«Cuando empecé a poner por escrito mi historia y por lo que había pasado siendo testigo de Jehová, comencé a darme cuenta de todo aquello de lo que no fui consciente cuando estaba dentro de la organización».
¿Por qué los testigos de Jehová no pueden celebrar los cumpleaños, recibir transfusiones de sangre ni tener amigos «mundanos»?
¿En qué consiste exactamente esta organización y cuáles son las consecuencias de romper sus normas?
En este testimonio, tan crudo como valiente, su protagonista desgrana todos los aspectos de lo que fue su vida como testigo de Jehová: el control e influencia que se ejerce incluso en la infancia, las prohibiciones, el funcionamiento de la jerarquía, el adoctrinamiento..., hasta llegar a la última vez que abrazó a su padre sabiendo que no podría volver a verlo tras haber sido expulsada de la comunidad.
A partir de entonces reconstruyó su vida y su identidad gracias a las experiencias «del mundo» con las que antes ni siquiera podría haberse atrevido a soñar.
Además de dar voz a una realidad oculta y silenciada, la autora reflexiona sobre la culpa, la vergüenza, el sentido de pertenencia y el alto precio que a veces se paga por la libertad.