Somos lavados, perdonados y restaurados por el lavamiento de nuestro tierno y poderoso Padre celestial.
Se escucha con frecuencia: “Somos de Dios”. Es algo que se dice con facilidad, y en muchas ocasiones, sin detenerse a pensar lo que realmente significa para nosotros. ¿Qué beneficios me trae el pertenecerle a Dios? ¿De qué manera cambia mi vida el tener pacto con Él? Todos somos personas con una gran necesidad en nuestra vida. Hemos visto que carecemos de muchas cosas. Creo que la mayoría de nuestras listas tendrían alguna semejanza con las carencias de la Novia: familia que la ame, enseñanza y formación moral y espiritual, protección física y emocional, ropa y comida, limpieza moral y física, para comenzar la lista. Dios le ha dicho: Eres mía.
Veamos cómo está por cambiar por completo todo el presente, el futuro y aun el pasado de la Novia con esas dos palabras, aparentemente sencillas, que Dios le ha hablado y que ella ha creído. Dios siempre comienza por el principio, nunca por el final. Casi nunca nos deja ver el producto final de su obra en nuestra vida, sino solamente los pasos que siguen. Con la Novia, comienza con la necesidad más obvia: su limpieza. Así que, higieniza a su amada con agua. Es un cuadro verdaderamente tierno: un esposo lavando, con cuidado, a su esposa que está casi irreconocible por toda la suciedad que lleva encima. Muchos han pasado por alto a esta mujer porque sólo veían a alguien con suciedad, sin ropas y sin esperanza; pero Dios había visto su potencial de llegar a ser algo muy diferente: La mujer de Sus sueños. Por eso la limpió. Dios quita la sangre y la inmundicia que tenemos encima.
La sangre representa nuestro pecado, nuestra muerte espiritual. Cuando entramos en pacto y relación con Dios, eso tiene que cambiar. Mi sangre, mis deseos, mis obras, mis palabras, mi vida siempre producirán muerte. El agua de Dios es su Palabra. Juan 15:3 dice: Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. También, Efesios 5:26 nos dice que somos purificados por la Palabra. La Palabra de Dios es la fuerza sobrenatural que llegará con limpieza, pureza y santidad a nuestra vida llena de pecado y de sangre. Es la fuerza de Dios para producir vida, donde antes había sólo muerte; santidad, donde antes sólo había pecado y separación de Dios; justicia, donde antes sólo moraba la injusticia de la humanidad pecaminosa. Al estudiar este proceso del lavamiento y cómo Dios limpió a su Novia, percibo que somos lavados con la bendición, provisión y vida eterna de Dios. Es una obra necesaria para comenzar a ver los cambios que Dios tiene pensados para todos nosotros. El agua suele ser símbolo de sus bendiciones y de un refrigerio espiritual.
Durante la etapa de lavamiento, podríamos decir que nuestros ojos espirituales son abiertos a todo lo que Dios tiene para nosotros; nuestra fe crece al oír y recibir la Palabra de su Hijo. Él cuenta con el poder necesario para ablandar y deshacer esas áreas heridas y deformes. Puede hacer algo nuevo donde antes sólo había tormento y angustia; de las cenizas, algo hermoso y crear un corazón nuevo dentro de cada uno de nosotros. De nuevo, ¿qué beneficio hay en pertenecerle a Dios? Somos lavados, perdonados y restaurados por el lavamiento de nuestro tierno y poderoso Padre celestial. Su Palabra tiene poder sobre cualquier efecto o fortaleza que pudiera existir en nuestra vida. Estos son grandes beneficios, que deseo y necesito.
Recuerde que cuando llega Dios a nuestra vida, no ve lo mismo que todos los demás: Una mujer rechazada o inútil, alguien duro y sin compasión. No. Él ve la persona de sus sueños, lavada de sus sangres, limpia, pura, justificada y restaurada; que cree lo que Él le promete, que confía en su Novio para traer cambios drásticos y buenos a su vida. Cuando Dios nos encuentra, no nos dejará igual y no recordará en nuestra contra la condición en la que nos encontró.
Veamos cómo está por cambiar por completo todo el presente, el futuro y aun el pasado de la Novia con esas dos palabras, aparentemente sencillas, que Dios le ha hablado y que ella ha creído. Dios siempre comienza por el principio, nunca por el final. Casi nunca nos deja ver el producto final de su obra en nuestra vida, sino solamente los pasos que siguen. Con la Novia, comienza con la necesidad más obvia: su limpieza. Así que, higieniza a su amada con agua. Es un cuadro verdaderamente tierno: un esposo lavando, con cuidado, a su esposa que está casi irreconocible por toda la suciedad que lleva encima. Muchos han pasado por alto a esta mujer porque sólo veían a alguien con suciedad, sin ropas y sin esperanza; pero Dios había visto su potencial de llegar a ser algo muy diferente: La mujer de Sus sueños. Por eso la limpió. Dios quita la sangre y la inmundicia que tenemos encima.
La sangre representa nuestro pecado, nuestra muerte espiritual. Cuando entramos en pacto y relación con Dios, eso tiene que cambiar. Mi sangre, mis deseos, mis obras, mis palabras, mi vida siempre producirán muerte. El agua de Dios es su Palabra. Juan 15:3 dice: Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. También, Efesios 5:26 nos dice que somos purificados por la Palabra. La Palabra de Dios es la fuerza sobrenatural que llegará con limpieza, pureza y santidad a nuestra vida llena de pecado y de sangre. Es la fuerza de Dios para producir vida, donde antes había sólo muerte; santidad, donde antes sólo había pecado y separación de Dios; justicia, donde antes sólo moraba la injusticia de la humanidad pecaminosa. Al estudiar este proceso del lavamiento y cómo Dios limpió a su Novia, percibo que somos lavados con la bendición, provisión y vida eterna de Dios. Es una obra necesaria para comenzar a ver los cambios que Dios tiene pensados para todos nosotros. El agua suele ser símbolo de sus bendiciones y de un refrigerio espiritual.
Durante la etapa de lavamiento, podríamos decir que nuestros ojos espirituales son abiertos a todo lo que Dios tiene para nosotros; nuestra fe crece al oír y recibir la Palabra de su Hijo. Él cuenta con el poder necesario para ablandar y deshacer esas áreas heridas y deformes. Puede hacer algo nuevo donde antes sólo había tormento y angustia; de las cenizas, algo hermoso y crear un corazón nuevo dentro de cada uno de nosotros. De nuevo, ¿qué beneficio hay en pertenecerle a Dios? Somos lavados, perdonados y restaurados por el lavamiento de nuestro tierno y poderoso Padre celestial. Su Palabra tiene poder sobre cualquier efecto o fortaleza que pudiera existir en nuestra vida. Estos son grandes beneficios, que deseo y necesito.
Recuerde que cuando llega Dios a nuestra vida, no ve lo mismo que todos los demás: Una mujer rechazada o inútil, alguien duro y sin compasión. No. Él ve la persona de sus sueños, lavada de sus sangres, limpia, pura, justificada y restaurada; que cree lo que Él le promete, que confía en su Novio para traer cambios drásticos y buenos a su vida. Cuando Dios nos encuentra, no nos dejará igual y no recordará en nuestra contra la condición en la que nos encontró.
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