RAHAB

Rahab nació, y habitó, en la antigua ciudad, cananea, de Jericó. Esta mujer, pagana, era intrépida, valiente e ingeniosa; y llegó a convertirse en una pieza, fundamental, en el cumplimiento del Plan de salvación del Soberano. Ella es mencionada en el Antiguo, y en el Nuevo, testamento. Mateo, uno de los biógrafos más importantes de Jesús, y no obstante que era ignorada, y subestimada, por sus vecinos, debido a su escandaloso, e impuro proceder social, y sentimental (puesto que mantenía relaciones, sexuales, con cualquiera), y no tenía esperanza, alguna, en su futuro, la incluye en la genealogía que realiza del Nazareno (Mateo 1:5-6). 

En el Registro sagrado se menciona que Josué, antes de invadir Jericó, envió a dos de sus soldados, más audaces, para espiar en la ciudad, ya que deseaba tener una información, exacta, sobre su poderío militar; ellos fueron recibidos, amablemente, por Rahab, en su casa. La vida de esta mujer, libertina, no había sido nada perfecta, y había hecho, con su cuerpo, cosas que no agradan al Santísimo. Todos los mortales, desde luego, cometemos un sinnúmero de errores, y transgresiones, de todo tipo; pero la gracia, y la piedad, del Consolador, son tan extraordinarias, y tolerantes, que Él nos da, siempre, una nueva oportunidad.

El rey de Jericó se enteró de los intrusos, y quería capturarlos, para asesinarlos. Rahab no le tuvo miedo, y optó por protegerlos. Ella demostró que respetaba, y confiaba, incondicionalmente, en el Príncipe de paz, cuando decidió ayudar a los espías. Esta dama tenía conocimiento de los milagros que Dios había hecho a beneficio de los israelitas, y comprendía que Yahweh es el Dios verdadero. 

Una vez que los informantes escaparon, a salvo, de la ciudad, le contaron a Josué lo que habían pasado, y percibido, con sus propios ojos. Los israelitas, finalmente, cruzaron el Jordán, hacia Canaán, y sitiaron Jericó. Luego ingresaron a la ciudad, y mataron a todos sus habitantes; sólo Rahab, y su familia, no fueron asesinados. Su fe, y su dominio propio, salvaron a los espías, y al ejército de los hebreos, de una derrota, contundente, y a sus familiares. Ella conoció, y se casó, posteriormente, con Salmón, un miembro de la tribu de Judá. Uno de sus hijos fue Booz, el que fue esposo de Rut, la bisabuela del rey David. José, el padre, legal, de Jesús, es uno de sus descendientes, directo.


El Señor nos da valor, firmeza y serenidad, a los que creemos, y confiamos, en Su poder, y en Su misericordia, bendita. Sin importar si somos hombres, o mujeres, el Salvador nos emplea, en Su viña, a los que deseamos servirLe; y nos encomienda la obra que Él quiere. Nuestra fe, en Jesús, nos impulsa a comportarnos con coraje, e hidalguía, frente a las situaciones más problemáticas, y peligrosas. Los cristianos debemos ser atrevidos, y enérgicos, frente a los ataques, y a las tentaciones, del mundo, y de las tinieblas. Rahab era frágil, e insegura, y pertenecía al sector que humilla, y rechaza, la sociedad, inclemente; pero el Admirable puso Sus ojos, santos, sobre ella. 

Somos polvo, y valemos muy poco; sin embargo, el Galileo nos ha redimido, y le ha dado sentido a nuestra existencia, perversa (y nos ha convertido en seres valiosos, útiles y poderosos). Aunque no veamos, a nuestro alrededor, a gente cordial, y de buenos modales, y vivamos en un infierno, terrenal, que está en guerra, continuamente, la paz, y el gozo, de Cristo, es nuestra fortaleza. Jesús ha tenido compasión de nosotros, y ha transformado nuestra existencia, sin sentido, en un jardín, espléndido, de tranquilidad, y de bienestar, espiritual. 

Rahab dejó, a un lado, sus malos hábitos; y demostró amistad, y solidaridad, con su prójimo, y encontró bienestar, y sosiego, para su familia. Todos somos, a menudo, como ella. Nos sentimos incapaces, o sin futuro. Nuestros errores nos frenan, y nos tachan de inútiles, pero el Altísimo nos convoca a vivir una nueva historia. Los que se sienten perdidos, y sin amparo, tienen que saber que el Buen pastor los ama, intensamente, y que Él anhela transformar sus vidas, y cambiar, para siempre, el rumbo de sus pasos. El Nazareno nos invita, de mil maneras, diferentes, a acudir a Él, tal como somos. Él hará grandes, y agradables, proezas, a nuestro favor, y a través de nosotros. 

La acción del Espíritu Santo es impactante, y maravillosa; Él elige, muchas veces, a los que han caído muy bajo, para humillar a los arrogantes; y para que lleguemos a ser testigos de Su gracia. La fuente, ilimitada, del amor, y de la bondad, auténtica, se encuentra, únicamente, en el Corazón del Redentor.