AMOR ES VERBO

Para muchos de nosotros el concepto de amor es difícil porque realmente nunca aprendimos la forma correcta de amar. La verdad es que muy pocas personas han estado cerca de un matrimonio saludable. Muy pocos crecimos en hogares donde nuestros padres estuvieran de acuerdo y tuvieran el tipo de relación que querríamos tener un día. No crecimos con: “Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”. Crecimos con: “Traten a los demás como los trataron a ustedes”. O “Traten a los demás hasta cansarlos y quitarlos de su camino”. 

En nuestros hogares no nos prepararon para reconocer el verdadero amor, mucho menos reproducirlo un día en nuestras propias vidas. Así que desarrollamos límites de dolor relacional muy bajos. Nos enfocamos en las cualidades externas del amor e ignoramos las internas. Tratamos al amor como un sustantivo. Es una experiencia que sucedió. Un momento. Una cosa. Pero en Juan 13:34 vemos un lado diferente del amor. Hace dos mil años Jesús nos dio el mejor consejo para permanecer enamorados. 

Es el fundamento para relaciones amorosas duraderas. No es nada lógico, es muy simple, no lo captamos. Es tan poderoso, tan raro, tan accesible, si dos personas aceptaran esta enseñanza muy básica de Jesús: “Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros”. Si no tiene cuidado, se le pasará. Jesús toma una palabra que normalmente usamos como sustantivo y la convierte en un verbo. Lo que Jesús dijo fue: “Quiero que aprendan a amarse los unos a los otros de manera activa”. 

El amor es algo que uno hace. Cuando dos personas se aman de forma activa, ¿adivine qué pasa? Se reaviva, y sigue avivando, encendiendo, enriqueciendo y mejorando la parte “enamorada” de la relación. No es un suceso ni algo que ocurrió solo una vez. No es cuestión de sentimientos como fuegos artificiales ni de un campo florido. Es una acción. No se trata de escoger a la persona correcta, se trata de convertirse en la persona correcta, el tipo de persona que ama la manera en que Cristo nos amó. Es un compromiso cotidiano. Pero si eso va a suceder, el amor tiene que ser un verbo. 

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