Es triste cuando pensamos que hemos perdido los mejores años de nuestra vida, cuando piensas que perdiste aquellas cosas que Dios te había entregado, y que no tendrás una nueva oportunidad. Es triste cuando cargas con la culpa de que, por tus decisiones, tu familia está sufriendo las consecuencias de momentos difíciles, momentos duros.
Por un momento, ponte en la posición de Eva. Eva tuvo que cargar con ella la culpa de haber sacado a toda su familia de un paraíso.
Mucha gente vive frustrada, cargando con la culpa del pasado, la culpa de lo que pudo ser, pero no fue. Tomaron malas decisiones y, hoy, en vez de vivir en un paraíso, viven en un infierno. Pero Dios nunca ha dejado sin cobertura a alguien que comete un error.
La religión ha predicado por mucho tiempo la reacción incorrecta de Dios ante el pecado y las fallas del hombre. Se ha predicado a un Dios que acusa, un Dios que juzga, un Dios que condena, un Dios que culpa, un Dios que te hace sentir mal. Lo curioso es que el Dios que podemos conocer a través de la palabra es muy diferente; reacciona muy diferente a la forma en que han dicho que reacciona.
La Biblia dice que, donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia; no sobreabunda el juicio, ni la condenación. Cuando abunda el pecado, lo que sobreabunda es la gracia de Dios. La reacción de Dios ante el pecado no es enojo, no es coraje, no es condenar.
Cuando la maldad del hombre llegó a su máximo nivel, Dios estuvo cuatrocientos años sin hablar con el hombre. Sin embargo, su reacción no fue darnos la espalda, sino que, lo próximo que hizo fue enviar a su Hijo, para que muriera por nosotros en la cruz del Calvario, para que comenzara un nuevo paraíso en tu vida.
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