INTEGRIDAD: MAS VALIOSA QUE EL ORO
UN ESCUDO MAS PODEROSO QUE EL ORO
HASTA QUE EL MINISTERIO NOS SEPARE
Aunque nunca mencionamos la palabra «divorcio», ambos sabíamos que nuestro matrimonio se hundía. Al igual que dos personas que se ahogan, peleábamos continuamente, buscando con desesperación el aire que tanto necesitábamos, hasta que casi era demasiado tarde.
Esta es la historia de nuestro naufragio, pero también es la historia de nuestra sorprendente experiencia con la gracia de Dios, que sanó y restauró nuestro matrimonio.
Sueños de servicio
Julia: Luego de cuatro agotadores años en el seminario —padeciendo la lucha de mi esposo con el griego y la hermenéutica, viviendo con un presupuesto ajustado, dando a luz dos hijos, trabajando hasta la medianoche como mesera— Matías finalmente se graduó. Habíamos obtenido el premio, y ahora la vida mejoraría, pues creíamos que sería más fácil y «normal».
Estas experiencias afianzaron en mí un sentimiento: no me sentía aceptada ni valorada en la iglesia. No encontraba mi lugar en la congregación.En junio de ese año nos mudamos a nuestra primera congregación, una pequeña iglesia rural. Yo tenía expectativas y sueños para esta pequeña congregación. En lo práctico, tomé por sentado que ellos cubrirían adecuadamente nuestro salario. En lo espiritual, me entusiasmaba acompañar con orgullo a mi esposo, compartiendo mis dones, mis ideas y mi pasión por el ministerio.
La realidad de la iglesia, sin embargo, rápidamente echó por tierra nuestros sueños.
En la primera Navidad programé un encuentro especial para la congregación, una reunión en la casa pastoral. Durante días preparé el hogar para este encuentro de amor, decorando con cuidado la casa y preparando deliciosos bocadillos para compartir con aquellos que decidieran acompañarnos. Cuando llegó el día, no apareció nadie. Luego de esperar una hora llegó solo una visita. Me sentí profundamente desilusionada.
Cuando llegó el verano, sin embargo, quise volver a intentar. Tomé la lista de miembros de la iglesia y me propuse invitar a cada familia a compartir un helado en nuestro hogar. Comencé con la letra «A» e invité a los Andersons, una familia con tres varones salvajes. En lugar de disfrutar el helado lo chorrearon por toda la casa, arruinando mis sillones y la alfombra, rompieron todo lo que tocaron y se quedaron hasta la medianoche. Me di por vencida, ¡sin siquiera haber llegado a la letra «B»!
Estas experiencias afianzaron en mí un sentimiento: no me sentía aceptada ni valorada en la iglesia. No encontraba mi lugar en la congregación. Creo que ellos tampoco sabían de qué forma conectarse conmigo. Al vivir en un pequeño pueblo con una cultura que no entendía, me sentía como si alguien me hubiera echado en medio de un lago rodeado de una densa bruma. Necesitaba encontrar la forma de nadar hasta la orilla, pero no tenía idea de cómo lograrlo.
Mientras que Matías se entregaba cada vez más de corazón a la congregación, yo comencé a construir un muro de protección alrededor de mis sentimientos. Cuanto más avanzaba mi esposo, más me refugiaba en mi propia caparazón.
Matías: Yo no tenía grandes expectativas de la iglesia, ni tampoco de mi matrimonio (por lo menos así lo creía), pero sí esperaba grandes cosas de mí mismo.
Desafortunadamente no me daba cuenta cuán profundamente estaban vinculadas estas expectativas a las heridas no sanadas de mi alma. Soñaba con ser un pastor «fiel», que amaba a las personas, predicaba sermones inspiradores y desarrollaba una nueva visión para la congregación. Y por supuesto que esperaba que Julia me ayudara en esto, pues esta siempre había sido «nuestra» visión.
Me tomó por sorpresa cuando Julia compartió su frustración y el dolor que sentía como esposa de pastor. Me repetía que sentía «que en la iglesia todos son más importantes que yo». Yo no conseguía entender la profundidad de su angustia. Pensaba que lo que necesitaba era solamente resolver el tema de su desconsuelo y enojo, por lo que minimicé sus sentimientos y me entregué con aún más fervor a la tarea de edificar al cuerpo.
Luego, poco tiempo después del nacimiento de nuestro cuarto hijo, mi hija me llamó a la iglesia y me dijo: «Papá, será mejor que vengas a casa. Mamá se ha desplomado sobre el piso y dice que de allí no se mueve. ¡Creo que está muerta!» Di un suspiro y volví a casa para revivir a mi melodramática esposa. Estaba convencido de que yo era un buen pastor y esposo. ¿Acaso no me tomaba un día de descanso por semana? Claro, el tema de la iglesia era para mí una obsesión, pero al menos estaba en casa.
Cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que atesoraba a la iglesia y atesoraba a mis hijos, pero no tenía idea de cómo valorar a Julia —y mi excesiva ocupación y arrogancia no me permitían aprender.
Hacia el desprecio
Julia: Hice un voto de no convertirme en una esposa de pastor amargada, por lo que desarrollé una vida por fuera de la iglesia y del sueño que alguna vez habíamos compartido. Si Matías no estaba disponible para mí ni la iglesia mostraba interés en aprovechar los dones que yo tenía —razonaba—, entonces no veía por qué debía pasarme la vida sola y triste.
Además, desde mi perspectiva, Matías había permitido que la congregación se devorara su vida personal y nuestro matrimonio. No había sabido establecer límites, animando a las personas a que invadieran nuestra vida personal cuando lo quisieran. En su día de descanso el cuerpo de Matías estaba presente en casa, pero su mente y corazón seguían con la congregación.
Había una persona en la congregación que sí conocía la profundidad de mis luchas, una mujer sabia llamada Nancy. Ella se convirtió en nuestro mentor y mediadora. Ocasionalmente ella nos acompañaba hasta tarde, escuchando atentamente mientras le relataba mi agonía y enojo. Compartía la desilusión que sentía hacia Matías. Ella me confrontaba tiernamente con mi pecado, mi necesidad de entender la perspectiva de quienes pertenecían a la congregación. Me animaba a perseverar en la tarea de lentamente producir cambios en un entorno resistente a ellos.
Luego Matías compartía su fastidio con mi persona. Nancy también lo confrontaba con su pecado y lo animaba a invertir más en nuestro matrimonio. Ella estaba llevando a cabo un proceso extraordinario de consejería, intentando desesperadamente tender puentes que cerraran la brecha entre nuestro mutuo desprecio.
Su esfuerzo permitió que nuestra frágil unión sobreviviera un tiempo más, pero yo no me veía como pecadora en esta situación. Resultaba conveniente echarle la culpa a Matías por todo, pero parte de mi soledad y angustia no tenían nada que ver con él ni con la congregación. Las propias heridas de mi niñez impedían que confiara en otros. También me costaba aceptar a las personas buenas de la congregación por lo que eran. En lugar de esto, cerré mi corazón incluso a los que intentaban amarme, aun cuando fuera a su propia manera.
Matías: Yo sentía que estaba logrando mis ansiados sueños para el ministerio: «sermones transformadores», un grupo de jóvenes revitalizado, una congregación que crecía y un liderazgo de impacto en la comunidad. No obstante, acarreaba aún una profunda herida en mi corazón. Necesitaba con desesperación la afirmación de la gente. Su aprobación me resultaba más importante que la aprobación de mi esposa. Me estaba sacando un «diez» en el ministerio, pero un «cero» en mi propio matrimonio.
Solamente Nancy conocía la verdadera historia que vivíamos, pues yo me esforzaba por esconder nuestros conflictos matrimoniales. La necesidad de estar escondiendo me produjo profundos sentimientos de tristeza e ira. La ira me llevaba a buscar la forma de controlar a Julia, y cuanto más intentaba controlarla más se alejaba de mí.
Ocasionalmente veíamos alguna nueva chispa del amor entre las cenizas del desprecio. Un año, en nochebuena, por ejemplo, estábamos sentados solos entre papel de regalos, cajas y envoltorios. Los niños habían abierto sus obsequios y jugaban felices. Le tomé la mano a Julia y le confesé: «Este año ha sido muy duro. No sabes cuánto lo lamento», le declaré con ternura: «realmente te amo». Julia estalló en llanto. Nos abrazamos, entre papeles, y lloramos juntos. Fue un momento de ternura, un momento que volvió a encender nuestro anhelo de intimidad y compañerismo.
Claro, no se puede sanar un matrimonio quebrado en un solo instante, y yo no sabía cuán profundamente Dios quería transformar mi propia vida. Aún no lograba comprender el corazón herido de Julia. Ella estaba enojada conmigo y con la congregación. Nuestros sueños habían degenerado en desdeño. Ella solía llegar tarde del centro de consejería y acabábamos discutiendo. Yo regresaba tarde de las reuniones de la iglesia y acabábamos discutiendo.
Tratamiento de Shock
Matías: No lograba entender el profundo resentimiento de Julia. El ministerio pastoral no era malo. Yo trabajaba menos horas que muchos de mis colegas. Yo pasaba más tiempo con mis hijos en comparación a la mayoría de padres de la congregación. ¿Qué más podía querer ella?
Durante tres años ella me dijo que se sentía sola, herida, ignorada y poco valorada. Yo escuchaba las palabras pero no comprendía su corazón. Consideraba que este era un problema de ella, no un problema mío. Lentamente vi cómo ella se alejaba de la congregación y de mi vida. Finalmente, en el verano del 95, mientras yo participaba de un viaje misionero con los jóvenes, Julia me llamó para compartirme una noticia devastadora. Mientras hablábamos yo percibía que ella ya no estaba enojada; su voz se había tornado desganada e indiferente. «Ya no sé si te amo —me confesó—. La verdad es que me siento muy confundida, porque pienso que amo a otra persona».
Julia: No tenía idea de cuán profundamente me había hundido en mi propio pecado. Luego de cuatro embarazos me sentía gorda y fea. La atención que me prestaba este hombre en el centro de consejería me hacía sentir hermosa y atractiva. En lugar de buscar que Dios llenara el vacío en mi corazón comencé a coquetear con el interés que me mostraba esta persona.
No llegamos hasta una relación física, pero mis emociones estaba completamente enfocadas en él. Sentía como si viviera una doble vida: era la esposa del pastor, la madre de cuatro hijos y la amante del hombre más atractivo que había conocido. El poder seductor de esta «vida escondida» comenzaba a consumir mis pasiones.
Matías: Yo tenía mis sospechas acerca de la relación entre Julia y este compañero de trabajo, pero cada vez que preguntaba ella me aseguraba que no eran más que colegas en el ministerio. Yo pensaba que solamente necesitaba estar lejos de mí, la congregación y nuestros hijos. Ahora, sin embargo, había conseguido atrapar mi atención. ¡Estaba escuchándola con todo mi corazón!
Dios expuso, con feroz e insistente misericordia, las capas de pecado en mi vidaDurante los próximos seis meses entré en un tiempo de arrepentimiento y profunda tristeza. Me di cuenta de lo que estaba perdiendo a causa de mi negligencia y afán ministerial. Me arrepentí por la forma en que había tratado a Julia. Sabía que tenía que volver a conquistar sus afectos, tal como lo había hecho durante nuestro noviazgo.
Dios expuso, con feroz e insistente misericordia, las capas de pecado en mi vida: mis erradas prioridades, mi frialdad hacia Julia, mis ídolos arraigados. Había estado disponible para la iglesia, pero ausente para mi esposa. Durante cinco años había utilizado las demandas del ministerio para ignorar el corazón de mi compañera de vida.
También comencé a entender que mi afán de éxito en el ministerio tenía mucha relación con mis propios conflictos; mi falta de intimidad, mi anhelo de reconocimiento, mi deseo de conquista. Ahora, sin embargo, anhelaba profundamente acercarme a Dios y a mi esposa. Impulsado por el quebrantamiento, deseaba aprender a valorar a Julia.
Tiempo de arrepentimiento
Julia: Cuando Matías comenzó a cambiar mi sorpresa fue profunda. Por primera vez en el ministerio comenzó a establecer límites y a negarse a algunas de las demandas de la gente. Más que esto, sin embargo, él comenzó a buscar mi corazón. Cuando se tomaba un día de descanso realmente se desvinculaba del ministerio. Cuando nos íbamos de vacaciones realmente dejaba atrás a la iglesia para enfocarse exclusivamente en mí y nuestros hijos. No llamaba a la oficina para saber cómo estaba todo. No leía libros relacionados con el ministerio.
Aunque yo veía que él buscaba la forma de valorarme, yo no estaba lista para entregarle mi corazón. Sentía demasiados temores y, además, aún seguía vinculada emocionalmente al hombre que trabajaba conmigo en el centro de consejería.
En el verano de 1996 trasladaron a Matías a una iglesia a 120 kilómetros de dónde estábamos, una congregación tres veces mas grande que la nuestra. Yo tomé por sentado que las demandas del ministerio volverían a devorarse a mi esposo y sus esfuerzos por volver a amarme. Matías, sin embargo, no permitió que eso ocurriera. Fue fiel a los límites que había establecido, asistía a dos reuniones nocturnas por semana. En raras ocasiones estaba dispuesto a aceptar una tercera reunión.
Mientras tanto la aventura emocional que yo estaba viviendo salió a la luz. El director del centro de consejería me confrontó: «Estás pasando demasiado tiempo con este hombre. ¿Estás enamorada de él?» Confesé que tenía fuertes sentimientos hacia él, pero que no habíamos tenido relaciones. El director me comunicó que esta era una situación que el centro no podía tolerar y me despidió. Eventualmente el hombre que amaba también se tuvo que ir y ya no volvimos a tener contacto.
Hice duelo por la pérdida de amigos y un medio de apoyo, pues la gente del centro de consejería habían sido como una familia para mí.Cuando perdí mi trabajo en el centro de consejería me tocó entrar en un período de arrepentimiento y dolor. A pesar de la forma en que lo había racionalizado, esta relación no era la forma correcta de responder a la falta de felicidad que experimentaba en mi matrimonio. ¡Era un pecado! Otros me habían descubierto. Me sentí expuesta, llena de vergüenza y remordimiento. Me desgarraba saber que había lastimado a Matías y a nuestros hijos. También comencé a enfrentarme a algunas de las heridas que aún arrastraba de mi niñez, asuntos que tenían que ver con la traición, el abandono y la soledad.
Hice duelo por la pérdida de amigos y un medio de apoyo, pues la gente del centro de consejería habían sido como una familia para mí. Repentinamente estas relaciones desaparecieron. Caí en depresión, perdí mucho peso y comencé a trabajar como mesera en un puesto de comida. Matías, sin embargo, jamás me dio la espalda.
Perdí todo lo que yo valoraba como importante —mi carrera, mi éxito, mi fantasía emocional— y comencé a recuperar todo lo que Dios valora.
Reconstruir
Matías: Cuando Julia perdió su trabajo en el centro de consejería y me di cuenta de cuán profundos eran sus sentimientos por la otra persona, nuestro matrimonio comenzó a sanar, a pesar del profundo dolor que sentía. Era como escuchar las palabras de un médico luego de una cirugía de cáncer: «Creo que lo pudimos agarrar a tiempo».
Durante este tiempo también comenzamos el proyecto de construir nuestra propia casa. Elegimos juntos el terreno, el diseño, los detalles. Durante los cinco meses que duró la construcción a menudo comentábamos que la casa se parecía a nuestro matrimonio. Al comienzo lo único que veíamos era el terreno pelado, pero lentamente se convirtió en la hermosa casa que compartíamos juntos. Nos inundó el deseo y la esperanza de un futuro mejor que el camino que ya habíamos transitado.
Julia: Luego de cuatro años de reconstruir la confianza y establecer nuevos patrones para nuestra relación, Matías aceptó ser el pastor principal de una congregación en otro estado. Aunque en el fondo yo sabía que esto era la voluntad de Dios para nuestras vidas, no pude evitar un sentimiento de temor que invadió mi ser. ¿Qué pasará si Matías me vuelve a abandonar? ¿Qué ocurrirá si esta congregación acaba acaparando su voluntad y su agenda? ¿Qué será de nosotros si nuestro matrimonio vuelve a desintegrarse? Los fantasmas del pasado, que yo pensaba ya habían sido derrotados, comenzaron otra vez a atemorizarme.
El temor se convirtió en ira, y con frecuencia la ira iba dirigida contra Matías. Pequeños incidentes detonaban reacciones airadas y fustigaba a mi esposo. Sabía que necesitaba consejería, y nuestro matrimonio también.
Matías: Durante el tiempo de transición un sabio consejero nos ayudó con el proceso. Por ejemplo, una noche que estábamos parando en un hotel Julia me pidió que bajara a la recepción para pedir una toalla adicional y más jabón. Cuando regresé con la toalla, pero sin el jabón, ella explotó.
Cuando le expliqué al consejero lo «ridículo» que me parecía hacer tanto «escándalo» por apenas un jabón, el me señaló: «Su ira no tenía que ver con el jabón, Matías». Me mostré confundido, por lo que añadió: «Julia siente miedo de mudarse. Se enoja porque teme que no la escuches, que no la tomes en cuenta. Ella es el jabón. ¿La dejarás atrás cuando te vayas?»
Sus sabias intervenciones nos ayudaron a prepararnos para la mudanza. Dejamos de enfocarnos en los detalles y comenzamos a escuchar lo que estaba diciendo cada uno. Yo busqué mejorar mis capacidades para escuchar su corazón.
Gracia para el futuro
Matías: En el 2001 nos mudamos a nuestra nueva congregación. Nuestra hija ahora asiste a la Universidad y tenemos tres preciosos adolescentes en casa. Julia y yo nos hemos unidos, como íntimos aliados, en el servicio a Cristo. ¡Qué aventura! ¡Qué privilegio!
Julia: No ha sido fácil. Mudar a toda la familia y acostumbrarla a una nueva cultura resultó, en ocasiones, bastante doloroso. Luego, a pocos meses de habernos mudado, dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas, a apenas 80 Km. de nuestra congregación. Aunque no perdimos a ningún miembro de la congregación, la angustia provocada por la pérdida de amigos, hermanos y compañeros duró muchos meses.
El año pasado me diagnosticaron cáncer de tiroides. Este tipo de cáncer es fácilmente tratable, pero aún mi cuerpo no se recupera del golpe y del temor que me causó la noticia. La presión que siento por tantas situaciones complicadas ocasionalmente me perturban y agotan. No obstante, en medio de las necesidades de mis hijos, una nueva carrera en consejería, sesiones de quimioterapia, cientos de nuevas personas en la congregación, Matías ha sido fiel en acompañarme. La iglesia me ha rodeado de amor. Durante el tratamiento para el cáncer frecuentemente nos proveían de todas las comidas del día. Algunos miembros de la Iglesia son ahora también mis compañeros de ministerio.
Hace un año me encontré con el cuerpo ministerial de la iglesia para compartir mis sueños y anhelos para el ministerio, pidiendo que me rodearan con oración. Ellos se mostraron ¡tan cariñosos! Y, lo mejor de todo, es que en la congregación he encontrado personas que considero verdaderos amigos.
Matías: Estoy tan agradecido a Dios por sus «severas misericordias». ¡Cuán doloroso ha sido nuestro peregrinaje! Ambos tuvimos que enfrentarnos, una y otra vez, a nuestro pecado y fragilidad. Pero de las cenizas de nuestra vida Dios ha vuelto a reconstruir nuestro matrimonio.
El mes pasado, mientras Julia limpiaba el horno, la cocina se llenó de humo. Llamó a los bomberos para que la aconsejaran, pero en pocos minutos dos camiones, la camioneta del jefe de bomberos y un auto de policías habían llegado a nuestra casa, sirenas encendidas y luces tintineando. Nueve bomberos irrumpieron en nuestra cocina con máscaras de humo y hachas en las manos. Nuestro perro salió corriendo al jardín mientras que nuestro hijo más pequeño se subió a uno de los camiones hidrantes.
Los vecinos y miembros de la congregación rodearon la casa para ver que pasaba. Julia y yo nos sentamos en la galería para reírnos. Esta escena era un retrato de nuestras vidas, la abundante gracia de Dios que ha permitido que resurja la alegría del caos y la tristeza.
CCONFESIONES DE UNA MUJER CONTENCIOSA...
Iba en el carro con mi esposo en camino a encontrarnos con nuestra familia para almorzar con ellos. Mi esposo optó por cierta ruta al restaurante que, en mi opinión, nos tomaría más tiempo en llegar a nuestro destino. Estábamos apurados, porque después del almuerzo teníamos que reunirnos con unos amigos. Yo iba sentada en el carro echando chispas. «Después de haber andado por esa área por más de veinte años, ¿por qué insiste en tomar la misma ruta? ¿Acaso soy yo la única que piensa en esta casa?» No tardé mucho para enfrascarme en mí misma para alimentar una actitud de enojo por algo tan absurdo como la ruta para llegar a un restaurante.
Mientras tanto, mi esposo y mis hijos sabían que «mami» estaba de un humor de aquellos… Ni siquiera tenían idea de si ellos habían provocado mi actitud; solo sabían que necesitaban ser muy cuidadosos al respecto. Me acababa de convertir en «una fastidiosa gotera», y mi familia estaba viviendo arrinconada en el patio.
«Más vale vivir en un rincón del patio,
Proverbios 21.9 LBA (1)
con una [mujer] peleonera y de mal genio.»
Proverbios 21.19.
«El hijo necio es ruina de su padre,
y gotera continua las contiendas de una esposa.»
Proverbios 19.13 LBLA (2)
Dios me mostró tres problemas de mi persona con los cuales debía trabajar: orgullo, insatisfacción, y búsqueda de placer.
Orgullo
Proverbios 21.4 señala: «Hay tres cosas que son pecado: ser orgulloso, creerse muy inteligente y vivir como un malvado».
Mi orgullo me hacía querer controlarlo todo. Pensé que yo sabía bien cuál era la ruta que deberíamos tomar. Y mi afán por tener todo bajo mi control me llevó a creer que mi razonamiento siempre era más acertado que el de mi esposo. Este es un error muy común entre esposas, aun cuando nuestros esposos han mostrado ser hombres responsables, reflexivos e inteligentes. ¿Por qué otra razón nos habríamos casado con ellos? Y aún así decidimos pensar que nosotras lo sabemos todo.
Insatisfacción
La insatisfacción es una actitud de la que debemos cuidarnos. Irrumpe en nuestros pensamientos sin previo aviso. Yo estaba descontenta con la ruta que él había elegido para llegar al restaurante. ¿Qué tan ridícula resulta esa actitud? Aun así, fue tan poderosa que arruinó la cita familiar que teníamos para comer.
Una mujer peleonera que se refugia en el enojo nunca quedará satisfecha. Quiere que su esposo le traiga flores. Un día él se las trae y… «Oh, pero no son rosas rojas». Nunca es suficiente. Siempre se le antoja algo más.
Pero la verdad es que «todo el día codicia, mientras el justo da y nada retiene». (Pr 21.26 LBLA). ¿Por qué no dejamos de pensar en lo que podemos recibir en vez de enfocarnos en lo que podemos dar?
La búsqueda de placer
Proverbios 21.17 advierte: «Quien solo piensa en fiestas, en perfumes y en borracheras, se queda en la pobreza, y jamás llega a rico». Me encanta sentir placer. ¿A quién no? ¿Es esa la meta de tu vida? ¿Estás constantemente planeando y pensando en tus próximas vacaciones? ¿El placer es tu enfoque? Y si no te dan lo que tu corazón quiere, ¡que el mundo se cuide!
No pudiste ver tu programa favorito de tele o no pudiste ir al gimnasio o tomar tu almuerzo. De inmediato asomas tu cara enojada y ya nadie puede soportar estar cerca de ti. ¡El mundo tiene la culpa!
Esta búsqueda de placer puede llevarnos a que nos convirtamos en lo que la Biblia llama un vago (Pr 21.25). Nos volvemos perezosas. No queremos limpiar, cocinar, enseñar, estudiar o asistir a la iglesia. Ansiamos solamente placer y convertirnos en perezosos con nuestras responsabilidades. Todos debemos cumplir tareas que Dios nos ha dado en su perfecta sabiduría. Con un corazón abierto y agradecido debemos realizar el trabajo que él confía a diario en nuestras manos.
¿Qué es lo que debo hacer para librarme de esta mujer peleonera?
Ya que me había dado cuenta de que era una mujer peleonera y estos tres problemas estaban acabando con mi vida, decidí cambiar y convertirme en una mujer que complace a Dios. El Espíritu Santo me ayudó a enfocarme en la humildad, el contentamiento, y la confianza
Humildad
«El orgullo acaba en fracaso, la honra comienza con la humildad» afirma Proverbios 18.12. «Humíllate y obedece a Dios, y recibirás riquezas, honra y vida» (Pr 22.4).
Me cuesta ser humilde. Es muy fácil creer que somos algo más de lo que en verdad somos. ¿Cómo podemos perseverar en ser humildes? Me di cuenta de que para ello me ayudaría elaborar una lista de lo que Dios me ha dado. Cuando veo la magnitud de los regalos que Dios me ha dado, me siento humilde. Puedes escribir una lista así sobre las personas que son clave en tu vida. Cuando veo las bendiciones que esta gente trae a mi persona, mi actitud cambia en un instante.
Contentamiento
Interpreto la satisfacción como conformarnos con lo que Dios nos ha dado. «Nadie sabe cuál será su futuro. Por eso debemos dejar que Dios dirija nuestra vida» (Pr 20.24). Si crees en su Palabra, ¿por qué tanto escándalo? Es tiempo de probar la Palabra de Dios. Deja de alarmarte y desear más, y empieza a darte cuenta de lo que sí tienes.
Quédate quieta y date cuenta de que tu vida está en las manos de Dios, y regocíjate. Regocíjate en lo que él te ha dado. Regocíjate por el lugar en el que estás. Regocíjate si tienes un trabajo. Regocíjate si cuentas con una familia que te ama —a pesar de que los tienes viviendo arrinconados en el patio. Regocíjate si tienes vida. Regocíjate en el Dios maravilloso al que sirves. Regocíjate en la tarea que te ha dado —es un privilegio.
¿Eres una mujer peleonera?
¿Estás contenta?, ¿o quejumbrosa?
¿Te sientes gozosa?, ¿o miserable?
¿Estás confiando?, ¿o jugándotela sola?
¿Estás dando?, ¿o ansiando más?
¿Estás encargándote de cumplir tus responsabilidades ante Dios?, ¿o buscando tu propio placer?
Decide hoy ser la clase de mujer que Dios quiere que tú seas. Entonces da los pasos necesarios para convertirte en una mujer que complace a Dios. Medita y piensa en estos versículos:
¡Qué difícil es encontrar una esposa extraordinaria! ¡Hallarla es como encontrarse una joya muy valiosa! Quien se casa con ella puede darle toda su confianza; dinero nunca le faltará. A ella todo le sale bien; nunca nada le sale mal..... Es mujer de carácter; mantiene su dignidad, y enfrenta confiada el futuro. Siempre habla con sabiduría, y enseña a sus hijos con amor.
Proverbios 31.10–12, 25–26.
Confía
Deposita toda tu confianza en Dios, y no en tu propia inteligencia. Date cuenta hasta dónde me dejé llevar por mis pensamientos. No te fíes de tus sentimientos, opiniones, o derechos. Confía en Dios y en su Palabra. Aun, este sufrimiento que ha entrado a tu vida, Dios lo ha dispuesto. Acéptalo y avanza apoyada en su fortaleza.
¿Qué tan alentador resulta eso? ¡Qué fundamento tan sólido en el cual se puede permanecer! Confiar en Dios te llevará a obedecer su Palabra. La obediencia a su Palabra te ayudará a ser humilde y a encontrar satisfacción. La mujer peleonera se habrá esfumado.
La siguiente vez que mi esposo tomó el camino largo a algún lugar, respiré profundo y disfruté el precioso panorama que el camino nos ofrecía —¡un panorama que jamás había notado! Elegí no estar tratando de controlar cada detallito y acepté la libertad de no tomar cada decisión. ¡Qué notable diferencia!
SENADORA CRISTIANA INICIA RED DE ORACION POR MEXICO
Delgado, quien es hija de pastor y además es miembro de la iglesia Comunidad Cristiana Internacional, ha enviado una carta abierta expresando su preocupación por la crisis actual de México y convocando a la oración como hermanos en Cristo.
La red de oración ya ha iniciado en Puebla, Oaxaca, Chiapas, Monterrey, Cancún; D. F. y se espera contar con el apoyo del resto del país.
En su carta, la senadora expresa:
Hoy nuestro país se encuentra en una situación de crisis política podría decir que sin precedente alguno, las dos Cámaras tanto la de Diputados como la de Senadores están tomadas por algunos legisladores que no desean que la legislación en materia de hidrocarburos prospere.
No todos tenemos que estar de acuerdo en todo, podemos disentir, para eso es el espacio de las Cámaras, para dialogar y parlamentar; pero esta legislación en especial ha esperado por muchos años y es necesaria y urgente en nuestro país.
Aunque esta legislación ha sido muy discutida por mucho tiempo, a quienes pidieron que se debatiera, ayer se les abrió el espacio de 50 días para discutir y fundamentalmente tener la posibilidad de escuchar a los expertos en el tema; por lo que ya no hay razón para seguir teniendo tomadas las tribunas.
Quienes tomaron las tribunas no son la mayoría, es absurdo que quieran actuar como mayoría sin serlo y más aun pretender secuestrar los espacios que existen para el dialogo y “clausurar” uno de los poderes de la unión.
Hay algo que el PUEBLO DE DIOS, EL CUERPO DE CRISTO SABE HACER y es ORAR!!, por eso me dirijo a todos ustedes.
Los CONVOCO a todos a que nos sumemos a interceder por nuestro país; que se oiga en nuestra patria la oración del pueblo que cree en la intervención sobrenatural de QUIEN TODO LO PUEDE, DE JEHOVA DE LOS EJERCITOS.
Además les pido que hagamos una red tan grande como podamos hacerla; para que en cada hogar, en cada iglesia, en cada rincón del país exista un intercesor.
Nosotros sabemos el resultado que tenemos cuando clamamos a Dios, sabemos que somos escuchados y sabemos y conocemos de la justicia de Dios.
Unámonos en oración, porque LA ORACION EFICAZ DEL JUSTO; PUEDE MUCHO.
Oremos porque se restablezca el orden y la paz en el Poder Legislativo y por nuestro Presidente Felipe Calderón.
Senadora Blanca Judith Díaz Delgado
UN MEXICO, UNA ORACION....
Los objetivos a lograr son:
a) Generar un impacto espiritual y social de carácter trascendental.
b) Movilizar al pueblo de Dios a la oración a distintos niveles; individual, familiar, congregacional, ciudad y región.
c) Organizar, promover y desarrollar reuniones masivas de oración por México, en estadios, parques, zócalos, auditorios y todo lugar que se preste para tal fin. Coordinar las reuniones masivas para que produzcan el mayor impacto posible.
d) Permitir al Espíritu de Gracia y Oración derramarse en esas concentraciones.
Próximamente los líderes de este esfuerzo de oración estarán visitando ciudades estratégicas del país para dar a conocer los avances de este proyecto nacional que seguramente marcará la historia moderna de la Iglesia en México.
CUESTION DE TIEMPO
Hay un tiempo indicado para el trabajo y el esfuerzo. Quién se dedica al descanso, la instrucción y la reflexión, cuando es tiempo de trabajo, hace lo incorrecto. De la misma manera, quién se dedica al trabajo cuando es tiempo para el descanso, la instrucción y la reflexión., también hace lo incorrecto.
APRENDIENDO DE LA DESILUCION
Las desilusiones pueden ser dolorosas, sin importar su magnitud. Mi amiga Nancy terminó una larga relación por la que luchó durante años. Las palabras hirientes, los tristes recuerdos y la fricción diaria habían dejado su cicatriz. «Nunca he experimentado la cercanía emocional que otras parejas gozan» me confesó Nancy. La esperanza de lograr una profunda satisfacción se convirtió en una terrible pesadilla y sus sueños destruidos la llevaron a terminar su relación.
Otro amigo, Alberto, perdió el trabajo que amaba. Sus amigos y compañeros valoraban sus logros pero su supervisor estaba extrañamente distante, lo criticaba y le daba poco reconocimiento. Se sentía asfixiado y subestimado, de tal manera que al final el trabajo de sus sueños se convirtió en su frustración.
Susana, por su parte, sabía que algo andaba mal mucho antes de que el doctor se lo dijera: «La biopsia resultó positiva, es maligno y debemos realizar una lumpectomia o una mastectomia para sacarlo». Los siguientes días fueron un torbellino de confusiones a medida que Susana luchaba por entender lo que ocurría. No se suponía que esto formaría parte de su vida tan especial: presidenta de su clase, animadora, mujer de sociedad, esposa y madre orgullosa. El cáncer atacaba a otras personas. ¿Cómo se suponía que manejaría esta tragedia?
Cuando reflexiono sobre mi propia vida, me doy cuenta de que no soy diferente a mis amigos. Todos experimentamos desilusiones: relaciones turbulentas, bajas evaluaciones laborales o académicas, la muerte de algún ser querido, problemas de salud, desaires sociales, etcétera.
Las desilusiones pueden terminar en depresiones o desesperación, lo cual puede llevar a serias consecuencias. El psicólogo de UCLA, James C. Coleman, lo explica con varios ejemplos: «Las víctimas de naufragio que pierden las esperanzas pueden morir en unos cuantos días aun cuando, psicológicamente hablando, pueden vivir más». Dr. Coleman remarca que la desilusión puede llevar al suicidio, mientras que la desesperación causada por la pobreza puede manifestarse como apatía. «Los valores, propósitos y esperanzas parecen actuar como catalizadores» para movilizar la energía y encontrar satisfacción. Sin ellas, puede parecer que la vida no vale la pena.
Cómo mantener las esperanzas vivas
- Ajuste sus expectativas
No todos los equipos ganan el campeonato mundial ni tampoco todos los atletas ganan el oro olímpico. No todos los solicitantes obtienen el trabajo, las personas se enferman y no todos los matrimonios viven felices para siempre. Entonces uno podría pensar que no vale la pena establecer metas tan altas, pero la verdad es que a nadie le gusta ser un mediocre y siempre busca alcanzarlas. Por otro lado también podemos apoyar nuestra esperanza donde no debemos. Por ejemplo, si su mayor esperanza es lograr el éxito con el tiempo se desilusionará porque el éxito es transitorio. El Rey Salomón escribió: «Consideré luego todas las obras que mis manos habían hecho y el trabajo en que me había empeñado, y he aquí, todo era vanidad y correr tras el viento, y sin provecho bajo el sol» (Eclesiastés 2.11). Por otro lado, si tenemos tanto miedo en salir desilusionados podemos sentirnos tentados a disminuir nuestras expectativas y alejarnos de lo que Dios quiere para nosotros. Lograr el balance adecuado es difícil mas no imposible. - Aprenda de sus fracasos
Las desilusiones y los fracasos ayudan a formar el carácter y la paciencia cuando se lo permitimos. Nos enseñan a ganar y a perder con gracia, un arte que se está extinguiendo en estos días. Pablo le comparte a la iglesia en Roma (Ro 5.3-4): «nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza » La fortaleza espiritual interna, la que resulta de una fe sincera en Dios, ayuda a formar nuestras actitudes. - Entable relaciones
Dios a menudo ministra nuestras heridas a través de otras personas. Sin embargo, a veces nos sentimos tentados a levantar muros cuando estamos vulnerables, pero, si dejamos por fuera a nuestros amigos, podríamos estar cerrándole la puerta a la sanidad y esperanza. Durante un tiempo particularmente difícil de mi vida, le agradecí a Dios por mis amigos cercanos. Mi esposa estaba divorciándose de mí, algunos compañeros me estaban traicionando y yo temía la posibilidad de cáncer. Dos días antes de que el divorcio llegara a concretarse, un amigo de toda la vida me llamó para saber cómo estaba. Lloré mientras le contaba que mi mundo se derrumbaba pero al saber que mi amigo estaba ahí y que realmente se interesaba por lo que estaba sufriendo, gané fuerzas y esperanzas para soportar las pruebas. - Profundice su relación con Dios
Los amigos son esenciales pero no olvidemos que son seres humanos que pueden defraudarnos o equivocarse. Afortunadamente muy temprano en mi vida me di cuenta de que Dios nunca me dejaría porque ya me había dicho: «Nunca te dejaré ni te desampararé» (Hebreos 13.5). Su amistad me ha sostenido todos estos años aún en medio de las criticas de amigos y enemigos, los desafíos financieros, las decepciones académicas y las relaciones destruidas. Dios es el único cuyo historial está limpio, así que tiene sentido confiar en Él. Pablo renovó sus fuerzas y esperanzas a través de su amistad con Dios, por eso escribe: «Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?» (Romanos 8.3132). Pablo estaba convencido de que nada podía separarlo del amor de Dios: «Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios » (v. 38). Cuanto más pongamos nuestra seguridad en el eterno amor de Dios, menos poder tendrán las desilusiones para minar nuestras esperanzas. - Concéntrese en la esperanza final
Durante ese oscuro momento de mi vida, mi mentor me recordó lo que Pablo había dicho a la iglesia en Roma: «Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien » (8.28). Mi mentor me dijo que eso seguía vigente aún en nuestros días y la verdad es que estaba en lo correcto. Algunas veces nos concentramos en el aquí y ahora, pero recordemos que nuestra situación actual no es el final de la historia. Pablo sabía perfectamente lo que se sufría por las desilusiones, solo basta con leer sus cartas para darnos cuenta. No obstante, nunca dejó de animar a los creyentes a ver más allá, aun en medio de las pruebas y aferrarse a la esperanza suprema en Dios. El apóstol escribe: «Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.» (2 Corintios 4.16-18). Los planes de Dios son siempre mayores que los nuestros y aunque las desilusiones duelen a corto plazo, no se comparan en nada con la esperanza final que gozamos en el Señor.
Pedro exhorta a sus destinatarios (1Pe 1.13): «Por tanto, ceñid vuestro entendimiento para la acción; sed sobrios en espíritu, poned vuestra esperanza completamente en la gracia que se os traerá en la revelación de Jesucristo». En otras palabras, cosas maravillas ocurrirán una vez que Jesús regrese a este mundo tan convulsionado. Pero aún hoy, Dios ofrece su compasión, perdón y fuerzas a aquellos que confían en Él. Una relación con Él nos llena de una gran esperanza que nos fortalece para enfrentar cualquier desilusión.
CONFRONTEMOS LAS POTESTADES
En estas páginas aprenderá más de la historia de la guerra espiritual, y descubrirá maneras dinámicas en que puede orar contra el enemigo del pueblo de Dios.
Su vida de oración de verá revitalizada y su ministerio florecerá al aplicar los principios bíblicos que aquí se exponen.
LA DESTRUCCION DE FORTALEZAS EN SU CIUDAD
Usted puede llevar luz a las partes más lóbregas de su comunidad destruyendo las fortalezas del enemigo en la oración.
Si halla la información que necesita, podrá orar más concentrada y efectivamente.
La destrucción de fortalezas en su ciudad enseña cómo identificar el territorio enemigo, y ofrece consejos prácticos en cuanto a cómo orar contra esas fuerzas de las tinieblas.
Ya sea que usted se sienta llamado al frente en la guerra espiritual o a respaldar la lucha en oración detrás del telón, descubra cómo enfocar sus oraciones para que Dios sea glorificado en su vecindad.
Usted puede llevar luz a las partes mas lóbregas de su comunidad destruyendo las fortalezas del enemigo con la oración.
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CENTINELA FIEL
MENTE DE ESCLAVO
el chismoso, el quejoso, el peleador, el mediocre, el conformista…Y propone soluciones para liberarlo de su esclavitud con la ayuda del poder de Dios
A TRAVEZ DE LA TORMENTA
Cuando nos damos cuenta que hay tormentas que se agitan en nuestras vidas, es natural buscar primero una causa externa para explicar el problema. Pero, a veces, las tormentas que encontramos no tienen un origen externo. Vienen de adentro, alimentadas por la creencia de que el Señor no puede realmente ayudarnos a salir de la dificultad.
En la Biblia encontramos que Noé enfrentó la tormenta más grande que la tierra ha conocido: el diluvio del Génesis. Pero él estuvo preparado para la inundación y equipado para sobrevivirla. ¿Por qué razón? Porque tenía paz con Dios, y porque supo cómo responder a la insólita orden del Señor. Noé
fue fiel, obediente y perseverante. Su ejemplo nos enseña cuatro secretos para mantener firme la fe en medio de las tormentas que pueden devorar nuestras vidas. Noé caminó con Dios Génesis 6.8, 9 nos da una descripción breve, pero impresionante de él. “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová… Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé”.
Mucho antes de que la tormenta del Génesis fuera anunciada, Noé era ya un
hombre hecho para soportarla por lo que él era interiormente. Es descrito como “perfecto”, no porque hubiera logrado una pureza intachable, sino porque decidió depender con firmeza del Creador. Como resultado de esa decisión, Noé recibió la bendición de la gracia inmerecida pero inconmovible
de Dios. Como cristiano, usted también tiene este privilegio. La gracia inmerecida del Padre celestial le permite vivir para Él. Sin embargo
¿está usted respondiendo a este privilegio buscando la presencia de Dios y esforzándose por conocerle más? Propóngase a caminar con Dios, buscándole a través del tiempo invertido en su Palabra y en la oración, y así
echará las bases necesarias para mantenerse firme cuando las tormentas golpeen su vida.
Noé obedeció a Dios
El relato de Génesis nos dice en dos ocasiones que Noé hizo exactamente lo que el Señor le ordenó. El primer caso está en Génesis 6.22, cuando Dios le dice que vendría un diluvio, le da especificaciones para construir el arca y le promete resguardar a su familia y a dos animales de cada especie. El segundo caso aparece en Génesis 7.5, cuando Dios le dice que introduzca a su familia y a todos los animales en el arca, porque siete días después comenzaría la lluvia.
Es significativo que el escritor de Génesis haya decidido hacer hincapié en la firme obediencia de Noé. Aquí tenemos a un hombre ya acostumbrado a obedecer a Dios. Por eso, cuando el Señor le dice que haga algo increíble —una tarea intimidante y que además provocaría burlas y ataques
contra él— Noé siguió delante. Después, ya terminado el trabajo y con la tormenta cerca, estuvo ya listo para meter a su familia dentro del arca y hacer preparativos para todo lo que viniera después.
Obedecer al Señor no siempre es fácil, porque muchas veces parece ilógico desde el punto de vista terrenal. Pero siempre que usted decide obedecer, sus dudas se extinguen y se fortalece su confianza en Dios. De esa manera, su obediencia le permite confiar plenamente en la provisión y en el cuidado del Señor cuando vengan las pruebas. Noé puso en práctica su fe en Dios Hebreos 11.7 dice: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”. Noé puso de manifiesto una fe y una perseverancia interiores que prefiguraban el tipo de compromiso que Dios nos pide a nosotros en Santiago 1.2-8. Aquí aprendemos dos principios en cuanto a la fe:
1. La fe verdadera produce crecimiento (vv. 2-4). “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”.
2. La fe verdadera produce constancia (vv. 6-8). “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues,
quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. ¿Qué tempestad está usted enfrentando hoy? ¿Una relación que se está debilitando? ¿Un diagnóstico médico terrible? Con santo y reverente temor a su Señor, ponga en práctica su fe, y confíe en que Él le sacará adelante en la prueba. Los caminos del
Señor podrán no ser los de usted, pero son siempre los mejores (Is 55.8, 9).
Noé esperó en Dios y él le honró. Noé, su familia y la multitud de animales
pasarían, en total, todo un año en el arca (Gn 8.13, 14). Fue una cantidad importante de tiempo hasta esperar que las aguas se retiraran, especialmente sin tener ninguna idea de lo que sería el mundo cuando eso
sucediera. Pero la fortaleza interna de Noé, forjada por una vida dedicada a Dios, le dio la paciencia para perseverar hasta que pasaron la tormenta y sus secuelas.
Cuando finalmente salió del arca, Noé construyó un altar que agradó al Señor (Gn 8.20-22), y recibió una nueva orden, la misma que había sido dada a Adán y Eva: “Fructificad y multiplicaos; procread abundantemente en la tierra” (Gn 9.7). Noé había soportado la tormenta, y por eso fue honrado por Dios con una nueva misión en su vida: la de restaurar la tierra. El Señor hace lo mismo con sus hijos hoy.
Travis Boyd tenía 12 años de edad cuando su madre, Liz Holmes, murió en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Más tarde, él dijo que lloraba por ella en medio de la noche, hasta que el cuerpo se empapaba con un sudor frío. Pero en esas circunstancias encontró esperanzas por su fe en Jesucristo. Le contó al periódico USA Today: “Yo sabía que Dios me ayudaría a salir adelante. Es lo que Él hace”.
Siguió diciendo: “Sabía que Dios hace las cosas por alguna razón, no de la forma ni en el momento que nosotros queremos”. Hoy, Boyd ha salido triunfante de esa gran tormenta que hubo en su vida. Figura en la lista honorífica de Virginia Union University y ha creado una coral religiosa.
Esperanza después del desastre. Calma en medio de la tormenta que se agita por dentro. Eso es lo que usted experimentará al aprender, como lo hizo Noé, a confiar en Dios y en sus caminos. Él le ayudará a capear todas las tempestades que vengan contra su vida.