El miedo es una emoción que sirve para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno y a nosotros mismos. Actúa como depósito de influencias innatas y aprendidas, y posee ciertas características invariables y otras que muestran cierta variación entre individuos, grupos y culturas.
En el ámbito de las emociones, Jesús ha producido el reconocimiento en el pensamiento humano, de que es un gran Maestro en el arte de su manejo efectivo. Aun en el campo de la psiquiatría y la psicología, las palabras de Jesús han sido validadas. Y debo afirmar, por experiencias compartiendo con colegas en congresos educativos, que cada vez hay más apertura y simpatía dentro de los campos de las ciencias de la conducta en cuanto a las enseñanzas del mayor terapeuta de los siglos. En sus millones de seguidores, ha resultado una transformación probada en lo que se refiere a la superación de temores. La forma en que Jesús se refirió y manejó el miedo puede crear una revolución favorable en la psiquis humana.
Algunos de los comportamientos emocionales que están asociados con el miedo son:
- Agresividad: Complejos e inseguridades
- Ira: Miedo a que me venzan
- Envidia: Miedo a ser superado
- Celos: Miedo a ser abandonado
- Orgullo: Miedo a la crítica
“No tengan miedo”
En Lucas 12:6-7 se revelan las siguientes palabras pronunciadas por Jesús:
“¿No se venden cinco gorriones por dos moneditas? Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos. Así mismo sucede con ustedes: aun los cabellos de su cabeza están contados. No tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones” (NVI).
En este pasaje, el Señor enseñó sobre desarrollar tres conciencias que sirven como antídoto para el miedo:
- Dios no se olvida de nosotros.
- Dios está en control.
- Valemos mucho para Dios.
Dentro de estas tres verdades, el Padre Celestial nos recuerda cada día que no debemos tener miedo. Esto es así porque la frase “no temas”, curiosamente, aparece 365 veces en la Biblia. Es como si cada día del año, Dios nos dejara una nota aclaratoria de que no tenemos por qué temer. En el texto citado anteriormente, vemos un mandamiento categórico de Jesús: NO TENGAN MIEDO.
¿Por qué aun personas que tienen este conocimiento se aferran al miedo? ¿Por qué aun gente que ha tenido experiencias personales con Jesús viven atadas a los temores? Hay gente que ha vivido tanto tiempo con un temor, que ese temor ya es parte de su vida. Es lamentable que el miedo se haya hecho tan parte de ellos que han aprendido a disfrazarlo. Puedes tener la falsa idea de que es más fácil permanecer asustado que enfrentarte al origen de tus temores. O sea, le tienes miedo a encarar el miedo. Para superar el miedo, debemos arriesgarnos y enfrentarnos a su causa. Reconocemos que esto puede ser complejo para algunas personas, ya que destapar miedos emocionales es abrir un baúl que muchos prefieren dejar cerrado. Reflexionando en los miedos emocionales más comunes por los que la gente busca ayuda terapéutica, identifiqué los siguientes:
Desde antes de ser concebidos, la vida a favor de nosotros comienza a tener desafíos. De millones de espermatozoides, solo uno llega al óvulo para darse la concepción. Me parece que, a partir de ese momento, ya somos triunfadores. Luego superamos el desafío de crecer en el vientre de nuestra madre, y que cuando llegue el momento preciso nos acomodemos para el alumbramiento. El acto de nacer es un triunfo gigante. De haber estado en un lugar “calientito”, con la luz apagada y total sensación de seguridad, hasta que de pronto… ¡me halan!, me sacan a un lugar frío, con muchas luces potentes, me estrujan, me meten algo por la nariz, la boca, me voltean y hasta me dan nalgadas. Así mismo, todos los días de la vida traerá sus retos, pero quien se rehúsa a enfrentar situaciones de cambio, retos o asuntos complejos, puede estar presentando un temor a vivir.
El miedo a vivir puede manifestarse de diferentes maneras. Algunos las manifiestan con acciones aparentemente sin importancia, y otros con comportamientos más trascendentes. Cuando se padece este tipo de miedo, lo que se teme primordialmente es a lo desconocido. Este miedo es el que tiene mayor contenido de inseguridad personal. ¿Cuánta gente se queda en el mismo trabajo aunque no le guste? Las personas no se quedan en ese empleo porque tengan que hacerlo, sino por miedo a la gran incógnita que significa un nuevo trabajo. Gran cantidad de personas se quedan dentro de una relación matrimonial no satisfactoria, que obviamente no funciona, por temor a lo desconocido. No saben cómo les irá en ese nuevo estilo de vida y les da pánico la soledad. Piensan que es “mejor malo conocido, que bueno por conocer”.
Incluso, tú podrías tener miedo a probar una nueva actividad, porque crees que no la vas a poder hacer bien, y esto contribuye a tu estancamiento. Tal vez siempre estás con la misma gente, sin arriesgarte y explorar el conocer otras personas que pueden aportar grandemente a tu crecimiento intelectual y espiritual. Vivir libre de temores, sin preocupación, se hace mirando el momento presente como un tiempo para vivir, en vez de obsesionarse por el futuro. Cuando temes a lo que “va a suceder”, estás sufriendo anticipadamente.
Existen personas que tienen el temor a vivir bien definido, e inclusive, cuando van a terapia, pueden explicarlo con toda claridad. Sin embargo, entiendo que la mayoría de las personas que lo tienen no se han dado cuenta o no lo tienen claramente definido. No es hasta que entran en procesos de consejería que lo pueden comprender. Por ejemplo, hay quienes cuando les proponen matrimonio comienzan a sentir que esa no es la persona que desean y le encuentran mil defectos. Unos pueden estar próximos a recibir un aumento o una mejor posición en el trabajo y comienzan a boicotearse el éxito. Algunos nunca terminan los proyectos que comienzan o los siguen posponiendo. No se ilusionan con nada para no tener luego que enfrentar, según ellos, la desilusión. Le temen tanto al fracaso, que mejor no intentan hacer nada. No les gustan las sorpresas, aun cuando éstas pueden ser muy buenas. Otros prefieren aislarse y encerrarse en lugar de ir a actividades sociales en las que puedan conocer personas del sexo opuesto o les cuesta mucho trabajo entregarse afectivamente. En estos casos y en otros, lo que está detrás es el miedo a vivir.
Para vencer el miedo a vivir es importante no perder de perspectiva que la vida está llena de riesgos y eso es parte de la aventura de nuestra existencia. Precisamente esto es lo que hace a la vida interesante, misteriosa y hasta divertida. Los riesgos de ciertas decisiones y acciones se pueden estimar, pero no siempre se pueden medir con exactitud. Así que no siempre lograremos lo que perseguimos, pero no debemos permitir que esto nos frustre. Esas experiencias son lecciones que abonan muy favorablemente a nuestro crecimiento emocional y espiritual. Que las cosas no nos salgan como esperamos, ni aun cuando enfrentamos pérdidas, no tiene que ser algo catastrófico que promueva el temor a vivir. Si de algo estoy convencida es que cada día es una oportunidad para comenzar otra vez, y que todas las pérdidas pueden ser transformadas en ganancias.
Para vencer el miedo a vivir, es fundamental disminuir ciertas expectativas y el nivel de autoexigencia. En la vida no siempre los finales tienen que ser totalmente exitosos, sobre todo, en asuntos que no están en nuestro control total. Claro está, siempre debemos conducirnos al mayor éxito posible, aspirar a la superación y tener mucha fe. Pero el éxito más grande no necesariamente está en el tope de la montaña, sino en haberse disfrutado el camino y atreverse a escalar. Algunos no se lanzan, porque su miedo a vivir es el temor a “fracasar”. Este concepto, para mí, no debiera estar en el diccionario, porque nunca realmente fracasamos. El verdadero fracaso es no intentar, no arriesgarse y no creer.
El temor a vivir puede también estar asociado a una cuestión de pobre autoestima, en el sentido de que te sientas con menos potencialidades que otros para enfrentar los desafíos. ¡Tú tienes todo para vencer! ¡Dios está contigo y Él cuida de ti! Cuando la autoestima no está fortalecida, puedes frustrarte fácilmente. En lugar de frustrarte, toma cada experiencia como una oportunidad para aceptar el dulce riesgo de vivir.
¿Qué dijo Jesús?
“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?” (Mateo 6:26, LBLA).