¿Alguna vez ha sentido miedo? ¿Alguna vez ha escapado de algo, ha desobedecido a Dios, o ha iniciado algo para luego echarse para atrás por temor?
Si le ha pasado eso, usted no ha podido experimentar toda la confianza que Dios ha puesto a su disposición en Él, ni las bendiciones que Él desea darle. Pero usted no es el único.
A pesar de que ahora me considero una persona valiente, hubo un tiempo en el que yo no experimentaba la confianza y la bendición que Dios tenía para mí. Con el tiempo Dios me ayudó comprender la forma en que la atadura del miedo se apoderó de mi vida, y me mostró cómo liberarme.
Solo hay un tipo de temor correcto descrito en la Biblia, y es el temor reverencial y de admiración a Dios. Temer a Dios no significa tenerle miedo o creer que Él va a hacernos daño. Tenerle miedo a Dios o a lo que Él pudiera hacernos es una perversión de la clase de temor de Dios que usted debería tener.
El temor de Dios del que habla la Biblia es el tipo de temor que usted podría tenerle a cualquier persona en autoridad. Es la clase de temor que los niños deberían tener de sus padres, las esposas de sus maridos, y los estudiantes por sus profesores. Es un tipo de respeto santo que implica temor reverencial y admiración.
Ahora, es obvio que Satanás está haciendo un excelente trabajo derribando toda esa estructura. En nuestra sociedad se ha venido perdiendo gradualmente el respeto a la autoridad, y en su lugar, hay mucha rebelión.
Proverbios 14:26 es un pasaje interesante: «En el temor de Jehová está la firme confianza». ¿Por qué? Si usted tiene un temor reverente y de adoración, obedecerá. Va a hacer lo que Dios le pida que haga, y su confianza en Él seguirá creciendo.
Tener un temor reverencial de Dios tiene un efecto positivo en nuestras relaciones con otras personas. W. E. Vine dice que esto “inspira un esmero constante en el trato hacia los demás en el temor a Dios”.
Pero me he dado cuenta de que cuanto más temor reverencial y admiración tengo hacia Dios, y más aprendo sobre Dios, más cuidadosa soy en mi trato hacia otras personas. Sé que soy responsable ante Dios por mis acciones, y las demás personas son tan valiosas para Él como lo soy yo.
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