJETO DEL DESEO SEXUAL de los hombres,
y los hombres siempre buscarán dominarlas".
(Paráfrasis libre e independiente de Armando H. Toledo de Génesis 3:16)
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1. La palabra hebrea teshuqáh (תְּשׁוּקָה) se traduce habitualmente como “deseo”. Esta palabra aparece solo tres veces en todo el Tanaj: Génesis 3:16; Génesis 4:7; Cantares 7:10.
2. Lo que tradicionalmente se había venido entendiendo como el deseo de la mujer hacia el hombre, debe leerse al revés: el deseo del hombre por la mujer, colocándola a ella como objeto de ese deseo.
3. La frase “tu deseo será hacia tu marido” se debe leer correctamente, en términos semíticos, en una forma pasiva de decir: “Serás deseada por tu marido”.
4. A diferencia del teshuqáh de Cantares 7:10 (“yo soy de mi amado, y conmigo él satisface su deseo”, PLIAHT), que se presenta en un contexto romántico y de mutua correspondencia, en Génesis 3:16 la teshuqáh surge en un entorno quebrado, donde ese "deseo" no es símbolo de amor mutuo, sino de una relación de poder asimétrico: en el mundo post-edénico, como resultado de su rebeldía e independización, las mujer van a ser convertidas en el objeto del insano deseo masculino, y eso será fuente de dominación violenta y deseo abusivo sobre ellas.
5. Ejemplos de “hombres que desearon de forma irrefrenable” a una mujer, aparecen con fuerza dramática en ciertas historias bíblicas. Por ejemplo, Siquem ve a Dina, la desea intensamente, y la viola (Génesis 34:2). Amnón, hijo de David, siente un deseo enfermizo por su media hermana Tamar, tanto que cae enfermo de angustia, y finalmente la viola (2 Samuel 13:14). En ambos casos, el deseo masculino —no controlado ni contenido— conduce a la violencia, al abuso, y termina siendo castigado: los perpetradores, Siquem y Amnón, serán asesinados. El deseo del varón por la mujer, entonces, puede convertirse en pulsión destructiva cuando se vive desde la posesión, y no desde la reciprocidad.
6. El verso no dice: “Desea a tu marido y sométete”. No hay ningún imperativo aquí. Lo que encontramos son verbos en tiempo futuro (תשוקתך... ימשל), que expresan consecuencias, no mandatos. La fórmula no es prescriptiva sino descriptiva. De ahí que Génesis 3:16 no deba interpretarse como un elogio al deseo ni como un ideal romántico, sino como una advertencia trágica: las mujeres sufrirán el deseo apasionado de los hombres.
7. Yavéh no está ordenando a la mujer que dependa del varón ni le está concediendo al varón el derecho de dominarla. Está describiendo el futuro de un mundo roto, de un orden alterado por la desobediencia, donde el equilibrio entre los géneros —representado antes por la pareja igualitaria, amorosa, desnuda y sin vergüenza (Génesis 2:25)— ha sido sustituido por una relación que estará marcada por el deseo abusivo y el poder dominante.
8. El relato bíblico de Génesis 3 no pretende legitimar la dominación, sino que la visibiliza como un daño, como una anomalía. El relato no glorifica la jerarquía: la narra como parte de la caída. De hecho, si se lee a la luz de todo el conjunto narrativo, es evidente que la Biblia no presenta esta situación como el estado ideal. El ideal fue el jardín, el compañerismo, el “hueso de mis huesos”. La estructura patriarcal/machista/violenta aparecerá después de la caída, no antes. Y por tanto, no era parte del plan eterno.
9. Con la ayuda del conocimiento del hebreo, con la asistencia de la filología, y con el coraje de quien interpreta sin temor, lo que se descubre no es un mandato de sumisión, sino una advertencia sobre las consecuencias del desorden relacional. El dominio machista del varón no es un derecho otorgado por Dios sobre "las mujeres pecadoras todas ellas". Es, más bien, la descripción de una herida abierta; una que seguimos cargando. Sin embargo, se abre una puerta: si el dominio masculino no fue designado por el Creador, sino que fue resultado de un quiebre, entonces no es irreversible. Puede y debe ser sanado. La concepción y el trato de Cristo a las mujeres es la respuesta.
Por una inteligencia cristiana alternativa, Armando H. Toledo.