Sin darnos cuenta, pretendemos movernos hacia adelante en nuestras vidas, con la vista puesta en el pasado.
En Génesis 50, José le dice a sus hermanos que él iba a morir, pero que Dios ciertamente los visitaría.
Aun cuando iba a morir, José tenía su mente puesta en el futuro.
Cuando una persona va a morir, por lo general lo que hace es recordar el pasado. José va a morir y le dice a sus hermanos que miren hacia adelante. Hay que ser un soñador para que, en tu lecho de muerte, en lo único que tú pienses sea en la visitación de Dios para mañana, en lo que Dios va a hacer en el futuro.
José pidió a sus hermanos que llevaran sus huesos de Egipto, cuando Dios les hiciera subir a la tierra que había jurado a Abraham, Isaac y Jacob. José lo que estaba diciendo era que ni sus huesos se quedarían en el pasado.
El pasado de José no era tan malo, pero no era lo que Dios le había prometido.
José pasó trece años duros, porque lo traicionaron, lo abandonaron, lo dieron por muerto, pasó por la cárcel; pero a los treinta años administraba la economía de Egipto. Y dice la palabra que vivió ciento diez años. O sea, por ochenta años vivió en prosperidad.
Si trece años de problemas, te dan ochenta años de prosperidad, tú deberías preguntar cuándo empiezas.
José sabía que Egipto era un lugar temporero. Nunca te acomodes a un lugar que Dios ha determinado que será temporero para tu vida, aunque estés allí por un largo periodo de tiempo, porque tu tiempo no se mide igual que el tiempo de Dios.
Egipto no fue un mal lugar para José, pero él se iba a encargar de que sus huesos no quedaran en un lugar del pasado, por bueno que fuera, sino que sus huesos llegarían al lugar de la promesa de Dios.
Tu futuro tiene que metérsete hasta en los huesos. El problema es que lo que se mete en los huesos de la gente es el pasado; por eso se amargan y se frustran. Corajes del pasado, lo que te quitaron, lo que perdiste, lo que no hiciste bien, eso es lo que tienes metido en los huesos.
En tus huesos lo que tiene que estar es la promesa de Dios.
José pudo haberse puesto a recordar el momento de su reencuentro con sus hermanos, o el momento en que los perdonó, o lo bueno que Dios había sido con ellos por los pasados ochenta años. Y, si fueras a recordar algo, entonces sí, recuerda lo que Dios ha hecho. Tú no debes recordar el desierto, recuerda lo que Dios hizo en el desierto, y entiende que hay una promesa más grande para tu vida.
Nunca debemos hacer de la provisión temporera de Dios nuestro lugar eterno, porque él siempre tiene algo más grande.
Egipto fue el lugar que Dios usó para que la familia de José comiera en tiempos de hambre, pero no era donde Dios quería que terminaran.
¿Dónde tú decides dejar tus huesos? ¿En la provisión temporera de Dios? ¿O en la promesa permanente de Dios para tu vida?
Si hoy tú te atreves a creer que Dios tiene una promesa para ti, y si en tus huesos hoy se mete la promesa de Dios para tu vida, tú vas a terminar en el lugar que Dios te prometió.
Nunca permitas que tus memorias sean más grandes que tus sueños.
Tienes que creer que Dios te va a visitar. Dios va a visitar tu matrimonio, tu negocio, tu vida, tus finanzas, tus hijos.
La promesa de Dios no se ha perdido.
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