EL EJEMPLO DE MARIA


Para mi es maravilloso pensar que mi Jesús utilizara a una mujer para así ayudarse a enseñar una lección.




El único evangelio que narra que María de Betania derramara el nardo sobre sus pies y lo secara con sus cabellos es el de Juan. Lo que me llama la atención es que en el siguiente capítulo, y por lo que puedo decir al día siguiente, Juan narra la historia de cuando Jesús lava los pies de sus discípulos. Ningún otro evangelio, excepto el de Juan, cuenta este evento y la historia de María cuando «lava» los pies de Jesús.

¿Será que Juan tal vez esté indicando que Jesús había seguido el ejemplo de María; un ejemplo que para él fue muy valioso y que quiso repetir con su propio énfasis? Jesús pudo haber hecho cualquier otro acto para enseñarles a sus discípulos un ejemplo de servicio, pero escogió la forma en que María lo había servido la noche anterior. El ejemplo se tenía que escoger cuidadosamente ya que Jesús sabía que sería su último, y por tanto, quizás más duradero ejemplo de servicio, igualdad y amor que le iba a dejar a sus discípulos.

María tomó lo mejor que tenía y lo usó para servir al Señor y mostrarle su amor ilimitado. Esto lo hizo de la forma más humilde que existía. Las Escrituras dicen que, al día siguiente, Jesús «los amó hasta el fin» (Jn 13.1 NVI) y lo hizo de la misma forma en que María se lo había demostrado justo la noche anterior.

Piense en eso. Mientras Jesús se acercaba a cada uno de sus discípulos para lavarles sus pies, la fragancia del nardo seguramente seguía brotando de sus propios pies y cuerpo. Esto tal vez desencadenó un recuerdo vívido y reciente del ejemplo de María que había ocurrido, en forma muy parecida, la noche anterior. Todos los discípulos estuvieron presentes en el momento en que María le lavaba los pies a Jesús. Y todos estuvieron presentes cuando Jesús hizo lo mismo con ellos. La fragancia que había cuando María le lavaba sus pies llenó la habitación la noche anterior con un aroma inolvidable que probablemente la mayoría de estos hombres nunca antes había experimentado. Sin embargo, ese aroma ahora estaba ligado, sin duda alguna, al hermoso acto de servicio y amor que María realizó para su Señor. Ella secó sus pies «con sus cabellos» (Jn 12.3) y Jesús secó sus pies «con la toalla que llevaba a la cintura» (Jn 13.5). La fragancia, que todavía provenía de los pies de Jesús mientras lavaba los pies de sus discípulos, intensificaría la lección que Jesús quería enseñar. Lecciones que quedarían grabadas en las mentes de sus discípulos al utilizar todos los sentidos.

Esta fue la última lección «formal» que Jesús le dejó a sus discípulos. Él pudo haber utilizado este precioso tiempo para establecer una jerarquía de quien dejaría «a cargo» después de que él se marchara. Él pudo haber dicho: «Pedro estará a cargo de la iglesia y quiero que Mateo tome la tesorería de Judas… » En vez de eso, la lección de Jesús fue acerca de igualdad, amor y servicio. Para mi es maravilloso pensar que mi Jesús utilizara a una mujer para así ayudarse a enseñar una lección. Me atrevo a decir que al menos en la experiencia del discípulo, esta lección fue más poderosa debido al doble ejemplo de María y de Jesús.


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