Después que descendió el Espíritu Santo, en el aposento alto, no fue más un tiempo de decrecimiento. La biblia dice que, cuando se derramó el Espíritu Santo, y los apóstoles comenzaron a predicar, Dios añadía a la iglesia.
A todo aquel que es capaz de esperar la promesa de Dios, aun cuando ve los números bajar, cuando ve la gente yéndose, cuando ve la gente abandonando, y a pesar de lo que el mundo diga, o de que su cuenta de banco vaya reduciéndose, le va a llegar el de repente de Dios, donde, de ahí en adelante, será Dios quien va a añadir. Será Dios quien añada a tu familia, a tu cuenta de banco, a tu negocio.
Quizás estás deprimido porque Dios te prometió algo y, en vez de tú ver las cosas mejorar, las ves retrocediendo. Los tiempos se alargan, y tú estás en espera. Pero son los locos que creen la palabra, y dicen: si él lo dijo, él lo va a hacer; los que alcanzan a ver la promesa de Dios cumplida en sus vidas.
No sabemos si, en algún momento, estuvieron en el aposento alto las quinientas personas a las que Cristo se le apareció después de resucitado. Quizás sí, y empezaron a irse poco a poco. Eso pasó cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto. Josué tuvo que esperar cuarenta años, y tuvo que ver morir dos millones de personas, para poder entrar a la promesa.
La pregunta es: ¿Eres tú capaz de permanecer en la palabra que recibiste, a pesar de que los números vayan bajando? ¿Cuántas veces tú habrás renunciado unos segundos antes de que se cumpliera la palabra de Dios?
Pablo decía, en Hechos 2: No seré conmovido. Pueden venir problemas, dificultades, pero no seas conmovido. Que nada te mueva. Te pueden abandonar, los números pueden ir bajando, pero que tú puedas decir como Pablo: Nada me va a conmover. Que nada te mueva de la fe que tú has tenido.
Pablo termina diciendo: Porque no dejarás mi alma en el Hades. Hay gente en la iglesia que su alma está en el Hades. Su espíritu está con Dios, porque le han creído, le han aceptado, y son salvos, pero su alma está en el Hades. Hay gente en la iglesia que su alma está en ese lugar de angustia, de dolor, de tristeza, de amargura, esperando que algo suceda, y están sobreviviendo, pero su alma está en ese lugar de encierro, de preocupación, donde ven el tiempo pasar, y no ven nada ocurriendo, y piensan que nada está pasando.
Quizás tu alma ha caído en el Hades, por un divorcio, por un problema financiero, por un problema con tus hijos. No se trata de tu salvación porque, si tú le entregaste tu vida al Señor, y has creído en la sangre de nuestro Señor Jesucristo, dice la palabra del Señor que eres salvo. Pero tu alma necesita hacer esa transición, necesita ser libertada, necesita salir del Hades.
Todo aquel que reciba la palabra de Dios, y persevere en ella, tendrá la certeza y la seguridad de que su alma no va a quedar en ese infierno.
Hay personas que saben lo que es que su alma esté en un infierno de culpa, de condenación, de maldición, en un infierno de abandono, en un infierno de rechazo, en un infierno de fracaso, donde la mente los bombardea por todas partes. No se trata de tu salvación. No se trata de que vayas a irte al infierno, pero es que no hace falta irse al infierno para vivirlo, como tampoco hace falta irse al cielo para experimentarlo.
La promesa de Dios para los que perseveramos en la palabra es que nuestra alma no va a permanecer en el Hades.
Tú ves los números bajar, ves la cuenta bajar y, como María cuando faltaba el vino en la boda, te pones presión. Dices: No hay, se está acabando. En una ocasión, los discípulos fueron donde Cristo y le dijeron: Maestro, la gente se va. Y Cristo les dijo: ¿Se quieren ir ustedes? Cristo no le tenía miedo a quedarse solo, hasta un día, donde Jesús experimentó lo que es ser verdaderamente hombre. Dice la biblia que Jesús dijo: Mi alma está turbada hasta la muerte. Cristo experimentó lo que es tener una mente turbada, confundida, por creer que Dios no estaba con él.
Cristo se atrevió a bajar al Hades, porque Dios le había prometido que lo iba a sacar. De la misma manera, hoy Dios quiere librar tu alma del Hades. El infierno que has estado viviendo, en tu alma, va a terminar. El poder que levantó a Cristo de los muertos, ese mismo Espíritu Santo, desciende sobre ti, y te liberta de la opresión.
No tienes que seguir viviendo en ese infierno. No tienes que seguir pasando tus noches sin dormir. Si tú eres capaz de recibir esta palabra, ponerla en tu interior, y permanecer, tu alma hoy saldrá del Hades, del infierno, del pasado, del ayer, de la escasez, de la pobreza. Hoy tú serás libertado.
La promesa del Espíritu Santo no es para los que un día oyeron el evangelio, sino para los que lo recibieron, los que han creído, y han perseverado.
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