LA PALABRA HABLADA DESATA PODER

Me sería imposible exagerar la importancia de la oración intercesora. ¿Por qué? Porque Dios ha elegido la intercesión como el principal medio para desatar su poder sobre la tierra. La Escritura deja bien en claro que la intercesión es una de las principales actividades del Reino de Dios tanto en este siglo como en el venidero.
La intercesión es orar por otros: los perdidos, los oprimidos, las misiones, familiares, amigos, la iglesia, los líderes del gobierno y de cada esfera de la sociedad, etcétera. La intercesión es oración que está de acuerdo con lo que Dios promete hacer. Ver el valor de la intercesión desde el punto de vista de Dios nos da el ímpetu para hacer de la oración una alta prioridad en nuestras vidas.
El hecho de que Jesús, el divino Hijo de Dios, interceda, revela lo importante que es la intercesión. La Biblia nos dice que: “vive perpetuamente para interceder por [nosotros]” (Hebreos 7:25, LBLA; vea también Romanos 8:34).
Jesús es totalmente Dios y totalmente Hombre, la segunda persona de la Trinidad, y aún así intercede y desata el poder del Padre. Seguirá haciendo intercesión de aquí a un millón de años. La oración no quedará obsoleta en la eternidad, sino que seguirá siendo central en nuestras vidas en el siglo venidero.
Dios el Padre le dijo a Jesús que le pida (al Padre) por las naciones: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra” (Salmo 2:8). Jesús seguirá gobernando las naciones durante el Milenio a través de la intercesión mientras le pide al Padre que le permita poseer por completo las naciones.
En el comienzo de la creación, los tres miembros de la Trinidad trabajaron juntos. El plan del Padre era crear los cielos y la tierra. El Espíritu estaba presente en poder, cerniéndose sobre la faz de la tierra, o incubándola, pero la tierra seguía sin forma, vacía y en tinieblas. Entonces Jesús pronunció los planes del Padre y el Espíritu se movió en el poder de su Palabra. “Y la tierra estaba desordenada y vacía… y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”  (Génesis 1:2–3).
El Espíritu esperó que los planes del Padre fueran pronunciados antes de desatar su poder en la tierra. Cuando Jesús declaró “Hágase la luz”, el Espíritu desató luz. El Espíritu no soltaría la luz hasta que Jesús efectivamente lo dijera. Las tinieblas permanecieron hasta que Jesús “intercedió” y habló la Palabra de Dios sobre las tinieblas para desatar el poder creativo del Espíritu. El apóstol Pablo afirmó que Dios creó todas las cosas por medio de Jesucristo (Efesios 3:9), así que sabemos que fue Jesús quien le habló vida a la creación como está registrado en Génesis 1.
Vemos el obrar de Jesús en la frase: “Y dijo Dios” diez veces es Génesis 1 (RV60). El principio fundamental de la intercesión es que los planes del Padre fueron declarados por Jesús, y luego el Espíritu Santo desató poder. David escribió que: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos” (Salmo 33:6). El apóstol Juan confirmó el rol de Jesús en la Creación cuando escribió: “Todas las cosas por él [Jesús] fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3).
Juan también reveló en su Evangelio que Jesús es el Verbo de Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.” (Juan 1:1). El libro de Apocalipsis hace eco de esta verdad: “Y su nombre es: El verbo de Dios” (Apocalipsis 19:13). La mayoría de nosotros estamos familiarizados con este concepto, ¿pero qué significa? Una razón por la que se lo llama “Verbo” es que trae las ideas de Dios y les da vida en el mundo natural al pronunciarlas. Cuando Jesús articula los pensamientos del Padre para desatar su poder en el reino terrenal,  Él funciona como la Palabra viviente (logos en griego).
Aún ahora Jesús sustenta la creación pronunciando la palabra de Dios: “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3). Él está sosteniendo el universo en su lugar de la misma manera que lo creó: hablándole la Palabra del Padre. Fíjese en el uso de los verbos en tiempo presente en Colosenses 1:17: “Él ya existía antes de todas las cosas y mantiene unida toda la creación” (NTV).
Si Jesús, la Palabra viviente, dejara de pronunciar la palabra, todo el orden creado dejaría de existir, literalmente. Los planetas, el sol, nuestros cuerpos físicos y toda la miríada de procesos de vida se mantienen juntos porque Jesús sigue hablando la palabra de su poder para sostenerlos.
El Padre ha ordenado que sus ideas sean pronunciadas, y cuando son dichas, el Espíritu desata poder. Una ley fundacional del reino es que el Espíritu se mueve en respuesta a la Palabra de Dios hablada por su pueblo. Sea que Jesús estuviera hablando sobre los cielos y la tierra informes en la Creación o que nosotros estemos intercediendo por un avivamiento en una reunión de oración, el poder de Dios es desatado mediante el principio de intercesión, volver a hablarle a Dios su Palabra.
Por ejemplo, el Señor ordenó que la sanidad fluyera cuando sus hijos colocaran las manos sobre los enfermos y hablaran la Palabra de Dios sobre ellos. ¿Cuántas sanidades que podrían haber ocurrido no se manifestaron porque no hablamos la Palabra de Dios? En otros términos, si no hablamos la Palabra de Dios, nos perderemos algunas de las bendiciones que de otro modo podríamos experimentar.
Como parte de nuestra armadura espiritual, tenemos la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Es un arma poderosa cuando es hablada y soltada contra las tinieblas. Cuando Pablo alentaba a los Efesios para que se fortalecieran en el Señor y en el poder de su fuerza, les escribió: “Vestíos con toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo… tomad… la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; orando en todo tiempo” (Efesios 6:11, 17-18).
Cuando fue tentado por Satanás, Jesús habló la Palabra de Dios, que salió como una espada y atacó el dominio de Satanás (Mateo 4:3-7). En el momento de su segunda venida,  Jesús va a juzgar a las naciones hablando sobre ellas las palabras del Padre. Sus decretos de intercesión saldrán como una espada para eliminar toda resistencia a su gobierno justo y amoroso:  “De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones” (Apocalipsis 19:15). “Y herirá la tierra con la vara de su boca” (Isaías 11:4).
Cuando hablamos la palabra de Dios, podemos liberar fortaleza en el corazón de un amigo. Lo llamamos “aliento” porque da valor o fuerza. Nuestra oración es la manera que Dios tiene de soltar su poder para que el amigo pueda superar la condenación o el desánimo u otras pruebas de su vida. Una forma de crecer en oración es hablar la Palabra de Dios contra las mentiras de Satanás que atacan nuestros corazones.

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