Jacob peleó desde el vientre de su madre. Era un luchador. Vivió creyendo que él era el bendecido, el llamado por Dios y, cuando obtuvo lo que siempre deseó, aquello lo separó de la gente que él amaba. Jacob recibió la bendición, pero tuvo que caminar solo.
Luego de obtener lo que tú quieres, en muchas ocasiones, llegan los momentos de mayor soledad en tu vida. Porque, a veces, en el mundo natural, para obtener lo que queremos tenemos que pelear con tanta gente que, cuando lo obtenemos, hemos peleado con tantos que no queda nadie a nuestro lado.
Jacob no estaba mal en vivir creyendo ser el bendecido. Dios mismo le había dicho a su madre que el segundo sería el bendecido. Por eso era que él luchaba; porque su madre se lo había dicho. Pero, ahora, cuando Jacob finalmente tiene lo que quiere, se encuentra solo.
Jacob caminó por el desierto, estuvo huyendo, corriendo, cansado, y al caer la noche, se encontraba solo. Estaba separado de su madre, de su padre, y su hermano lo buscaba para matarlo. Y, en ese momento de soledad, es cuando Dios decide encontrarse con él. Fue entonces cuando Jacob escuchó a Dios decirle lo que su madre le había dicho: Que él era el bendecido.
¡Qué experiencia! Cuando finalmente Dios te habla a ti, lo que otros te han dicho que Dios te ha dicho.
Quizás has estado tratando de obtener lo que has oído que el pastor dice acerca de ti, porque Dios lo ha dicho de ti, pero, en tu luchar, en tu batallar, lo que has hecho es vivir por la revelación que otro ha tenido acerca de ti. Pero tiene que haber un momento en que tú puedas encontrarte con Dios, para que él pueda entonces decirte lo que él siempre ha pensado de ti.
Jacob tuvo una visión: Una escalera que tocaba el cielo y tocaba la tierra. Vio ángeles que subían y bajaban, queriendo decir: Tus oraciones suben, y por la misma escalera bajan las respuestas.
Aquello le decía a Jacob que no había separación, que no importaba lo que hubiese hecho, o lo que sus padres pensaran de él, o que el hermano lo estuviese buscando para matarlo; aunque él se sintiera el hombre más miserable, Dios estaba con él. Aunque todos le habían abandonado, Dios no le abandonó.
Entonces Jacob comenzó a caminar a casa de Labán, hacia el destino que él se había propuesto. Allí tuvo que volver a luchar, pero no es lo mismo luchar con la conciencia de que Dios va contigo, sabiendo que, aunque te estén buscando para matarte y tus padres no te entiendan, Dios te habló.
Ya no se trata de que alguien te dijo que tú eres el bendecido. Se trata de que aquello que te separaba de Dios ya no existe y ahora tú lo escuchaste por ti mismo, tuviste una experiencia y, cada vez que vengan el temor y la angustia, tú podrás cerrar tus ojos y volver a ese lugar, a ese día donde Dios te abrió los cielos y te dijo: No hay separación.
En ese momento, habrás entendido que no importa lo que haya pasado, Dios va contigo.
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