Hay muchos virus, y bacterias, y parásitos, que se están propagando por todo el planeta. La emergencia que estamos viviendo, en estas últimas semanas, no solamente tiene un carácter, meramente, sanitario; sino, también, económico y social (y, sobre todo, espiritual); y pronto podría desatar una conmoción, inesperada, de intranquilidad, y de turbación, y de pánico, a nivel universal.
Un sinnúmero de hombres, y de mujeres, se están llenando de fobias, y de trastornos emocionales, y psicológicos, de todo tipo, por causa de los últimos ataques, despiadados, de las tinieblas (lo que está afectando, seriamente, su salud emocional, y hasta su relación con el Omnipotente). Miles de personas, en todas partes del mundo, tienen miedo a contagiarse, y a sufrir los estragos de una enfermedad mortal. Un temor, intenso, y demasiado agresivo, y desproporcionado, los está invadiendo, sin piedad.
El miedo, y la cobardía, no son asintomáticos; y pueden paralizar, por completo, inclusive, a los mismos hijos de Dios, cuando las emociones, y la razón, en vez de la fe, y la esperanza, empiezan a gobernar el alma.
Es imposible, e inevitable, por ahora, que dejemos de sufrir, y que no padezcamos, en este mundo; o que vivamos situaciones, y eventos, bastante complicados, y desgraciados (y hasta que tengamos algunos enemigos); sin embargo, es necesario, y vital, que recordemos que el poder, y la protección, de nuestro Creador, está a nuestra entera disposición, eternamente.
Cuando nos encontremos entre la espada, y la pared, y tengamos un montón de problemas, y muchas dificultades (y aunque lleguemos a ser infectados por algún coronavirus, asesino), tengamos en cuenta, sobre todo, que el Eterno está con nosotros siempre, continuamente, a nuestro lado), en todo momento, y en cualquier lugar donde nos encontremos. Jesús es más poderoso, y superior, a todo lo que existe.
La fe, y la confianza, en el Hijo de Dios, sin lugar a duda, es la única vacuna real, y efectiva, en contra del miedo, y el temor.
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