La historia del machismo es la historia de la humanidad sin Dios. Ya El lo predijo (que no lo prescribió) como secuela del pecado en Génesis 3:16.
El pasado 8 de marzo se celebraba en todo el mundo el Día internacional de la Mujer. Los orígenes de este día se remontan a la segunda mitad del siglo XIX. Muchas mujeres trabajadoras -a las que explotaban con horarios de hasta 15 horas y sueldos míseros, y a las que echaban por dar a luz y faltar al día siguiente- comenzaron a hacer huelgas y manifestaciones por tales injusticias. Ya había otros movimientos que empezaban a despertar las conciencias de las mujeres, y algunos de estos eran evangélicos antiesclavistas femeninos, y movimientos en pro de los derechos de la mujer (Séneca Falls, 1848). Me considero feminista en el sentido exacto que da la RAE a este término: “Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”. Este era el espíritu de aquellas mujeres protestantes que fueron criticadas y perseguidas. Y este era mi espíritu asistiendo a la manifestación del 8M.
BIBLIA Y DERECHOS DE LA MUJER
Dicho esto, la historia del machismo es la historia de la humanidad sin Dios. Ya El lo predijo (que no lo prescribió) como secuela del pecado en Génesis 3:16. La separación del hombre y la mujer de Dios trajo muchas consecuencias negativas, el pecado infectó al ser humano y contaminó sus relaciones: “tu marido será tu deseo y el se enseñoreará de ti”. Por lo tanto, también hay que luchar contra la lacra del machismo y denunciarla. Creo que uno de los actos más antiguos de reivindicación por la igualdad y los derechos de la mujer se relata en Nm.27:2-11. En un reciente artículo la escritora Noa Alarcón citaba a las hijas de Zelofahed. Estas no habían recibido su herencia (que Dios había prometido a cada familia, repartidas por tribus) porque la ley no contemplaba que las mujeres pudieran heredar. Sólo los varones. Pero ellas con valentía y superando temores y complejos acuden delante del tabernáculo, de los sacerdotes y jefes de tribus y de Moisés, y reivindican algo que creen justo. Moisés lo consulta a Dios, y Dios ve justa su reivindicación y lo aprueba. Y cambió la ley. Gracias a Dios por líderes como Moisés y por estas mujeres valientes que no se conformaron ante la injusticia.
El machismo lo llevamos adherido profundamente muchos hombres y mujeres. Por educación y cultura. Hay ya unos estereotipos muy fuertemente arraigados y muchas veces inconscientes. Porque el machismo es una ideología que se mama desde que se nace, y es lo que da lugar a las desigualdades hombre/mujer, a las brechas salariales, a las vejaciones y violaciones de mujeres, y a las violencias de género, mal trato y esclavitud sexual con tráfico de mujeres y niñas. Por eso es tan importante ir a la raíz: la desigualdad por causa del género.
MACHISMO EN LA IGLESIA (EVANGÉLICA)
Vamos al presente, y veámoslo en nuestra realidad cercana y próxima como evangélicos. Soy creyente cristiana evangélica desde años y ese tiempo he trabajado para el Reino de Dios, con los talentos que El me ha dado. No quiero entrar ahora en el dilema de “pastorado sí pastorado no”, para no entrar en diferencias hermenéuticas, que degeneran en insultos hacia aquellos que apoyamos bíblicamente el pastorado de las mujeres, llamándonos herejes, blasfemas, y cosas peores…. Mi gran decepción en estos días viene cuando me doy cuenta de la poca o nula presencia de mujeres en todas las entidades evangélicas que ocupan cargos de dirección, representación, conferenciantes principales, enseñanza… y la superabundancia de hombres siempre.
La semana pasada hubo una reunión de responsables y representantes de iglesias de toda España, y había una mayoría abrumadora de hombres. Eso pasa en todas las “reuniones” de entidades. De 150 personas que había, sólo 23 eran mujeres. De estas 23 mujeres, la mayoría esposas de pastores (sin voto) y 6 solamente con voto (algunas con el voto delegado de un hombre). Creo que sólo 2 votaban “por ellas mismas”. Esto es un botón de muestra de lo que pasa en mayor o menor medida en la práctica totalidad las entidades evangélicas. Ya no se trata de la autoridad dentro de las iglesias. Se trata de una mera elección como representantes de iglesias. Es decir, esto pone de manifiesto una vez más que el problema de la desigualdad arraiga en las propias iglesias. Es decir, que ni siquiera se nos considera para ser representantes de nuestras iglesias en las entidades que nos representan. Tampoco hay presidentas de Consejos evangélicos, ni Secretarias ejecutivas. Y apenas alguna mujer aislada (si la hay) en las Juntas de dirección (por cierto, Jesús sí eligió a una mujer como portavoz y representante para anunciar/predicar su resurrección: María Magdalena).
Muchas veces oigo el comentario de que no hay mujeres dispuestas y preparadas para estas funciones. Pero sí las hay. Somos menos eso sí, y estamos más escondidas, porque muchas mujeres hacen trabajo pastoral y de dirección, pero en la sombra. Para encontrar una mujer disponible para estas funciones hay que buscar más y con lupa. Y aún estamos la mayoría llenas de complejos y apocadas y nos cuesta. Otro dato, a los actos que se organizan de formación, información o manifestación sobre estos temas de igualdad (las pocas veces que se hacen) brillan por su ausencia los líderes evangélicos. Están en otros actos “más importantes”… casi siempre. Suele asistir un 99% de mujeres y no llega al 1% de varones. Sigue siendo cosas de mujeres. Prácticamente casi nadie está haciendo nada por cambiar la mentalidad, los hábitos y las costumbres, salvo unas cuantas mujeres a las que en ciertos foros se nos tacha de “feminazis-feministas radicales” (insulto que considero muy, muy grave).
NECESIDAD DE UN CAMBIO REAL
A mi esto me parece una tragedia en plena iglesia del siglo XXI. Las mujeres estamos solas. A muy pocos varones les importa, a casi nadie le alarma. No pasa nada. Necesitamos un cambio profundo activo para modificar estos estereotipos. Son muchos siglos de ausencia y marginación de la educación y de la formación. Tardaremos tiempo en ir saliendo a la luz, y más en aquellas iglesias donde muchas veces el machismo se justifica con la Biblia. Nos sentimos impotentes. Los lugares claves para el cambio los ocupan los hombres. Son los que tienen que ser conscientes de esta discriminación y dar el paso para el cambio. No es lograr poder lo que queremos, ni pisotear a nadie, ni nos mueve en absoluto el “odio” a los hombres, ni nada de eso que se dice por ahí… No. Simplemente ser visibles en nuestros órganos representativos, en los retiros, conferencias, aniversarios… participar aportando a la misma altura, porque somos igual de dignas y capaces. ¿Tendremos que recurrir a las cuotas de paridad? Eso dice la ley secular. Y por lo visto tristemente es lo que funciona. Está claro que estas situaciones hay que empezar a tratarlas desde los hogares cristianos, con la educación desde muy niños en igualdad, y con el ejemplo de padres y madres. Y si lo hacemos en los hogares hagámoslo también en las iglesias, desde los púlpitos, consejerías y en el día a día, corrigiendo las situaciones de desigualdad y micromachismos y dando oportunidad a las mujeres.
¿ACTUAMOS, O SÓLO REFLEXIONAMOS?
Esto es una carta abierta. Apelo a los hombres y mujeres para cambiar esta situación injusta. No niego lo bueno que ya se ha hecho, gracias por ello, sino que veo lo mucho que queda por hacer. Estamos en un momento en que se necesitan actuaciones, reacciones, ejemplos llamativos, no sólo de las políticas del gobierno, jueces, de la aplicación de las leyes… sino desde cada uno de nosotros: hombres y mujeres, padres y madres, líderes y pastores. Todos a una por devolver a la mujer el lugar que Dios le da.
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