Cuando permites que tus emociones fluyan en la forma de lágrimas, en muchas ocasiones, ellas sirven como esa corriente de agua que llega para desembotar, lavar, refrescar y sanar. Por supuesto que es necesario que el flujo se contenga o controle eventualmente, de no ser así, se podrá provocar más daño que beneficio. Sin embargo, permitir que esas emociones corrieran por mi cara fue como lavar mi interior de todos los rezagos dejados por tanta emoción tan fuerte que tenía años almacenada en mí.
Las lágrimas produjeron mucha sanidad y aprendí que sí se vale llorar. Si estás pasando por un proceso de pérdida, no estás solo o sola. Lo que estás sintiendo es normal. Algunos llegarán y te dirán que tu duelo o proceso tendrá que cumplir esta u otra condición, pero todos vivimos el duelo de distintas formas. Así como todos experimentamos la vida de diferentes maneras, lloraremos de diversos modos.
Si estás pasando por una de pérdida, es muy probable que hayas sentido una o todas las siguientes emociones:
- La negación: es negarse a sí mismo o a los demás que ha ocurrido una pérdida. Es una etapa de choque o incredulidad. Después de una pérdida, puede ser difícil aceptar lo que ha sucedido. Es posible que te sientas entumecido, que tengas dificultad en creer que la pérdida realmente pasó o hasta negar su veracidad. Si se trata de un ser querido que ha fallecido, posiblemente sigas esperando que aparezca o llame a tu puerta, aunque sepas que ya no está.
- La tristeza: es una sensación profunda de desconsuelo, abatimiento, desolación y ahogo, que probablemente es el síntoma más universal del dolor o la aflicción. Puedes experimentar una sensación de desesperación, de añoro, de vacío o de soledad. Quizá también llores mucho o te sientas emocionalmente inestable. Los episodios profundos de tristeza deberían ceder con el tiempo.
- El enojo o la ira: es un descontento generalizado por no haber podido evitar la pérdida. Aunque la pérdida no hubiera sido culpa de nadie, es posible que sientas enojo y resentimiento. Si perdiste a un ser querido, puedes sentirte enojado contigo mismo, con Dios, con los doctores o hasta con la persona que murió por haberte abandonado. Es posible que sientas la necesidad de culpar a alguien por la injusticia que se te hizo.
- La culpa: es donde se buscan razones, causalidad y culpabilidad. Es posible que sientas culpa o remordimiento por cosas que hayas o no hayas dicho o hecho. Es posible que sientas culpa por ciertas emociones (por ejemplo, sentir cierto alivio cuando ese ser amado murió después de una enfermedad larga y difícil). Incluso, quizá te sientas mal por no haber previsto o prevenido las circunstancias que acontecieron, aun si no hubo nada que hacer.
- El temor: es una inquietud que raya en la preocupación, la inseguridad y la impotencia. Hasta puedes sufrir ataques de pánico. La muerte de un ser amado puede desatar temores respecto a tu propia muerte, o tendrás mucho temor al tener que enfrentar la vida sin esa persona y de las responsabilidades que ahora tendrás en solitario.
- Síntomas físicos: muchas veces, pensamos que el duelo es un proceso estrictamente emocional, pero también incluye síntomas físicos, como fatiga, náusea, una inmunidad menor, bajar o subir de peso, dolores e insomnio.
Un proceso de duelo saludable llega todavía a dos últimas etapas, que son la fase de negociación, que es buscar un equilibrio de vida ante la pérdida, y la fase de aceptación, que es cuando se asume la pérdida como algo que fue inevitable.Quiero que encuentres esperanza y propósito. Y por más difícil que sea imaginar esto, te quiero llevar a que encuentres esos tesoros invaluables en medio de esos momentos tan dolorosos.
Durante mi jornada a través del valle que viví, el Señor me ayudó de muchas maneras, pero una de las más importantes fue llevarme al libro de Job. Pasé bastante tiempo leyendo y estudiando este libro y todo lo que Job pasó en su vida. Es impresionante la fe y perseverancia de este hombre, y aprendí mucho de él y la forma en la que trató su sufrimiento.
Cuando de verdad llegan el sufrimiento, el dolor y la tristeza a nuestras vidas, el vivirlas, el experimentarlas, el llorarlas, no es un acto de rebelión ni será algo mal visto por Dios. Quizá lo será para otros, desafortunadamente, pero nuestro Señor conoce muy bien estas emociones, así que sabe muy bien cómo reaccionamos ante ellas.
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