Es continua la cadena de tragedias que sacuden nuestra sociedad y nuestro tiempo. Las últimas que hemos publicado son las 50 víctimas de Orlando, la mayor masacre con armas de fuego en EEUU, y el asesinato de 11 miembros de una familia evangélica en México. A ellas se añadirían ríos de sangre que corren cada día por la realidad conocida y no conocida en todo el mundo. Violencia machista. Abortos. Cárteles y mafias. Todo tipo de terrorismo. Son muchas las declaraciones que se realizan y realizarán.
Nos sumamos a las manifestadas por los cristianos evangélicos de Estados Unidos, de condena a la violencia de todo tipo, a cualquier forma de actividad o actuación que termina con la vida humana respondiendo a un simple acto de voluntad homicida.
Hay quienes oran por los muertos. Nosotros no, creemos que ya se llegó al punto final de su historia, y está escrito su destino eterno, que responde a sus decisiones en vida.
Nosotros oramos por quienes matan, para que se arrepientan de su barbarie y vuelvan sus ojos al Asesinado que perdonó.
Nosotros oramos por quienes sufren, no sólo para que dejen de sufrir, sino para que encuentren a Aquel que está en medio de todo sufrimiento cargando con todo el dolor, todas las culpas y la suma de los odios.
Nosotros oramos para que unos y otros podamos convivir en el respeto al opuesto, al contrario, al amigo y al enemigo, de forma que la paz no sea la meta, sino el camino.
Nosotros oramos para que quienes aún estén escribiendo los renglones de su vida sepan elegir su destino eterno, tomar las decisiones adecuadas, encontrar el camino, la verdad y la vida que están en Jesús y sólo en Jesús.
Sí, oramos por los vivos. Para que se acerque el Reino de Dios, que sólo será pleno en la eternidad. Pero que únicamente podemos hacer próximo en su poder, gloria, justicia, paz y amor acercándonos al Jesús real, histórico, vivo, del Evangelio.
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