Si vemos la vida con esperanza, nuestra familia completa heredará esa actitud.
Si vemos la vida con esperanza, nuestra familia completa heredará esa actitud.
DIOS ME SATISFACE CON LARGA VIDA
Se ha dicho que hay un vacío con forma de Dios dentro de cada uno de nosotros. El hombre ha intentado llenar ese vacío con muchas cosas diferentes, pero nada satisfará el vacío hasta que sea lleno con Jesús. Él es la verdadera satisfacción a la cual Dios se refiere en su promesa.
Dios está haciendo la oferta. Si acudimos a Él, dejamos que Él llene el lugar vacío en el interior y le permitimos que nos ayude a cumplir el llamado que hay en nuestra vida, entonces nos dará una larga vida y nos satisfará mientras la vivimos. Solamente la persona insatisfecha puede apreciar realmente lo que significa encontrar satisfacción.
Es un hecho que Dios quiere que vivamos una vida satisfactoria, pero no pasemos por alto la promesa de una larga vida. El rey David fue el guerrero más valiente y atrevido de Israel, sin embargo, vivió una buena vejez: lleno de días, como a los autores del Antiguo Testamento les gustaba decir. Su vida estuvo llena de combate, situaciones de alto riesgo y pronósticos imposibles, no obstante, él no murió en batalla, sino que su cabeza quedó en paz en su vejez. Una larga vida es una estupenda promesa de protección.
Pablo nos hace saber en Efesios que estamos en un combate. No podemos seguir la corriente de lo que se siente bien y ganar esta batalla, porque el enemigo hará que el camino erróneo sea muy fácil de tomar.
Una vez, en una barca en el mar de Galilea, los discípulos clamaron, teniendo temor a ahogarse en la tormenta. Jesús, sin embargo, había dicho que debían pasar al otro lado. Si ellos hubieran pensado bien lo que Él había dicho, habrían sabido que la tormenta no les haría daño porque tenían la palabra de Él con respecto a una misión al otro lado del lago. De la misma manera, si se le ha prometido a usted una vida larga y satisfactoria, entonces usted sabe que atravesará las actuales circunstancias.
John Evans, un predicador galés, relató un incidente que le sucedió a un amigo durante la Guerra Civil poco después de haber recibido una comisión del capitán. Aunque muchos de los hombres en el ejército tenían poca consideración por la religión, estaba de moda que cada soldado llevase una Biblia.
Mientras seguía órdenes de quemar un fuerte, el capitán y sus hombres estaban bajo un pesado fuego del enemigo. Cuando el conflicto terminó, él descubrió que una bala de mosquete se había incrustado en su Biblia, la cual llevaba en su bolsillo. Si no hubiera sido por esa intervención, seguramente él habría muerto. Investigando más sobre el incidente, él entonces descubrió que la bala había llegado a detenerse en el versículo de Eclesiastés 11:9: “Alégrate, joven, en tu juventud… y anda en los caminos de tu corazón… pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios”. Este mensaje causó una profunda impresión en su mente, al igual que el modo en que fue dado. Como hombre no religioso, entendió que la Biblia literalmente había hecho algo más que sólo intentar salvar su alma. Como resultado, él dirigió inmediatamente su corazón hacia Dios y continuó siendo devoto en su caminar cristiano hasta una buena vejez. Él con frecuencia testificaba de cómo la Biblia aquel día se convirtió en la salvación de su cuerpo al igual que de su alma.
Dios no estaba interesado sólo en proteger la vida de ese hombre y alargarla; Él estaba más interesado en la fiel obediencia de él a medida que vivía esa vida. De la misma manera, Dios quiere que reclamemos la promesa de una larga vida, pero también quiere que utilicemos nuestra larga vida viviendo para Él. Hágase la pregunta: “¿Qué voy a hacer con mi larga vida?”.
Nada en este mundo es más confiable que las promesas de Dios, cuando las creemos, nos negamos a dudar, y hacemos de su Palabra nuestra autoridad final para cada área de la vida. Hay, sin embargo, algo único en este salmo. Se pueden encontrar promesas de protección en toda la Biblia, pero el Salmo 91 es el único lugar en la Palabra donde todas las promesas de protección están reunidas en una colección, formando un pacto escrito por medio del Espíritu Santo. ¡Qué poderoso es eso!
Yo creo que el Salmo 91 es un pacto: un contrato espiritual que Dios ha puesto a disposición de sus hijos. Se necesita con desesperación en estos tiempos difíciles. Hay algunos que sinceramente preguntan: “¿Cómo sabe que puede tomar un canto de los salmos y basar su vida en él?”. Jesús respondió esa pregunta. El valor de los salmos fue enfatizado cuando Él los citó como una fuente de verdad que debe cumplirse: Y les dijo: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lucas 24:44, énfasis añadido).
MI PASADO NO ES MI FUTURO
Filipenses 3:13–14 nos instruye que olvidemos lo que está detrás. Nos exhorta a luchar por lo que está delante, alivianándonos de la carga de nuestro pasado. Esa es la única forma en que podemos tener la fuerza necesaria para perseverar hacia nuestra meta.
¿Cuántos corredores de maratón llevan mochilas? Si comienzan con una, pronto la arrojan para poder aliviar su peso y terminar la carrera. Los corredores de maratones compiten con la menor cantidad de artefactos y llevan sólo lo que es necesario para su viaje.
Nosotros también corremos una carrera. No es sólo una carrera física, sino también una espiritual. Eso es lo que hace que la carrera sea diferente. Proverbios 4:18 nos dice que el camino se vuelve más claro y distinto cuando lo caminamos: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”. Siempre que avancemos, nuestra luz se incrementará. No podemos avanzar cuando miramos hacia atrás, así que debemos volvernos al Hijo y seguir su luz.
Con cada paso, abandonamos el reino de la oscuridad y viajamos con mayor profundidad hacia su luz, hasta que brille más que la luz del día. Algunos de ustedes están corriendo con mochilas llenas de piedras, porque intentan llevar su pasado al futuro. Otros de ustedes miran hacia atrás. Tal vez teman que su futuro sea como su pasado. Ahora es el momento de poner a descansar el pasado.
Cuando nos excusamos por nuestra conducta por nuestro pasado, decimos: “Me he ganado el derecho a ser de este modo por lo que me hicieron”. Esta actitud traiciona la presencia de la falta de perdón en nuestro corazón. El perdón es la propia base del evangelio. Sin perdón, no hay remisión del pecado. La falta de perdón nos mantendrá atados al pasado. “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.” —Lucas 6:37
La falta de perdón inevitablemente nos hace perder la visión de nuestra propia necesidad de perdón. Tenemos la promesa de Dios de que si perdonamos, seremos perdonados. Cuando no perdonamos, el peso de nuestros propios pecados vuelve a pesar sobre nosotros. El perdón de Dios es la propia fuerza que nos libera de nuestro pasado. Incluso, podemos liberar a los demás, porque “a quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20:23).
Pero recuerde: Al no perdonar a los demás, tampoco se nos perdona a nosotros. Algunos de nosotros hemos retenido el perdón como una forma de castigo cuando, al final, sólo nos estamos castigando a nosotros mismos. ¿Valdrá la pena?