El 17 de diciembre se cumplirán 16 años desde que la ONU declaró el 25 de noviembre “Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer”. La fecha fue elegida en honor a las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana. Éstas fueron brutalmente asesinadas, por orden del gobernante dominicano Rafael Trujillo (1930-1961).
Lejos de extinguirse, la violencia física, sexual, psicológica y económica contra las mujeres sigue afectando a familias y comunidades de todo el mundo. A la cabeza de este desastre se encuentra, según los informes de la ONU, la República Democrática del Congo, en donde se reportan más de 1.100 violaciones al mes. Se cree que más de 200.000 mujeres han sufrido la violencia sexual desde que se inició el conflicto armado.
¿Tenemos los cristianos algo que decir al respecto?
Otro gran problema a nivel mundial, relacionado con la violencia hacia la mujer, es la trata de personas. Se calcula que entre 500.000 y 2.000.000 de personas son traficadas anualmente sufriendo violaciones, prostitución, mano de obra forzada, esclavismo o servidumbre. ¿Qué puede hacer la Iglesia frente a este desastre?
En Estados Unidos, el costo de la violencia doméstica entre la pareja sobrepasa los 5,800 millones de dólares al año. Un estudio de 2004 en el Reino Unido estimó el total de los costos directos e indirectos de la violencia doméstica, incluidos el dolor y el sufrimiento, en 23,000 millones de libras esterlinas al año ó 440 libras por persona. ¿Es importante hablar en nuestros círculos íntimos de esta catástrofe humana?
En España, a fecha 2 de noviembre de 2015, desgraciadamente se han registrado 41 casos de víctimas mortales por violencia de género. De éstas, 25 son españolas y 16 extranjeras. La edad en la que se concentran la mayoría de los casos es entre los 21 y los 50 años. La Comunidad de Valencia es la que más casos presenta, seguida de Andalucía, Cataluña y Galicia. Esta triste realidad ha dejado, este año, un total de 39 menores huérfanos. El autor de El sanador herido, Henry J. M. Nowen, afirma que un distintivo de las próximas generaciones de jóvenes será la carencia de padres; es decir, no afirma que los jóvenes no tendrán padres biológicos sino que éstos, en general, dejarán de ser un modelo y una referencia para sus hijos. En la actualidad, 6.168 personas cumplen condena en las cárceles españolas a causa de la violencia de género.
Entre los años 2007 y 2015 se han atendido en España más de 537.849 llamadas de auxilio por teléfono. ¿De dónde procede todo este mal?
JESÚS COMO MODELO A SEGUIR
Afirma Herbert Lockyer que “la mujer supera al hombre en su capacidad para soportar el maltrato, la tristeza, el dolor y la separación. A lo largo de la historia el hombre ha tratado a la mujer como muy inferior a causa del orgullo, la ignorancia o la perversión moral y como consecuencia la ha esclavizado y degradado”. Sin embargo, continúa diciendo el autor “con la venida de Cristo, surgió una nueva era para la mujer y dondequiera que él es exaltado, la mujer tiene su parte”. ¿Está aquí la solución? ¿Dejó Jesús de Nazaret un modelo digno de seguir? Personalmente creo que sí.
Jesús juzga igual al hombre y a la mujer, sin hacer distinción; ¿hace esto la justicia actual? La teóloga Carmen Bernabé Ubieta habla del comportamiento ejemplar de Jesús enfatizando que Jesús rompe los tabúes de su época y mantiene una amistad profunda con Marta y María; y conversa públicamente con la samaritana, a pesar de la enemistad entre los judíos y los samaritanos; ¿dialogamos abiertamente con aquellas culturas y religiones que son opuestas a las nuestras?
Basta leer los evangelios para darnos cuenta de que él no sólo no despreció nunca a ninguna mujer, fuera cual fuera la condición social de la misma sino que además luchó contra las injusticias de su tiempo en defensa de la mujer, exponiéndose ante las miradas machistas de los demás. Poco le importó que una prostituta le lavara los pies con perfume. No es de extrañar, entonces, que el maestro tuviera entre sus seguidores a un gran número de mujeres.
Como bien afirma la teóloga Ana Cristina Villa Betancourt, Jesús muestra a través de su trato con la mujer cómo ésta reflexiona sobre la verdad con entusiasmo, también su capacidad para acoger, para presentir un peligro y anticipar una respuesta generosa o, entre otras más, su capacidad para responder y transmitir una información importante. En definitiva, Jesús no dignifica a la mujer porque entiende que ella ya es digna, al igual que el hombre, no por méritos propios sino por ser humana, es decir, por ser creación de Dios. Desde esta posición, Jesús plantea siempre una acción muy creativa, en general, en su trato con el ser humano y, en particular, en su trato hacia la mujer.
Cuando un grupo de religiosos quiere apedrear a una mujer porque ésta ha adulterado, Jesús da un paso al frente y se coloca entre ellos y la mujer; no los amenaza, tampoco les grita ni les hace aspavientos. Se agacha y piensa, escribe en la arena (alguien dice que escribe los pecados de los que la acusaban) y les hace reflexionar a través del arte de la duda y del diálogo: “¿estáis vosotros libres de pecado?”. ¿Reaccionamos nosotros como Jesús? ¿Cuestionamos el origen de las acusaciones? ¿O nos dejamos llevar por una injusta tradición caiga quien caiga? El dolor producido por la muerte injusta de muchas mujeres ha generado odio y rencor entre muchas personas. Éstas, lejos de buscar aferrarse a un modelo que no repita los mismos errores que el machista, proponen un feminismo hembrista que luche contra los abusos del machismo. En este sentido, la conocida escritora feminista Doris Lessing afirma: “Estoy desconcertada por el desprecio automático en la confrontación con los hombres que ya se convirtió en parte de nuestra cultura”. ¿Se es más mujer por el hecho de humillar a los hombres? No. Tampoco los hombres son mejores o más hombres por degradar a la mujer.
El psiquiatra Augusto Cury lo explica así: “somos una especie única e inteligente, sin embargo, desgraciadamente nos dividimos, discriminamos y excluimos”. Jesús dejó un modelo establecido sólo para valientes, fueran hombres o mujeres. En definitiva, un modelo para personas que no estaban dispuestas a abanderar cualquier moda o costumbre social impulsada por la frustración y el cáncer de la discriminación.
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