TOMA LA INICIATIVA

Dios quiere que te atrevas a emprender cosas grandes en su nombre. Su respaldo es maravilloso y especial. Me gusta el pasaje de Isaías 45:2: «Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos». Si Dios tomó la iniciativa de bendecir de antemano a un rey persa llamado Ciro y darle una palabra profética, imagínate lo que hará contigo.

La Biblia registra una de las más arriesgadas iniciativas que tuvo Pedro, el discípulo. Ya había visto casi todo. Nada lo sorprendía. Su maestro había abierto los ojos de los ciegos, sanado leprosos, había hecho caminar a los paralíticos y sanado a los cojos. Había visto con sus propios ojos cómo tomó cinco panecillos y dos peces y el resultado fue un multitudinario almuerzo para más de cinco mil seguidores. Lo que le faltaba ver no era lo que su maestro podía hacer, sino más bien, lo que él podía hacer junto con su maestro. Pedro había seguido de cerca a Jesús, lo había visto hacer maravillas sobre la naturaleza y el ser humano. Al verlo caminar sobre el mar de Galilea, tuvo la  iniciativa de provocar su propio milagro. «Si eres Jesús,  llámame y caminaré contigo aún sobre este mar tempestuoso» (Mateo 14:28). El Señor aceptó su solicitud y lo llamó.

En esta ocasión Pedro aprendió varios principios importantes que podemos aplicar a nuestra propia vida. La iniciativa es una acción que se adelanta a la petición. Dios está buscando voluntarios que quieran servirle, personas que se atrevan a orar por los enfermos, que hagan detener el sol. Personas que den para su obra sin que nadie tenga que pedirles, que tomen la iniciativa de dar para la casa de Dios.

Otra lección que aprendió es que si vamos a hacer algo fuera de serie, mantengamos la vista puesta en Jesús de Nazaret. No importa cuán fuerte ruja el viento a mi alrededor, sí Jesús nos ha llamado podemos tener la seguridad que jamás dejará que el mar nos trague. El viento puede ponernos nerviosos, pero si decidimos ignorarlo y escuchar la voz del Señor, no nos hundiremos.

El miedo hace que muchos comiencen a hundirse, como le pasó a Pedro. El miedo ata. Ignóralo y sigue avanzando, da un paso a la vez. Se hunden solo aquellos que se dejan influenciar por las tormentas. Podemos darnos cuenta quiénes son las personas que se dejan influenciar por aquellos que están a su alrededor con tan solo oírlos hablar cuando llega la tormenta.

Pedro aprendió su lección, caminar sobre las aguas es posible si no quitas la mirada de aquel que tiene todo bajo control. Las tormentas siempre son egoístas, quieren llamar la atención, hacen mucho ruido, sacuden con ímpetu, están destinadas a hundir a quien les haga caso.

¿Qué clase de personas eres? Si te has atrevido a bajarte de la barca, ese ya es un gran paso. Quizás los demás solo están dentro de la barca, seguros a medias, pero viendo desde lejos. La mayoría piensan que por quedarse dentro del barco nada les sucederá, pero la tormenta no respeta sino que sacude tanto a los que están tratando de caminar sobre el mar como también inunda a los que se han quedado dentro de la barca.

Pero nosotros somos de los que nos atrevemos. Somos de los que creemos que Dios es grande. De los que confiamos al pie de la letra. De los que ponemos nuestros ojos en Jesús.

Iniciativa, valentía y rapidez son factores importantes para aprovechar las oportunidades que aparecen en medio del camino. Tiene que ver con un espíritu emprendedor.

¿Crees en Dios? Entonces creerás que él todo lo puede, todo lo conoce. ¿Crees en ti? Quizás creas que no eres bueno para nada, pero realmente eres bueno. Sólo descubre tu don en aquellas cosas que más te gustan.

¿Crees que puedes triunfar en la vida? ¿Crees que te puede ir mejor? Siento esas palabras de Jesús de Nazaret resonando en mi corazón para decirte: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?».

La fe te distinguirá, la iniciativa siempre será recompensada. Fe e imprudencia no son lo mismo. Te explicaré la diferencia con el caso de Pedro y su caminata sobre el mar. Él le pidió a Jesús que si era él le diera el permiso de caminar sobre el agua. Tan pronto como lo hizo, Jesús dijo: «¡Ven!». Pedro se atrevió a bajarse del barco  luego del permiso de Cristo, no antes. Esa es la diferencia. Tu iniciativa debe ir acompañada por el permiso de Dios. Asegúrate de que todo lo que hagas esté dentro de la perfecta voluntad de Dios. Por algo cuando Jesús le enseñó a sus discípulos la oración modelo, dentro de las primeras líneas dice: «Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en los cielos». No hagas nada sin que Dios te dé su aprobación.

Cuando comprendas acerca de la voluntad de Dios te darás cuenta que no todas las oportunidades que se te presentan vienen de Él. Comprenderás que en este camino cristiano no todas las señales que oigas significan que el Señor te las envió. Aprender a diferenciar las señales que Dios nos manda, no es de la noche a la mañana, pero se aprende. Cuando tomes la costumbre de consultar a Dios todo lo que hagas, caminarás seguro de no errar en tus decisiones.

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