Tengo sentimientos encontrados con respecto a Jacob. Sabemos que Dios escoge personas imperfectas (yo la primera) para hacer Su obra y para servirle. Y Jacob cumple con eso a cabalidad: es un estafador, un engañador, un ladrón y un mentiroso.
Sin embargo, es uno de los patriarcas de Israel, padre de las 12 tribus y Dios decidió que fuera él uno de los antecesores de Cristo.
La parte que sí me gusta de Jacob (aunque también la lía en esto, como veremos después), es cómo la Escritura describe su amor por Raquel.
Encontramos a Jacob llegando a la casa de la familia de Rebeca en Padan-aram, a donde Isaac lo había enviado a buscar mujer. Isaac no quería que su hijo se casara con las hijas de Canaán, sino que fuera a su parentela a buscar esposa (Génesis 28:5-6).
Jacob llega allí solo y asustado, huyendo de su hermano Esaú tras engañar a su padre y conseguir la bendición de la primogenitura en detrimento de Esaú. Llega cansado del camino y después de haber tenido un encuentro con Dios asegurándole que su semilla sería bendita (Génesis 28:14).
En Harán, al llegar al pozo, ve a Raquel, que estaba apacentando las ovejas de su padre Labán. Jacob estaba exultante por haber encontrado a su familia y pronto hizo trato con su tío para trabajar a cambio de un salario.
Génesis 29:18
Y Jacob amó a Raquel, y dijo: Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor.
Jacob estaba enamorado de Raquel, a quien la Biblia describe como “de lindo semblante y hermoso parecer”. Era una mujer hermosa y Jacob quería tomarla como esposa.
Pero su amor tenía un precio: Labán quería que Jacob trabajara por ella gratis durante 7 años.
¿Te imaginas que tuvieras que trabajar gratis en la casa de tus suegros durante 7 años por ganar el derecho de casarte con tu marido? El amor de Jacob, sin duda, era un amor que cuesta. No iba a ser fácil ni rápido. Jacob debía esforzarse y ser constante para llegar a casarse con Raquel.
Y, sin embargo, el amor de Jacob era tal que la Biblia dice que “sirvió Jacob por Raquel siete años; y le parecieron como pocos días, porque la amaba.” (Génesis 29:20)
Esos siete años pasaron rápido para Jacob. Y, cuando finalmente llegó el momento del matrimonio, el burlador fue burlado por su tío Labán y se encontró casado con Lea, la hermana de Raquel, en lugar de con su amada (Génesis 29:23-26).
De manera que Jacob tuvo que trabajar durante 7 años más para poder casarse con Raquel.
En medio del lío monumental del doble matrimonio de Jacob, del desprecio y del menosprecio de Lea, del dolor de una relación que comenzó mal desde el principio y que tuvo múltiples giros, subidas y bajadas, Jacob amó a Raquel hasta su muerte (Génesis 29:30).
Y esta relación me hace pensar en cómo a veces entramos al matrimonio sin darnos cuenta de que, para que ese matrimonio crezca y se fortalezca, vamos a necesitar trabajo y esfuerzo.
Cuando nos enamoramos pensamos que las mariposas en el estómago, la emoción de ver al ser amado, la emoción, van a ser suficientes para que todo vaya bien y para que tengamos un matrimonio de cuento, de esos de “y fueron felices y comieron perdices”.
Nada más lejos de la realidad. Igual que en el caso de Jacob, el amor cuesta.
Cuando llegan los problemas, las diferencias, las peleas, las dificultades económicas, la enfermedad, los hijos… cuando tenemos que enfrentar tormentas inesperadas y pruebas difíciles; cuando nuestra relación es pasada por fuego, debemos de remangarnos, “ceñir con fuerza nuestros lomos” (Proverbios 31:17), esforzarnos y luchar con todas nuestras fuerzas por nuestro matrimonio.
Sea que estás pasando por un momento dulce en tu matrimonio o por una lucha terrible, espero que la historia de Jacob y sus 14 años trabajando por Raquel, te animen a perseverar, a luchar, a esforzarte por edificar tu matrimonio día a día.
A veces el amor cuesta, pero depende de nosotras decidir pelear o tirar la toalla.
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