"Y he aquí que una mujer cananea, que había salido de aquellos confines, gritaba diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio" (Mateo 15:22).
LEASE MATEO 15:21-28; MARCOS 7:24-30
Por el relato no podemos decir si esta mujer se convirtió. Sólo que Jesús alabó su fe y por ella consiguió que su hija fuera librada del demonio, pero no sabemos si su fe era verdadera fe para la salvación. Se nos dice que la mujer insistió, a pesar de ser rechazada su petición repetidamente y que finalmente Jesús accedió a concederle lo que le pedía.
No se nos habla pues de gracia espiritual. Vemos que la comparación que hace Jesús de esta mujer, "hechar pan a los perrillos" la clasifica como extraña al pueblo de Israel , no perteneciente al pacto. La mujer era cananea, descendiente del antiguo pueblo que ocupaba Canaán antes de la llegada de los Israelitas. Habitaba cerca de Tiro y Sidón, ciudades de pésima reputación.
La mujer tenía fe en que Jesús podía curar a su hija. Fe en un milagro. Podemos suponer que esta fe no era el producto de una tendencia natural, sino el resultado de la gracia común de Dios, que permitió el encuentro de esta mujer con su amado Hijo. Como resultado de esta entrevista y del milagro, el pueblo de Israel fue abochornado por su incredulidad. Esta mujer extranjera se adhería al Mesías, aunque esta adhesión fuera externa. Era una protesta contra la orgullosa creencia de los israelitas de que ellos habían de ser para siempre la única nación favorecida.
Dios tiene compasión y libra a los hombres de la miseria humana, sin necesidad de tratarse de la gracia que genera fe salvadora. La mujer nos enseña que en toda situación aflictiva hemos de orar. La mujer cananea oró de modo inteligente: sabía que Jesús podía salvar a su hija. Perseveró y venció.
Es verdad que no pedía una bendición espiritual, ni para ella ni para su hija. A pesar de ello, nos enseña algo sobre el misterio de la oración. Hay que orar sin la menor insinuación de duda. Hay que rendirse a la suprema soberanía de Dios. Cuanto más era reprendida con más intensidad pedía. Ya nos dice Santiago que el que ora dudando es como una "ola del mar echada de acá para allá por los vientos". Esta mujer era lo opuesto. La fe es posible en el no creyente, aunque en este caso no se trata de la fe genuina, verdadera, que obra para salvación.
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