Basta con hacer una recorrida rápida de los títulos más populares de las
ferias de libros de nuestra ciudad, o indagar en las propuestas con trasfondo espiritual para combatir el estrés y “energizar el
alma” que se ofrecen en la sección de “salud” de las revistas y diarios que llegan a nuestros hogares, o hacer un repaso de
las series de moda para niños y adolescentes. No tardaremos demasiado en percibir que algo anda mal.
Vivimos
en una cultura en profunda crisis, donde la mentalidad postmoderna nos
hace propuestas
bien maquilladas para parecer nuevas cuando en realidad conservan raíces
bien antiguas que se remontan al jardín del Edén. La
estrategia sigue en vigencia, tan fresca hoy como en aquel evento que
cambió el destino de la humanidad y de toda la creación en el
infortunado encuentro entre Eva y la serpiente.
Se buscan soluciones y respuestas a problemas sociales, ecológicos, personales y
religiosos desde el único lugar en donde el hombre se siente cómodo: la explotación del gran potencial humano y las innumerables
posibilidades de auto-realización que el hombre como criatura posee.
Bajo
estas condiciones no es de extrañar que la Nueva Era, por nombrar
alguno de los
movimientos con más vigor de nuestro tiempo, haya filtrado lentamente
pero con paso firme muchas de las áreas de desarrollo del ser
humano.
El
entretenimiento por medio del cine, la música y la literatura New Age,
la salud
proponiendo una medicina naturalista energética ajena a todo fundamento
científico, la espiritualidad animándonos a trascender el
“yo” y adentrarnos en prometedoras dimensiones místicas y cómo no podía
faltar a quienes planean una apuesta fuerte:
comprometiendo a las generaciones futuras en el socavo a las tradiciones
educativas probadas colando conceptos nocivos para la formación de
nuestros niños.
Sin ley, estructuras o normas, la verdad y la mentira, lo bueno y lo malo se definen por medio
de conceptos relativistas, limitados por la percepción, dependientes del punto de vista y la moral más conveniente para cada
uno.
En
contraposición a esta mirada desordenada del mundo que pretende la paz y
la
armonía mundial con la sola ayuda de una supuesta potencialidad divina
latente en todo ser humano, la Biblia nos enseña que hay una sola
enseñanza que puede hacernos libres de toda esclavitud y engaño de
falsas doctrinas: y esa es precisamente la Palabra de
Dios.
“Jesús les dijo los judíos que habían creído en él:
—Si ustedes se mantienen fieles a mi palabra, serán de veras mis discípulos; conocerán la verdad, y la
verdad los hará libres.” Juan 8:31-23
En
contraste a un modelo que se autodefine en temas de moral y justicia,
llamando a lo malo bueno y a lo bueno malo, afirmando que
la verdad no existe y que todo concepto debe considerar el momento y el
contexto de su definición, la Biblia nos enseña que la Palabra
de Dios es verdadera, su verdad y su justicia no se someten a tiempo ni
contexto, pues poseen vigencia eterna.
“En tu palabra se resume la verdad; eternos y justos son todos tus decretos.” Salmo 119:160
La Palabra de Dios nos provee luz en medio de la oscuridad y como bien la define el salmista es lámpara a nuestros pies y una luz en el camino. (Salmo
119:105)
Abrazar
la palabra de Dios nos permite construir nuestras vidas presentes y
esperanzas futuras sobre la roca
firme, no importa cuánta lluvia descienda, ni cuántos ríos crezcan, ni
cuán fuerte soplen los vientos, porque no
podrán desestabilizarla. Cuidémonos de construir nuestro presente y el
de nuestros hijos sobre la arena pues ante la primera tempestad
se convertirán en ruina. (Mateo 7:24-29)
Sólo
en la Palabra de Dios podemos encontrar certezas y verdades, de ella
emana vida y poder,
sólo por medio de ella podemos adquirir sabiduría y discernimiento. Lo
bueno, lo agradable y perfecto descansa en la soberana voluntad
del Dios de la Biblia. Sólo en conocimiento de esa verdad podemos vivir
conforme a principios que albergan verdadera libertad y
justicia.
En estos tiempos en donde la única contante es el cambio, aprendamos a aferrarnos a Aquel que nunca
cambia y cuya Palabra permanece para siempre.
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán.” Lucas 21:33
“Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.” Isaías 40:8
“Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” 1 Juan 2:17 |
PERMANENCIA
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