Póngase firme en la Palabra de Dios. Eche raíces y plántese, no en la vergüenza y la deshonra, sino en el amor de Cristo, estando completo en Él.
Pida al Señor que obre un milagro de sanidad en su mente, voluntad y emociones. Permítale entrar y completar lo que Él vino a hacer: sanar su corazón quebrantado, vendar sus heridas, darle hermosura en lugar de cenizas, gozo en lugar de luto, manto de alabanza en vez de opresión, y un doble honor, en vez de una doble vergüenza (vea Isaías 61:1-3).
Determínese, desde este momento en adelante, a rechazar las raíces de amargura, vergüenza, pesimismo y perfeccionismo, y a alimentar las raíces del gozo, la paz, el amor y el poder.
Por la fe, trace la línea de la sangre de Cristo a través de su vida, y declare con valentía que está sano de los dolores y heridas de su pasado; ha sido liberado a una nueva vida de salud y sanidad. Continúe alabando al Señor y declarando su Palabra sobre usted mismo, solicitando perdón, limpieza y sanidad.
Deje de culparse y sentir remordimientos, de sentirse indigno, y como si nadie lo amara. En cambio, comience a decir: "Si Dios es por mí, ¿quién puede estar contra mí? Dios me ama, y yo me amo. ¡Gloria al Señor, soy libre en el nombre de Jesús, amén!".
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