Esa separación física de un ser querido. Ese regresar a casa para encontrar todas las posesiones del difunto como antes, pero sin su presencia. Ese primer cumpleaños sin él, ese primer aniversario, esa primera navidad, ese primer logro sin su presencia…
He estado en entierros en donde yo también me quisiera morir. Un pariente grita desconsolado “Para qué quiero la vida ahora. ¡Me quiero morir, pero ya!”.
Y es que para la mayoría de aquellos que definen la muerte, como la cesación de la existencia, cuando pierden a un ser querido, experimentan una muerte doble. La del difunto y la de ellos, ya que resultan estar, muertos en vida. Algunos se consuelan diciendo que es el curso de la vida.
¿Por qué los cristianos enfrentan la muerte con dolor, pero continúan viviendo?, ¿Por qué, aunque los cristianos enfrenten una enfermedad terminal y ya prácticamente ante la muerte tienen esperanza?
Creemos las palabras que inspirado por el Espíritu Santo escribió el apóstol Pablo: “¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él.” 1 de Tesalonicenses 4:14
Los cristianos somos ciudadanos del cielo y extranjeros en esta tierra. Comprendemos que Jesús les prometió a sus discípulos que se iría para prepararles un lugar y regresar por ellos. Sabemos que nos espera la eternidad. Eternidad que pasaremos con Dios en un lugar donde hay justicia y no hay ni sufrimiento, ni dolor.
Existe un error que algunos cristianos cometen. Y es llegar a la funeraria y animar a los cristianos a ya no llorar. Lo consuelan con palabras como: “Ya está en la presencia del Señor. Ya dejó de sufrir. No llore”.
Los cristianos no negamos los sentimientos, no ignoramos el duelo que debemos enfrentar, no minimizamos el dolor, sino que, en medio del mismo, nos consuela la promesa de la resurrección.
Lo mejor que puede hacer usted cuando alguien ha perdido a un ser querido, es llegar y abrazarlos. Estar ahí para ellos y ponerse a las órdenes para lo que necesiten. Posterior al entierro, ponerse a las órdenes de nuevo para cuando quieran hacer lo que quieran. Y usted cuando pierda a un ser querido, pase por su luto, pero páselo con esperanza.
¿Por qué los cristianos, aunque son pecadores, viven constantemente queriendo complacer y agradar a Dios? Porque sabemos que esta vida no lo es todo, sino una nada comparado con la eternidad, entonces vivimos con las miras del juicio de Dios. No vivimos con temor al juicio, porque cuando nos arrepentimos de nuestros pecados – tenemos un cambio de nuestra dirección en nuestras vidas, por un cambio de pensamiento que Dios obra en nosotros que nos lleva a amar lo que antes odiábamos y a odiar lo que antes amábamos – y creemos en el sacrificio de Jesús en la cruz como el único camino para reconciliarnos con nuestro Dios justo y santo que no tolera el pecado y recibir el pecado, comprendemos que ahora somos hijos y estamos sellados con la marca del Espíritu Santo hasta el día de nuestra redención. Vivimos para santificarnos a Dios. Alejarnos del pecado y consagrarnos a él. Y si pecamos, doblamos rodillas y comenzamos de nuevo. ¿Cómo no amar a aquel que lo entregó todo por nosotros?, ¿Cómo no reconocer y adorar al Creador cuyas instrucciones de vida son perfectas y el producto de vivir en ellas paz?
Por eso los cristianos no vivimos como nos place. Porque sabemos que el Creador, el perfecto, diseñó este mundo para operar de cierta manera. Y salirse de su perfecta voluntad, es encontrar y dar golpes. Porque buscar crear un camino recto, como los seres humanos pecadores que somos, es una mentira. Hay quienes caminan y creen que caminan bien, pero van derecho a la muerte. Como dijo el sabio: “Hay camino que al hombre le parece derecho;
Pero su fin es camino de muerte.” Proverbios 14:12
Así es que la muerte es inevitable. Todos pasaremos por ella y tendremos que llorar y sufrir cuando nuestros parientes pasen por ella. Pero a los cristianos nos duele, pero nos duele con esperanza.
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