En 1 Reyes 17:8, en adelante, la Biblia nos narra el momento del encuentro entre Elías y la viuda de Sarepta. Curiosamente, en el Nuevo Testamento, Jesús cita la historia de esta mujer, para darles una enseñanza a los religiosos, queriendo decir: En Sarepta, había muchas viudas, pero el profeta fue enviado a una en específico.
Había sequía en aquel lugar, por la palabra que había declarado Elías, que no llovería, sino por su palabra. Muchas viudas tenían necesidad, pero solamente una viuda logró el milagro de sustentarse en un tiempo tan difícil. Y aquel milagro duró, hasta que la sequía se acabó porque, lo primero que hace falta para que haya un milagro, es una necesidad. Hay quienes no ven milagros porque lo que están pidiendo no lo necesitan y, como no lo necesitan, no están dispuestos a hacer lo que la palabra de Dios les pide hacer para obtener aquello que solamente pueden obtener de la mano de Dios.
Dios no te va a dar aquello que tú puedas conseguir por ti mismo. Hay momentos en lo que, lo que tienes que hacer, es salir a trabajar. Pero hay momentos cruciales en los que solo la mano poderosa de Dios es la que te puede liberar y llevarte a un nuevo nivel. Pero son estas necesidades las que mueven tu fe de manera sobrenatural. Cada vez que llega un momento crítico en tu vida, un momento de necesidad real, eres el candidato perfecto para un milagro. No vivas en temor ni ansiedad, porque es la oportunidad de estremecer tu fe y creerle a Dios por lo sobrenatural, por lo imposible en tu vida.
Al igual que en Sarepta, en muchos lugares, hoy, hay necesidad financiera, y va a haber quienes no lo van a superar, porque están esperando que sea el gobierno quien les resuelva; y lo importante es que entendemos que aquella era una oportunidad que Dios aprovechó para demostrar que él es más grande que el resto.
Esta historia ocurre luego de que el profeta Elías mata a los profetas de Baal, quisieron competir por cuál es el Dios verdadero. Elías oró y hace que fuego baje del cielo. Baal no pudo hacer que la sequía se acabara y de suplirle a la viuda y a los huérfanos. Muchos ya habían aceptado ese momento natural adverso como el final de sus vidas. Pero, el Dios al que le servimos, no tiene que acabar la sequía para darte de comer a ti y a tus hijos.
Tu oración no tiene que ser que bajen los impuestos. Créele a Dios que, por encima de ellos, él te va a prosperar y, en tu casa, siempre habrá provisión.
Dios no cambió la sequía para bendecir a aquella viuda, pero, en medio de la sequía, una viuda comió por muchos días. Quizás no había sobreabundancia, pero todos los días había; no escaseó el aceite ni la harina.
Quizás han llegado noticias de que vendrán momentos más difíciles, pero Dios no tiene que cambiar el gobierno para que en tu casa no escasee la harina ni el aceite. Si tú eres capaz de creer, tu harina no va a escasear, el aceite no va a escasear. Quizás no habrá la sobreabundancia por unos días, pero, en momentos de sequía, lo que hace falta es que haya todos los días, hasta el momento en que lluvia porque, cuando llueva, tú te encargas del resto.
El sistema del mundo no tiene solución ni para la sequía ni para dar de comer, pero el Dios al que le servimos, a pesar de la sequía, puede poner comida en tu casa, milagrosamente.
Esta viuda tenía la opción de creerle a Baal o al Dios Todopoderoso. En momentos difíciles, ¿a quién le crees? ¿Al sistema, al mundo, al gobierno que no ha podido hacer que llueva, ni ha puesto nada en tu mesa? ¿O le crees a Dios, quien hará que en tu casa no escasee, mientras dura la sequía? Así como se extienda la crisis, se extenderá la provisión de Dios en tu casa; tanto tiempo estés desempleado, Dios va a proveer en tu casa; tanto tiempo no tengas los clientes que antes tenías, Dios va a proveer en tu casa. Y que se escriba en la historia que para tal año hubo tal crisis económica, pero había una viuda que comía todos los días y el aceite y la harina no escasearon.
1 comentarios:
Tremenda Palabra me bendijo de manrera increíble!
Bendiciones!
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