FE


La fe lo arriesga todo en Dios, pero Dios nunca nos falla.

La fe es el eje de nuestra relación con Dios. La Biblia entera es una ilustración de esto. Sin embargo, no hay ningún tema que pida más explicación en las Escrituras que la fe y el don de fe. Particularmente nosotros queremos ayudar en este aspecto.

Lo que Jesús dijo quizá sea lo primero que la gente cita, que con fe suficiente podemos mover montañas (Mateo 17:20; 21:21). Sin embargo, nadie lo ha hecho jamás. No cabe duda de que muchos lo han intentado, por lo general con pocas esperanzas de éxito y quizá sin idea de dónde mover la montaña.

Ningún apóstol lo hizo, ni tampoco Jesús mismo. Dios planeó los paisajes en la Creación, y no creo que quisiera que nosotros cambiáramos el escenario. La ilustración más frecuente sobre la fe en el Nuevo Testamento son las sanidades, pero no debemos tomar esto como el uso principal del don de fe. ¿Por qué habló Jesús entonces de mover montañas mediante la fe?

Para los que quieren entender la Biblia, aquí tienen algo muy importante. Lea siempre pasajes completos, nunca sólo un versículo. No saque los textos fuera de su contexto en las Escrituras, como este acerca de mover montañas. Mateo 17:20 trata sobre la oración en contra de los demonios, y Mateo 21:21 tiene que ver con la oposición y los enemigos. Mover montañas se tiene que entender en conexión con esto.

Ahora bien, acerca de hacer lo imposible; aquí se han cometido graves errores. Para llegar al corazón del asunto, entraremos en el huerto de Getsemaní con un humilde asombro. El Hijo de Dios está orando por lo que es posible, y lo que Él dice penetra hasta el mismo corazón del asunto. Jesús dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). Entendemos aquí que sólo son posibles las cosas que forman parte de la voluntad de Dios. Un discípulo que escuchó a Jesús en el huerto escribió después: “si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14). Las oraciones de Cristo muestran que lo que es posible está limitado por los mismos demonios que Jesús vino a vencer. Por ejemplo, no fue posible que Dios nos salvara del mal y salvara a la vez a su Hijo. De igual forma, nuestra lucha contra el mal a menudo nos pone ante una situación similar. Ser aquello para lo que Dios nos envió, sus hijos dando testimonio en un mundo ajeno, significa que tendremos que sufrir maldades.

No se ha hecho la voluntad de Dios. Por eso debemos orar: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Sin embargo, moveremos montañas si seguimos caminando y creyendo.

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