Jacob, un cliente de veinticinco años de edad, llevaba varios meses en tratamiento por la depresión que le producía su homosexualidad no deseada. Un día – conducido tanto por sentimientos de tristeza como de ira- se enfrentó a su madre:Le dije: “Mamá, tú me veías jugar con muñecas Barbie. Me permitías
utilizar maquillaje y arreglarme el pelo delante del espejo durante horas. Mis
hermanos nunca hicieron nada de eso. ¿Por qué no me detuviste? ¿En qué
estabas pensando?”
No tengo dudas de que mamá quería lo mejor para mí. Pero ella no
tenía nada que decir. Sólo se sentaba allí y me miraba, atontada y llorosa.
Durante muchos años, he trabajado con hombres homosexuales que se encuentran profundamente insatisfechos por sus atracciones hacia personas del mismo sexo. El mundo gay no les va y todos sospechaban, a algún nivel, que algún suceso de su temprana infancia había servido de base para sus sentimientos homosexuales. Este libro procede directamente de lo que he aprendido de mis dos décadas de trabajo con estos hombres, de cómo intentaban comprender las causas de su atracción hacia el mismo sexo y alcanzar la libertad de forma progresiva.
Una y otra vez, estos hombres me han enseñado lo que perdieron en su infancia. Las historias de vidas que oigo todos los días, contadas por hombres como Jacob, que están luchando para curar su homosexualidad, generalmente incluyen recuerdos dolorosos de confusión de género. El hecho es que existe una gran correlación entre la inconformidad de género en la infancia y la homosexualidad adulta. La mayoría de los hombres a los que trato no fueron tan femeninos como Jacob: no jugaban con muñecas ni se vestían de niña. Pero de igual forma, existían signos reveladores de conflictos y dudas sobre la afirmación de su género.
Particularmente, tenían un miedo enorme a no encajar de alguna forma con los demás chicos. Y, sin embargo, sus padres –la amplia mayoría de los cuales amaba mucho a sus hijos y buscaba lo mejor para ellos – la mayoría de las veces no hicieron caso a las prontas señales de aviso y esperaron demasiado para buscar ayuda para sus hijos. Una causa de esto es que la profesión de la salud mental no les está diciendo la verdad sobre la confusión de identidad de género de sus hijos. Los padres no saben qué hacer, si es que pueden hacer algo.
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